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Palabras de S.M. el Rey en el acto conmemorativo del Bicentenario del Ateneo de Madrid

Ateneo de Madrid, 4.11.2023

El Ateneo de Madrid ha sido siempre vanguardia de la cultura y la ciencia, refugio para el pensamiento libre, espacio de debate y de encuentro intelectual, emblema de su tiempo. Y aquí nos reunimos felizmente, tras el trastorno que produjo la pandemia, para ensalzar su gran legado y celebrar su Bicentenario.

Decir que es un honor -para la Reina y para mí- presidir este arranque conmemorativo no es solo la expresión de una fórmula cortés de responsabilidad institucional, concienciados -como estamos- de su aporte histórico a la cultura y al conocimiento, y de cómo simboliza el afán colectivo de avance y mejora en nuestra sociedad, aquí en Madrid y en toda España. Es también una auténtica satisfacción acompañaros a título personal, como orgullosos socios de cuota y como tantas veces hicieron miembros de mi familia en el pasado desde la Reina Mª Cristina.

Recordamos así una historia, con todas sus circunstancias luminosas y dramáticas, que es también la de nuestro país, porque el Ateneo es una de esas instituciones que, sin duda, condensa bien en su corazón la determinación a favor de ese progreso en libertad, que motivó su fundación y aseguró que llegara hasta nuestros días.

La Reina y yo queremos agradeceros vuestra perseverancia en esa labor generosa y esforzada de “propagar las luces entre nuestros conciudadanos para cooperar a la prosperidad de la nación”, como se recoge en el preámbulo de los Estatutos fundacionales del Ateneo Español -padre de este Ateneo- en 1820. Una tarea comprometida y derivada de la máxima: “Sin ilustración pública, no hay verdadera libertad”, recogida igualmente en dichos Estatutos.

Esta histórica Cátedra Mayor ha sido testigo de los debates sociales y políticos más intensos, plurales y vanguardistas de nuestra historia reciente. Repasar la nómina de socios en estos 200 años es recorrer de un vistazo la historia de nuestro país, y hacerlo además a través de las figuras más prominentes de las artes, las ciencias y el pensamiento: desde el miembro fundador y primer presidente, el literato y político Ángel Saavedra Ramírez, duque de Rivas, al médico, escritor y pensador Gregorio Marañón, pasando por Cánovas del Castillo, Manuel Azaña, Miguel de Unamuno,  Fernando de los Ríos o la primera mujer aceptada como socia, Emilia Pardo Bazán.

Este mismo salón también ha escuchado, interpretadas en sus estrenos, las obras de Turina, Granados y Falla, algunas de cuyas piezas nos ha regalado hoy el Trío Arbós, a quien entregamos en su día el Premio Nacional de Música.

En los sofás y las sillas de mimbre de la Cacharrería han recitado los poetas, reflexionado los filósofos y debatido los políticos.

La Galería de Retratos también da fe del paso por la Casa de una célebre lista de personalidades de todos los ámbitos de nuestra cultura.

"...el Ateneo de Madrid ha sido siempre vanguardia de la cultura y la ciencia, refugio para el pensamiento libre, espacio de debate y de encuentro intelectual, emblema de su tiempo. Y aquí nos reunimos felizmente, tras el trastorno que produjo la pandemia, para ensalzar su gran legado y celebrar su Bicentenario..."

En los pupitres de la Biblioteca del Ateneo, de belleza solo comparable a la extensión de su catálogo, han estudiado, escrito e investigado miles de ciudadanos y de grandes figuras culturales.

Señoras y señores, queridos amigos,

La luz es el símbolo más poderoso del Ateneo Científico, Artístico y Literario de Madrid. La luz de la lámpara de aceite está en su estandarte. La luz de la Ilustración fue el motivo de su fundación hace dos siglos. La luz se ha recuperado también en las recientes obras de rehabilitación y entra plena por el nuevo lucernario, iluminando los próximos años de ilustración, investigación y debate. La luz del conocimiento, el brillo de nuestras artes, nuestras letras y nuestras ciencias, la luz como metáfora de las más dignas aspiraciones humanas, aportando esperanza y entendimiento en los momentos oscuros.

Es la luz que se ofrece a los demás de manera generosa. Es la esencia del espíritu ateneísta que ha evocado Emilio Lledó: regalar con generosidad a nuestros compatriotas el conocimiento, las artes, las perspectivas diversas sobre lo que acontece... Los valores cívicos de la libertad, la solidaridad y la igualdad, hoy grabados en nuestra Constitución, tuvieron y tienen en el Ateneo de Madrid un lugar privilegiado de reflexión y desarrollo.

La sede que hoy nos acoge fue inaugurada por el Rey Alfonso XII en 1884. Estas paredes han visto pasar casi ciento cuarenta años de nuestra historia, y celebrar el bicentenario de la institución es celebrar la libertad de pensamiento y creación, es reafirmar la cultura y la ciencia como motores del cambio y el progreso. Que una entidad de esta naturaleza y propósitos alcance los dos siglos de existencia acredita que las ciencias, las letras y las artes, y el debate abierto y tolerante, han sido y son una de las principales prioridades y preocupaciones de todos cuantos participaron y participan de este proyecto, siempre necesario y atento al pulso de los tiempos.

Este bicentenario coincide con grandes desafíos sociales y políticos universales. La adopción de nuevas tecnologías, como sucedió en otros momentos de la historia, plantea debates a los que deberemos responder de forma conjunta. Las sociedades actuales reclaman nuevos derechos y libertades y afrontan retos y dificultades que no se pueden afrontar sin el concurso de la ciencia, la cultura y el pensamiento.

Si aquí se habló de ecología, de feminismo, de igualdad, de constitucionalismo, de democracia, de ciencia; si aquí se desarrollaron las vanguardias artísticas y literarias -probablemente antes que en cualquier otro lugar de España- hoy el Ateneo puede asumir esa misma tarea con la legitimidad que conceden sus 200 años de experiencia.

Los problemas pueden ser nuevos en sus desarrollos específicos, pero evocan fundamentos morales universales y perennes. En definitiva, si bien es cierto que han cambiado mucho las cosas en estos 200 años de nuestra historia, no se han alterado nuestras esperanzas como nación: convivir en un país abierto, tolerante, profundamente solidario y en el que las virtudes cívicas sean la esencia de nuestra vida democrática.

Con el aval y la experiencia de su historia el Ateneo de hoy está en condiciones de renovar su misión y de seguir ofreciendo su luz a la ciudad, a España y al mundo. Os deseamos todos los éxitos en tan necesario esfuerzo.

Muchas gracias y felicidades.

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