n el Salón de Audiencias, Doña Letizia saludó al presidente de la Confederación Salud Mental de España, Nel González; al director del Real Patronato sobre Discapacidad, Jesús Martín; a Antoni Bruel, coordinador de Cruz Roja; a la directora general de FAD, Beatriz Martín Padura; a Ramón Rodríguez, representante del CERMI; a María Ángeles Espinosa, miembro del patronato de UNICEF Comité Español; a la directora general de AECC, Noema Paniagua, y a la directora de FEDER, Alba Ancochea.
Tras unas palabras de bienvenida de Su Majestad, el presidente de Salud Mental de España expuso los datos de los que dispone la confederación sobre la salud mental en España durante la pandemia, entre los que destacan que el 46% de la población española manifestó un aumento del malestar psicológico durante el confinamiento y un 44% señala que ha disminuido su optimismo y confianza.
Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), desde el inicio de la pandemia hasta la actualidad, un 6,4% de la población ha acudido a un profesional de la salud mental por algún tipo de síntoma, siendo el mayor porcentaje un 43,7% por ansiedad y un 35,5% por depresión. Más del doble de las personas que han acudido a estos servicios de salud mental son mujeres.
Según este mismo estudio, un 5,8% de la población ha recibido un tratamiento psicofarmacológico, entre los que destacan los ansiolíticos (un 58,7%) y los antidepresivos (41,3%). Un 68,7% los ha tomado durante más de 3 meses y un 77,1% lo está tomando en la actualidad. El porcentaje de hombres que aumentó el consumo de psicofármacos durante el confinamiento fue de 7,6%, mientras que en el caso de las mujeres fue del 15,4%.
Durante el confinamiento, el 30% de las personas manifestó haber tenido ataques de pánico, el 25% se sintió excluida socialmente y el 55% sentía que no era capaz de controlar la preocupación. En este período, más de la mitad de las personas (60%) indica que ha sentido poco interés o placer en hacer cosas y se han sentido varios días decaídas, deprimidas o sin esperanza. Entre el 15% y el 18% ha tenido ansiedad o preocupaciones más de la mitad de los días.
Las mujeres parecen tener un mayor número de problemas relacionados con el estado de ánimo, mientras que los varones los tienen en mayor medida de ansiedad y post-traumáticos.
Según el CIS, más del 50% de la población ha sentido algún tipo de tristeza o ansiedad y Un 35,1% admite haber llorado durante la pandemia.
En el caso de la ansiedad, este mismo estudio afirma que un 15,8% de las personas declararon haber tenido algún ataque de pánico o ansiedad, un 22% en la población femenina. Estos ataques de ansiedad han influido cambiando la vida habitual de un 66,7% de las personas entrevistadas que habían tenido estos síntomas, lo que representa un 10,5% de la población, un 14,8% de la población femenina.
El mismo estudio señala que un 41,9% de las personas entrevistadas han tenido problemas de sueño. Mientras el 33,4% de los hombres han tenido estos problemas para conciliar el sueño en el caso de la mujer ha sido el 50,2%.
En el caso de las personas jóvenes la población de los 18 a los 34 años es la que ha frecuentado más los servicios de salud mental, ha tenido más ataques de ansiedad, más síntomas de tristeza y han sido las personas que más han modificado su vida habitual debido a esta situación. Además, en el caso de las personas que conviven con sus hijos o nietos, un 12,6% han buscado ayuda profesional en salud mental para solicitar ayuda para sus descendientes. Un 69,7% han acudido a profesionales de la psicología.
Antoni Bruel, coordinador de Cruz Roja, explicó que sus servicios de teleasistencia han detectado que las personas que más han sufrido emocionalmente el confinamiento, las restricciones, los cierres perimetrales y toda la situación sobrevenida para tratar de frenar el avance de la pandemia, han sido las personas mayores, en situación de soledad no deseada, y las más jóvenes, que han visto frustrados sus planes inmediatos de vida y cercenada su socialización por los iguales, algo tan necesario y fundamental en esta etapa de la vida. Así lo han registrado tanto los servicios dedicados a prevención, drogas, empleo como en el servicio Cruz Roja Te Escucha, puesto en marcha en abril de 2020 para ofrecer apoyo y acompañamiento emocional y así poder paliar las consecuencias negativas de la pandemia COVID-19 sobre la salud mental de la población en general y especialmente de los colectivos más vulnerables.
Cruz Roja destaca que entre las personas mayores se ha sumado, en muchos casos, el duelo por sus seres queridos fallecidos durante la pandemia sin posibilidad de despedirse de ellos ni de llevar a cabo los habituales ritos funerarios. El servicio Cruz Roja Te Escucha ha atendido más de 7.000 consultas, de las cuales un 15% ha sido referidas a personas con síntomas de ansiedad por temor al contagio, por la situación de confinamiento y la pérdida de empleo.
Otro 15% a personas que muestran síntomas de bajo estado de ánimo y depresión; un 12% a quienes están viviendo cuadros de estrés y sobrecarga emocional, fundamentalmente por ser trabajadores de servicios esenciales o por compaginar el teletrabajo con las tareas domésticas y el cuidado de personas dependientes; un 7% de las personas manifiestan miedo, incertidumbre y desesperanza ante la situación que están viviendo; un 5% de las personas se encuentran en situación de aislamiento y soledad no deseada; hasta un 4% de las llamadas se han producido por personas con ideaciones y conductas suicidas, y el resto de las consultas se distribuyeron entre las siguientes situaciones: duelo, conflictos de convivencia (muy llamativamente con hijos/as adolescentes y con sus propias parejas), trastornos del sueño (fundamentalmente insomnio), adicciones comportamentales y con sustancia, patologías psiquiátricas y violencia doméstica.
Cruz Roja también subraya que respecto al perfil de las personas que han realizado las consultas destaca su pertenencia a colectivos vulnerables (personas mayores, personas migrantes, personas enfermas o con alguna discapacidad y sus principales cuidadores y cuidadoras, personas desempleadas y personas con escasos recursos económicos).
El 65% de las consultas son realizadas por mujeres y la franja de edad más representativa es la que se encuentra entre 50 y 64 años (32%). Lo que más han demandado en estas llamadas es la contención y el soporte emocional, pero en un 10% de los casos ha habido que derivar a estas personas a una asistencia psicológica especializada, por encontrarse en situaciones especialmente complejas, o a un acompañamiento emocional estable y periódico, por hallarse la persona en una situación de aislamiento y soledad no deseada. Ambas actuaciones, asistencia psicológica y acompañamiento emocional, se proporcionan desde el propio servicio Cruz Roja Te Escucha.
En cuanto a las perspectivas de futuro, Cruz Roja considera que las consecuencias sobre la salud mental y emocional de la pandemia van a persistir en el tiempo si no se actúa proporcionando a las personas que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad y fragilidad emocional, los recursos y las herramientas necesarias para afrontar sus dificultades, reducir su malestar y fomentar hábitos saludables en relación con la salud mental y emocional.
Por ello, Cruz Roja propone una estrategia para la prevención, detección y atención de problemas emocionales y de salud mental, que incluye la formación del personal laboral y voluntario y la elaboración de un plan de acción para desarrollar cuatro pilares: sensibilización, promoción y prevención (índices de fragilidad emocional); gestión de hábitos saludables (inteligencia emocional); intervención directa con personas con trastornos psicológicos o enfermedades de salud mental; y la protección de los derechos y lucha contra la discriminación de las personas con enfermedades de salud mental.
La directora general de FAD, Beatriz Martín Padura, manifestó por su parte que la evidencia científica dice que los trastornos mentales comienzan mayoritariamente durante la niñez y la adolescencia, especialmente a partir de los 14 años. Por eso es fundamental trabajar en su prevención e identificación desde estas edades. Según datos del Ministerio de Sanidad, en España, una de cada diez personas mayores de 15 años ha sido diagnosticada con algún problema de salud mental y dos millones de personas toman ansiolíticos a diario. Y según el INE, doscientas intentan suicidarse cada día y diez de ellas lo consiguen.
Según datos de diferentes estudios del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de FAD, al ser preguntados por sus perspectivas de futuro, más de la mitad de los jóvenes (54,1%) creen que tendrán que trabajar en lo que sea, depender económicamente de la familia (43,6%) y estar en paro o con dificultades para encontrar trabajo (41,1%).
En relación al ámbito emocional, la excepcionalidad pandémica ha afectado al estado anímico de la juventud, aumentando significativamente sus fuentes de estrés: destaca particularmente el estrés con el trabajo/estudios y con la situación económica.
Alrededor de la mitad de jóvenes cree haber tenido algún tipo de problema psicológico a lo largo de su vida, de manera recurrente para 1 de cada 4. Esta percepción de problemas es más alta entre las chicas, y es superior en los grupos de mayor edad. También es muy relevante que un 40% declara no haber recurrido a apoyo especializado, y una proporción similar tampoco lo ha compartido con nadie de su entorno.
Formalmente, entre quienes cuentan con un diagnóstico, los problemas más frecuentes son la depresión y la ansiedad, y hay un porcentaje ligeramente superior entre las mujeres.
La experiencia de ideas de suicidio es una cuestión que tampoco deja indiferente según los datos obtenidos: casi el 40% de jóvenes dice haber tenido ideas de este tipo y el 12% con cierta frecuencia. Aunque son una minoría, los chicos son más proclives a pensar en el suicidio con alta frecuencia.
FAD puso en marcha el Servicio de Información y Orientación Fad (SIOF, teléfono 900161515) tanto para población general como para la población juvenil con el SIOF Joven. A lo largo de 2020 se han atendido en el SIOF general más de 8.000 consultas y más de 2.500 en 2021. Las principales causas relacionadas con el bienestar emocional han sido la sintomatología relacionada con la ansiedad en primer lugar y con la depresión en segundo lugar.
En el SIOF Joven se han detectado elevados niveles de estrés y ansiedad. Las principales causas de las consultas han sido: ansiedad relacionados con las situaciones de aislamiento, miedo al contagio y falta de contacto social (52,7%); drogas (24%); o desidia, tristeza, desesperanza y “vacío” (6,4%).
En este mismo ámbito de juventud intervino María Ángeles Espinosa, presidenta del Comité de Estudios y Formación de UNICEF España y miembro de su patronato, para quien el impacto de la COVID-19 ha puesto en evidencia la necesidad de que la salud mental sea una prioridad ineludible en la respuesta a la pandemia y la reconstrucción de nuestra sociedad. En este sentido, es clave avanzar en el proceso de adopción de la Estrategia Nacional de Salud Mental, garantizando una atención especial a las necesidades y derechos específicos de los niños y adolescentes.
Por ello, UNICEF España destaca que el impacto que la pandemia y el confinamiento han tenido y pueden tener en el bienestar psicológico de la infancia han evidenciado la necesidad -ya patente- de ofrecer a este colectivo la atención específica que precisa en materia de salud mental. El Comité de Derechos del Niño, en sus Observaciones Finales a España, ya consideró prioritario en 2018 que España adoptara una política nacional de salud mental infantil, además de asegurar la disponibilidad de personal especializado y el aumento de servicios.
En este contexto, urge que España acelere el proceso de adopción de la Estrategia Nacional de Salud Mental cuyo borrador ya está en marcha, garantizando una atención especial a las necesidades y derechos específicos de los niños y adolescentes. Para UNICEF España, la elaboración de esta estrategia debe ser prioritaria dentro del plan de respuesta de la COVID-19, y desarrollada mediante planes autonómicos.
Según UNICEF, la salud mental es un derecho que debemos garantizar siempre y en todo momento a nuestros niños y niñas. El impacto del COVID19 y sus posibles consecuencias, aún imprevisibles, han puesto en evidencia la necesidad de que la salud mental sea una prioridad ineludible en la respuesta a la pandemia y la reconstrucción de nuestra sociedad.
Aunque no hay aún datos concluyentes sobre el impacto del COVID y el confinamiento en la salud mental de los niños y niñas en España, todo apunta a un incremento significativo en el número de casos, sobre todo entre la infancia más vulnerable. No obstante, UNICEF advierte de que se debe evitar caer en la excesiva patologización, ya que se viven circunstancias extraordinarias que provocan respuestas emocionales extraordinarias, y lo que en otro contexto podría parecer patológico, puede que no sea más que una expresión de miedo o sufrimiento temporal. No obstante, se pone en evidencia la necesidad de prevenir y detectar los problemas que puedan surgir para reducir riesgos.
Por ello, UNICEF España pide a todas las administraciones que se fortalezca el sistema de salud mental y de apoyo psicosocial en España con carácter permanente y que la respuesta al COVID incorpore una estrategia específica de salud mental y bienestar psicológico. Además, será clave la capacidad de detectar cuanto antes el riesgo en la salud mental de niños, niñas y adolescentes, para prevenir, proteger y tratar con medidas específicas y teniendo en cuenta las necesidades particulares de los más vulnerables.
También la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) presentó propuestas concretas en la reunión. Noema Paniagua, directora general de la asociación, explicó a Su Majestad —quien es presidenta de Honor con carácter permanente de la AECC y la Fundación Científica AECC— que antes de la pandemia, más de 245.000 personas con cáncer tenían necesidades de atención psicológica especializada que no estaban siendo cubiertas por el sistema, ya que el 94% de las CCAA no ofrecen este tipo de atención o la que ofrecen es insuficiente. Con la llegada de la pandemia, se ha agravado y cronificado esta situación y ahora son más de 530.000 los pacientes y familiares que habrían necesitado una atención profesional.
La AECC explica que, desde el primer momento de la pandemia, tuvo como objetivo garantizar la atención psicológica a pacientes y familiares a través del teléfono gratuito 24 horas, de programas de voluntariado de apoyo y acompañamiento y de la derivación a los servicios de atención psicológica especializada. La rápida respuesta de la organización se debió al uso de las nuevas tecnologías que permitieron la prestación del servicio de forma no presencial y a la estructura asistencial con más de 270 psicólogas especializadas en cáncer.
No obstante, la AECC cree que la mayoría de pacientes y familiares no recibieron la atención psicológica que necesitaban debido a que los recursos de sistema, ya de por sí escasos, se derivaron a cubrir las necesidades provocadas por la pandemia.
Por eso reiteran las peticiones en este sentido que demandan desde 2019: incorporar en el proceso de atención oncológica la medición sistemática del distrés, tanto de la persona enferma como del familiar, como el sexto signo vital después de la temperatura, presión arterial, pulso, frecuencia respiratoria y dolor, incluyéndola en la historia clínica; capacitar a los profesionales sanitarios que atienden a pacientes de cáncer para identificar y medir tanto su grado de malestar emocional como el de las personas que los acompañan; derivar a atención psicológica especializada, tanto al paciente como al familiar, cuando el grado de distrés identificado indique la necesidad de este nivel de intervención; garantizar la cobertura de la atención psicológica especializada para pacientes y familiares, bien con los recursos propios del sistema o bien integrando formalmente los recursos asistenciales que ofrecen entidades sin ánimo de lucro; y desarrollar modelos de atención psicológica basados en las nuevas tecnologías y recursos digitales que faciliten acceso a este servicio a personas con dificultades de desplazamiento.
Ramón Rodríguez, representante del CERMI, explicó que para las personas con discapacidad, mujeres y hombres, para sus familias y para todo este movimiento social, la pandemia ha trascendido la emergencia sanitaria y debe considerarse también y sobre todo como una emergencia humanitaria a escala nacional, europea y planetaria. Por eso, confían en que 2021 actúe como punto de inflexión en la mejora y la ampliación de los recursos para intervenir y prevenir en la que será la principal causa de discapacidad en 2030: los problemas de salud mental. A juicio del CERMI, resulta imperioso priorizar la inversión en recursos para la prevención, la detección precoz y la intervención temprana, de calidad, en salud mental, tanto a nivel individual como familiar.
CERMI recuerda que en 2018 el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprobó una resolución en la que se instaba a los Estados a adoptar, de manera activa, medidas para incorporar plenamente una perspectiva de derechos humanos en los servicios de salud mental y sociales, y a aplicar, actualizar y reforzar todas las leyes, políticas y prácticas existentes, a fin de erradicar todas las formas de discriminación, estigma, prejuicios, violencia, abusos, exclusión social y segregación en ese contexto, a que promuevan el derecho de las personas con afecciones de salud mental o discapacidades psicosociales a la plena inclusión y participación efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás. Pero antes de que en España se pusieran en marcha todos estos cambios se desató la pandemia por la COVID 19, lo que produjo no sólo la paralización de esas reformas sino el agravamiento de la situación.
La pandemia también ha puesto de relieve la necesidad de aplicar ajustes, como garante indispensable de acceso al derecho a la salud a las personas con discapacidad. Por ejemplo, no se habían previsto mascarillas que permitan la lectura labial a las personas con sordera, ni productos de apoyo que posibiliten la accesibilidad auditiva y el apoyo a la comunicación oral, como el bucle magnético.
Tampoco se consideraron apoyos técnicos o humanos para que las personas con discapacidad con trastornos del lenguaje y de la comunicación pudieran expresar su sintomatología a los profesionales de la salud o evitar episodios de angustia en personas con discapacidad intelectual, del desarrollo o con problemas de salud mental ante el aislamiento en una habitación de hospital, en cuyo caso, un ajuste razonable podría haber sido autorizar el acompañamiento, con todas las protecciones, de una persona cercana.
El CERMI también destaca las graves consecuencias del estado de alarma en las personas con problemas de salud mental sin hogar, y subraya que tampoco se tuvieron en cuenta alternativas residenciales para personas que salieran de prisión o de centros psiquiátricos penitenciarios en este período de restricción, abocando a estos colectivos al “sinhogarismo”. El real decreto del estado de alarma no tuvo en cuenta inicialmente que determinadas personas no podían, por razones perentorias asociadas a su discapacidad, permanecer indefinidamente en sus domicilios, confinadas, y necesitaron ineludiblemente acceder a la vía pública para evitar episodios de colapso personal con grave afectación de su conducta, de sus condiciones de salud y de bienestar psicofísico y emocional; como las personas con discapacidad intelectual, del desarrollo, el trastorno del espectro del autismo, el asperger, la psicosocial o enfermedad mental, el daño cerebral adquirido, y otras de efectos análogos.
Además, aunque el CERMI señala que no existen estudios específicos que permitan valorar el impacto de la pandemia en la salud mental de las mujeres con discapacidad en España, en estos meses se ha puesto de manifiesto la situación especialmente preocupante de aquellas mujeres con discapacidad con cuadros de depresión y ansiedad preexistentes y mujeres víctimas de violencia de género/doméstica que se han visto obligadas a convivir con sus maltratadores, lo que ha acrecentado la situación de vulnerabilidad de este sector de población.
Desde un principio la Fundación CERMI Mujeres fue consciente de la necesidad de articular herramientas que rompieran, por un lado, el aislamiento en el que estaban inmersas muchas mujeres con discapacidad, y por otro, proporcionar una instancia de acompañamiento y ayuda mutua a través de vías no tradicionales que pudieran adaptarse a la nueva realidad provocada por la pandemia. Además, se elaboró una guía de orientaciones para denuncia y con información sobre los servicios y recursos accesibles disponibles en materia de violencia de género durante el periodo de excepcionalidad marcado por la pandemia.
En este sentido la entidad puso en marcha herramientas que facilitaran el acceso a la información, así como el acceso a la denuncia, y al mismo tiempo, abrió un foro telemático, como una suerte de grupo de autoayuda global en el que podía participar cualquier mujer con discapacidad que tuviera, eso sí, conexión a internet y un equipo informático adecuado. Este foro global se desarrolló en sesiones en el marco del ciclo de Webinarios “No estás sola”.
Alba Ancochea, de FEDER, explicó que más allá de las enfermedades raras que, ya de por sí, cursan con trastornos mentales, como son algunas de las enfermedades neurológicas o síndromes de afectación cognitivo conductual, la problemática asociada a padecer una enfermedad rara genera afecciones en el estado de ánimo tres veces por encima del resto de la población. Concretamente la incertidumbre, el sentimiento de aislamiento, discriminación e indefensión son las fuentes más comunes de alteración del estado de ánimo.
Una situación que se ha visto aún más agudizada en la pandemia, durante la cual 7 de cada 10 sufrieron depresión y/o sensación de no poder superar sus problemas desde el inicio de la emergencia sanitaria (claro ejemplo de la doble vulnerabilidad de este colectivo) e interrupción de la atención psiquiátrica en 8 de cada 10, de aquellos que recibían este tipo de atención.
Muchas de las medidas de prevención y soluciones innovadoras utilizadas para gestionar los servicios sanitarios durante la pandemia, han generado otra serie de consecuencias en la salud mental y bienestar psicosocial de las personas con enfermedades raras (ER) y sus familias, quienes han experimentado una importante omisión de la realidad de las personas con enfermedades raras, colectivo que se ha encontrado al margen de protocolos sanitarios y estrategias de salud. Las particularidades propias de la condición de ER han vuelto a ser aspecto invisible para el sistema.
FEDER señala que el impacto de la crisis de la COVID 19 ha provocado importantes cambios en el sistema educativo, social y sanitario de España con serias consecuencias en la salud mental y el bienestar psicosocial de las personas con as ER, en busca de diagnóstico y sus familias que deben ser evaluados. Algunos de los cambios y medidas generados a causa de la pandemia parecen sostenerse en el tiempo sin que se hayan estudiado las implicaciones a medio y largo plazo, ni más allá del ámbito de la gestión. Lo que resultó útil en un momento tan excepcional como la pandemia, al mantenerse en tiempo puede ser perjudicial, al volver a un contexto normalizado. En definitiva, la transformación y recuperación habría de construirse a partir del valor de la experiencia mediante indicadores de medición. A juicio de FEDER, la atención telemática en salud debe revisarse, estudiando prioridades para la atención presencial, en todo lo referido a la atención en la salud mental, la comunicación de noticias y resultados diagnósticos. Cuando sea necesaria la atención telemática, hay que introducir medios como video conferencia y proporcionar formación a los profesionales sanitarios.
Además, hay que reconocer la situación traumática que han sufrido algunos colectivos al tener que priorizar su salud física a su salud mental, su trabajo al cuidado de las personas a cargo o la prevención al seguimiento sanitario; hay que incorporar la perspectiva de la salud mental en la reorganización de los servicios para, para afrontar la situación post traumática a la que se enfrentan, especialmente en lo referido a la atención de los colectivos vulnerables, y también invertir en la formación y coordinación entre unidades y profesionales.
Ancochea se refirió también a la necesidad de apoyar al tercer sector y de generar estructuras para proponer el soporte social, que ha resultado ser un elemento clave para la resiliencia y superación, en un momento donde no existían distancias. A su juicio, este puede ser el momento de reforzar la cohesión social, cooperación y ayuda mutua, eliminando las barreras virtuales de la geografía, potenciando sentimiento de unión entre los ciudadanos.