Buenos días, gracias por haber querido que les acompañe en la inauguración oficial de este Primer Congreso Internacional contra la Violencia de Género.
Después de haber escuchado al presidente de la Comunidad de Madrid y a la Vicepresidenta del Gobierno, déjenme que repita un par de ideas. La primera es que la violencia de género no entiende de razas ni de edad ni de condiciones económicas. Y la sufren no sólo las mujeres, también las personas que dependen de ellas: sus hijos, los mayores y quienes tienen discapacidad. Identificar a la persona que está sufriendo esta violencia y ayudarla con todos los recursos disponibles es nuestra obligación como sociedad democrática, libre y justa. Lo acabamos de oír: una sola víctima es intolerable. Da igual a qué ámbito nos refiramos: doméstico, laboral, social. En ocasiones esta violencia se disfraza de comentarios o conductas a las que a veces no se da importancia pero que en realidad atentan contra la igualdad de derechos y oportunidades. Una violencia que, además, está encontrado un campo abonado entre los más jóvenes y en el uso incontrolado de las nuevas tecnologías de estas personas aún sin los recursos que un adulto tiene para enfrentarse a situaciones complicadas.
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Sólo con educación en valores de igualdad y respeto conseguiremos que la violencia de género sea erradicada. Educación como el elemento integral y esencial que rompa los tabúes, los prejuicios negativos y las ideas preconcebidas hacia roles tanto de la mujer como del hombre que lleven a conductas basadas en la superioridad, en la falta de respeto, en la violencia verbal y física. Con educación, se fomenta la autonomía de la mujer, su independencia, se fortalece su seguridad personal y su capacidad para buscar alternativas, para romper el silencio. Para encontrar la salida.
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Independientemente de los esfuerzos que se están haciendo desde todas las instancias implicadas en la mejora de la situación actual, me veo obligada a mencionar un asunto que para mí es clave: la educación. Sólo con educación en valores de igualdad y respeto conseguiremos que la violencia de género sea erradicada. Y éste era el segundo mensaje: educación como el elemento integral y esencial que rompa los tabúes, los prejuicios negativos y las ideas preconcebidas hacia roles tanto de la mujer como del hombre que lleven a conductas basadas en la superioridad, en la falta de respeto, en la violencia verbal y física. Con educación, se fomenta la autonomía de la mujer, su independencia, se fortalece su seguridad personal y su capacidad para buscar alternativas, para romper el silencio. Para encontrar la salida.
Gracias a quienes participáis en este congreso. Y que sus conclusiones nos hagan avanzar por el único camino admisible: la erradicación de la violencia de género.
Gracias.