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oy conmemoramos un día de especial significación para Portugal y para España.
Se cumplen veinticinco años de la firma del Tratado que sellaría la plena incorporación de ambos Estados ibéricos a la gran familia europea. Un aniversario que va mucho más allá, pues cubre uno de los períodos más apasionantes de la construcción europea. La Unión se ha ensanchado de doce a veintisiete Miembros y ha profundizado sus ambiciones desde el ActaÚnica hasta el Tratado de Lisboa.
Recuerdo muy bien aquel doce de junio de 1985. A esta hora culminaban muchos años de arduas negociaciones, de ilusiones y esperanzas puestas en el ingreso de España y Portugal en las instituciones comunitarias, asumiendo el papel que les corresponde en el presente y el futuro de nuestro Continente.
Por lo que se refiere a nuestro país, se hacía realidad un objetivo crucial de la nueva España democrática, contando con el respaldo unánime de todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria.
España anhelaba su ingreso en la tarea de construcción europea, no sólo por lógica histórica y cultural -pues es evidente que Europa no puede entenderse sin España y Portugal-, sino también por coherencia política, económica y social.
La apuesta por el ingreso de España en las Comunidades Europeas era, además, el colofón exterior en la edificación de nuestra democracia, y la expresión más palpable de la firme voluntad española de contribuir al proyecto europeo.
Señoras y Señores,
Estos veinticinco años nos permiten subrayar lo mucho que nuestro ingreso en la Unión ha supuesto para la estabilidad, el progreso y la modernización de España, así como para articular ese activo compromiso de nuestro país a favor de la integración europea.
Como dije en la Universidad de Lovaina en 1997, "ninguno de nuestros grandes objetivos puede lograrse sin contar con el resto de los pueblos del Continente".
Como ya se ha recordado, son muchos los datos que avalan el salto de grandes proporciones dado por España en estos veinticinco años. Nos lo ha mostrado asimismo el vídeo que acabamos de ver.
Cambios sustanciales en el nivel y la calidad de vida de nuestros ciudadanos; cambios en nuestra proyección exterior; en el fuerte crecimiento, la apertura y la expansión de nuestra economía, con empresas punteras a escala internacional; o en la mejora de nuestras infraestructuras.
En ese camino mucho es lo que debemos a la Unión Europea y a la solidaridad de los restantes Estados Miembros, pero sobre todo al esfuerzo, tesón y apuesta de futuro de todos los españoles.
Conforme a las convicciones europeístas de los españoles, son igualmente numerosos los ejemplos que nos muestran que España ha dado lo mejor de sí misma a la causa europea encabezando o contribuyendo a las propuestas o planteamientos más integracionistas.
También hemos colaborado intensamente junto a Portugal a enriquecer la proyección exterior de la Unión, aportando a su condición de actor global unas intensas y seculares relaciones con Iberoamérica, el Mediterráneo yÁfrica.
En ese marco de impulso continuo al proyecto europeo, se inscriben asimismo los trabajos y esfuerzos de la actual Presidencia rotatoria de la Unión, que España ejerce guiada de nuevo por una decidida voluntad de servir a Europa y de apoyar a sus instituciones.
Presentada nuestra demanda de adhesión tras las elecciones democráticas de 1977, e iniciadas las negociaciones al poco de aprobarse nuestra Constitución, quiero reiterar hoy nuestra mayor gratitud a los Gobiernos que, con el respaldo unánime de nuestro Parlamento, presentaron la solicitud, y encauzaron y condujeron a buen puerto la negociación.
Una gratitud que hago extensiva al esfuerzo de los sucesivos Gobiernos que, entre otras muchas cosas y en consonancia con nuestras ambiciones europeas, han situado a nuestro país entre los primeros en incorporarse al Euro y en adoptar el Tratado de Lisboa.
Gracias a todo ello -y sin merma de su unidad, pluralidad y diversidad-, España es más Europa, al tiempo que está también más presente en el mundo conforme a la naturaleza universal de su vocación histórica.
Señoras y Señores,
Hace veinticinco años afirmé en este Salón de Columnas que estábamos dando "testimonio de la voluntad común de construir una Europa unida", convencidos de que la integración y la solidaridad entre europeos eran y son más necesarias que nunca.
Nunca, en efecto, habíamos sabido avanzar tanto juntos, ni habíamos expresado de manera tan clara y unívoca lo que queremos ser: un proyecto político, económico, social y cultural abierto, solidario e integrador.
Desde la perspectiva deléxito del ingreso de España y Portugal en la Unión Europea, que tan intensamente ha fortalecido las relaciones hispano-lusas, es hora de tomar aún mayor conciencia de lo mucho que los Estados Miembros necesitamos y debemos a Europa.
Como bien señaló Robert Schuman "Europa sabe que tiene en sus manos su propio porvenir".
Por ello, si gracias a la Unión Europea hemos progresado y superado otros momentos de dificultades, hoy todos debemos volver a aunar en torno a ella el liderazgo y las energías necesarias para asegurar a Europa el peso y la voz que le corresponden frente a los retos y las crisis de nuestro mundo global.
La fe en el futuro de Europa es nuestro destino, es también nuestro compromiso, y será nuestro mejor legado para las generaciones venideras.
Muchas gracias.