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Palabras de S.M. el Rey en la apertura del 10º Foro Global de la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas (UNAOC)

Centro de Convenciones de Estoril (Portugal), 11.26.2024

Permítanme comenzar mis palabras agradeciendo a Portugal, querido Presidente Rebelo, la iniciativa de acoger este foro global de la Alianza de Civilizaciones en la ciudad de Cascáis, que como bien sabe –y es muy conocido aquí− guarda una especial vinculación de mutuo cariño con mi familia.

No podríamos encontrar mejor escenario para nuestros diálogos multiculturales que esta ciudad, tan vinculada al océano que su propio nombre procede del latín “cascale”, conchas marinas. Ese abrirse al mar es, también, abrirse al mundo y a una gran parte de lo que nos une, porque como decía José de Almada Negreiros “Todas as palavras juntas formam o universo”.

Saludo también al Secretario General (António Guterres) y le doy las gracias por su continuo apoyo a esta iniciativa política, ligada a la Secretaría General desde sus inicios; así como alAlto Representante (Miguel Ángel Moratinos), y al Ministro de Turquía (Hakan Fidan), país que co-patrocina, junto con España, la Alianza de Civilizaciones.

Señoras, señores, es un honor participar por 1ª vez en la sesión inaugural de este Foro Global, ahora en su Xª edición, bajo el lema “Unidos por la paz: restaurando la confianza, remodelando el futuro”, y me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones.

Vivimos en un mundo de complejidad creciente, donde la información −de todo tipo (valiosa y fiable o no) y en volúmenes difíciles de imaginar y de asimilar− se propaga instantáneamente y de manera desestructurada por prácticamente todo el planeta. Esta realidad, que no veremos revertir, somete nuestra capacidad de comprensión, nuestro juicio crítico y nuestro proceso de toma de decisiones, como individuos y comunidades, a una tensión constante y sin precedentes; y, al parecer, todavía sin atenuantes en el plano político y de las relaciones internacionales. Un mundo que se nutre del cambio trepidante y que, al mismo tiempo, lo genera.

Las semillas del desencuentro anidan a veces en los pequeños detalles de las relaciones humanas: en el desconocimiento, el prejuicio y la desconfianza. Si no se detectan a tiempo y se abordan con atención, con sutileza y sensibilidad, pueden trocarse en conflictos abiertos y acabar afectando a la población de regiones enteras del globo.

Pero si con las herramientas tradicionales, y antes de esta nueva era acelerada, la diplomacia ya era una tarea ardua, delicada y azarosa, donde eran necesarias la constancia, la buena información y la claridad de ideas, respecto al problema o conflicto (abierto o en ciernes) y a los objetivos deseados, pues convendremos que lo es infinitamente más en la actualidad. Factores que intervienen: el tecnológico, el tiempo o la inmediatez, la presión social, la transparencia, la capacidad o conocimiento y el liderazgo.

Es precisamente ahora, en este mundo del siglo XXI, cuando la diplomacia, esa herramienta pacífica que busca el entendimiento −y a ser posible la concordia−, y que desde tiempo inmemorial ha encauzado las relaciones entre los pueblos, es más necesaria que nunca.

"...la Alianza puede contribuir al mejor conocimiento mutuo, a eliminar estereotipos y prejuicios, al acercamiento y entendimiento entre diferentes religiones y creencias, a afirmar el valor supremo cívico del ser humano en tanto que persona, y a hacer que la gran riqueza de nuestra diversidad sea efectivamente provechosa y virtuosa para toda la humanidad..."

Bien es cierto que los instrumentos de la diplomacia tradicional, por sí solos, ya no nos bastan. Siguen siendo enormemente útiles, y la prueba es todo lo que ha hecho el multilateralismo clásico por la paz y la estabilidad global. Pero, como decía, la diplomacia en su acepción más tradicional debe completarse con nuevos actores, nuevos ámbitos de actuación y lo que es más importante, nuevos desafíos. Y demanda también mayor audacia, creatividad y pragmatismo, sin perder o desatender valores intemporales como el respeto mutuo y la prudencia, y sin caer, por tanto, en la simplificación o la temeridad: y es ahí donde los instrumentos de diplomacia preventiva centrados en el diálogo intercultural e interreligioso, como la Alianza de Civilizaciones, cobran toda su lógica.

Es muy necesario elevar mucho más nuestra visión para comprender mejor y más profundamente todo que nos une y nos debe importar como humanidad para vivir mejor y en paz en este planeta que compartimos.

La Alianza de Civilizaciones es la puesta en práctica de lo que ha dado en llamarse “la diplomacia de los valores”. Tiene a la persona como eje central y consagra sus esfuerzos a “derribar muros”, “construir puentes”, “compartir espacios” para hacer realidad ese lema de “muchas culturas, una humanidad”.

La suya es una búsqueda incansable del encuentro con la sociedad civil, en especial las fundaciones, asociaciones, y universidades. Su radio de acción va más allá de las salas de conferencias y alcanza los espacios públicos, las ciudades, los centros educativos, los lugares de reunión, los mercados. Y quien dice el espacio real dice también el espacio virtual, en particular las redes sociales.

Su potencial como catalizador de proyectos e iniciativas nos lo muestran algunos de los que se presentan en este Foro, en ámbitos como la educación, la juventud, la migración, los medios de comunicación, el deporte y las mujeres como mediadoras de paz.

No pretendo ser exhaustivo, pero sí citaré alguna de las iniciativas, como el “Fondo de Solidaridad con la Juventud” o el programa “Educación en Ciudadanía Global”, orientados a los jóvenes. O el programa “Deportes para una Humanidad”, que aborda el deporte como vía para la paz y la prevención del extremismo violento.

Citaré también los centrados en el papel crucial de la mujer en la vertebración de las sociedades y su contribución a la resolución de conflictos –que debemos poner mucho más en valor− como el programa “Alianza de Mujeres para la Paz: Promoción del Papel de las Mujeres como Hacedoras de Paz” o los seminarios de formación para mujeres africanas en Rep. Centroafricana, Mali y Rep.Dem. del Congo.

Son solo algunas muestras del trabajo que desde hace 20 años realiza la Alianza para promover el diálogo intercultural y la tolerancia para la paz; y el prólogo de lo mucho que queda por hacer. Porque como decía el gran filósofo Nuccio Ordine, Premio Pcsa de Ast de Com. y Hum. del año 2023, “el conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse”.

La Alianza puede contribuir al mejor conocimiento mutuo, a eliminar estereotipos y prejuicios, al acercamiento y entendimiento entre diferentes religiones y creencias, a afirmar el valor supremo cívico del ser humano en tanto que persona, y a hacer que la gran riqueza de nuestra diversidad sea efectivamente provechosa y virtuosa para toda la humanidad.

En un mundo como el actual, donde la deshumanización es un riesgo latente, todo esfuerzo invertido en esa “diplomacia de los valores” es, y será siempre, un esfuerzo bien empleado.

Muchas gracias.

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