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eñora Presidenta,
Quiero daros de corazón la más afectuosa bienvenida, junto a Vuestro esposo y la delegación que os acompaña, en la Visita Oficial que acabáis de iniciar a España.
No es la primera vez que venís a nuestro país cuya cultura e idioma conocéis desde hace tiempo. Como tantos de Vuestros compatriotas habéis disfrutado en nuestra tierra de días de descanso, en los años más recientes para redescubrir la Alpujarra en Granada, o para hacer el Camino de Santiago.
Hemos tenido además la fortuna de teneros con nosotros, no solo en la Segunda Cumbre Unión Europea-América Latina y Caribe de Madrid en 2002, sino también -unos años más tarde- en este mismo Palacio, con motivo de la boda de los Príncipes de Asturias.
Durante esta Visita, que nos permite comprobar lo mucho que han avanzado nuestras relaciones, esperamos que volváis a apreciar la especial simpatía y el profundo afecto que el pueblo español siente hacia el pueblo irlandés.
Estos sentimientos, Señora Presidenta, disponen de sólidos fundamentos. Irlanda y España están ligadas por intensos vínculos, que las modernas investigaciones vienen situando cada vez más atrás, en la prehistoria y el mundo celta.
Así, las maravillosas leyendas irlandesas que nos hablan de aquellos pobladores que llegaron del norte de España, no son solo fruto de tradiciones y de la mejor producción literaria del pueblo irlandés, sino parte misma de nuestro pasado común.
Con el tiempo, esos lazos se han ido profundizando de una forma singular. Ello ha sido así -más allá del desarrollo de las relaciones políticas o comerciales-, gracias al trasiego continuo de las personas y al flujo de las ideas.
La pronta llegada del Cristianismo a ambas Naciones hizo del monacato y la peregrinación una vía de comunicación y solidaridad entre nuestros pueblos, que los avatares de la Historia Moderna se encargaron de consolidar.
Así, la fundación a partir del Siglo Dieciséis de Colegios irlandeses en muchas ciudades universitarias españolas -entre ellas Alcalá de Henares, que mañana visitaréis-, otorgó una dimensión intelectual y espiritual muy notable al exilio desde Irlanda. Ello enriqueció a España, al tiempo que preservó los valores esenciales del ser irlandés.
De ahí la generosa amistad hacia nuestro país presente en los versos de la obra "Dark Rosaleen" de vuestro gran poeta, James Mangan.
Como es bien sabido, muchos de aquellos exiliados permanecieron entre nosotros. Fundaron notables familias y desarrollaron importantes carreras en la milicia y en la política. Tal es el caso de Ricardo Wall, durante los reinados de Fernando VI y Carlos III a mediados del Siglo Dieciocho o, por supuesto, de Leopoldo O'Donnell, un siglo más tarde bajo el reinado de Isabel II.
Irlanda y España enlazarían así progresivamente sus relaciones y culturas "al ritmo de la historia y de la esperanza" en palabras del Premio Nobel, Seamus Heaney.
Y, si en el pasado fueron los irlandeses los que vinieron a formarse a España en los Colegios a los que me he referido, desde hace décadas son muchos los españoles que aprovechan la cercanía cultural entre nuestros dos países para estudiar en Irlanda.
Esa realidad, junto a las muy importantes corrientes de irlandeses que nos visitan desde hace años, o la de quienes han fijado su segunda residencia en nuestro país, explican que hoy nuestros ciudadanos estén más cerca y se conozcan mejor.
Señora Presidenta,
En el plano bilateral, nuestras relaciones fueron intensas desde la creación del Estado irlandés, pero no cabe duda de que lo son aún más desde hace un cuarto de siglo, cuando nuestros países se convirtieron en socios dentro del gran proyecto europeo. Esta pertenencia a la Unión Europea ha sido un factor clave para la transformación y el desarrollo económico y social de ambas Naciones.
Tanto Irlanda como España han encontrado en la Unión el marco, los medios y la solidaridad para su modernización y el progreso de nuestros ciudadanos, junto a los restantes socios europeos.
Desde 2008 los países del viejo Continente hemos debido afrontar una grave crisis internacional, de la que, tenemos la certeza, saldremos adelante con renovadoímpetu, contando con el debido esfuerzo de todos. Como dijisteis en Berlín hace unos años, los europeos de hoy "somos los sagrados custodios de la Europa del mañana".
Con ese espíritu, nuestros países pondrán lo mejor de sí mismos para lograrlo.
El mundo y Europa afrontan muchos problemas, retos y desafíos, así como oportunidades de sentar las bases del mejor porvenir para nuestros ciudadanos. Es por ello hora de unidad en el plano europeo y de mayor concertación a escala internacional.
Para concluir y cuando os aproximáis al final de Vuestro segundo mandato, quiero expresaros, Señora Presidenta, nuestra felicitación por vuestra dedicación y labor.
Deseándoos una muy feliz y fructífera estancia en España, quiero ahora levantar mi copa para brindar -junto con la Reina y los Príncipes de Asturias-, por Vuestra felicidad y la del Doctor McAleese, así como por la profunda amistad entre Irlanda y España.
Muchas gracias.