Muy bienvenidos, a este tradicional almuerzo del Cervantes en el que a la Reina y a mí nos alegra y nos honra compartir con todos nuestro común homenaje al ayer y al hoy de nuestras letras, especialmente ante la presencia y compañía de nuestra premiada Ida Vitale.
Permitidme comenzar estas palabras, este brindis recordando nuevamente a Rafael Sánchez Ferlosio, que nos ha dejado este mismo mes de abril:
Sánchez Ferlosio, uno de los más grandes creadores de la lengua, recibió el Premio Cervantes en 2004 y fue extraordinario en todas sus voces, desde la economía incisiva y coloquial de El Jarama, o la mirada lúcida que siempre guio la compleja sintaxis de sus ensayos, a la rara transparencia que sigue conmoviéndonos en su inicial Alfanhuí. Su pensamiento, su humor, su capacidad observadora y su querencia por la naturaleza, su sabiduría implacable y bondadosa, seguirán acompañándonos siempre. Sirva este recuerdo como sentido homenaje a su persona y a su memoria.
Y aquí evocamos también, necesariamente, la necesidad irrenunciable de libertad de pensamiento y de creación, que tienen en el libro y la palabra lugares predilectos de expresión.
La entrega, ayer, del Premio Cervantes a Ida Vitale nos remite a la importancia de la poesía en el día de hoy, en nuestros días…
"...estamos aquí para celebrar la excelencia de nuestra literatura en lengua castellana a través del genio creativo y personal de quien ha deslumbrado en ella. Gracias, Ida Vitale. Brindamos por usted, por su obra y su trayectoria, tan generosas con tantos y tan luminosa para nuestra mayor riqueza, para esa patria común de tantos pueblos y naciones: nuestra lengua, la de Cervantes..."
Muchas veces, desde fuera, se relaciona la poesía con un lenguaje ornamental o con un mundo idealizado; pero seguramente el verdadero lugar de la poesía es una búsqueda en el interior de la lengua para encontrar cada vez una forma de exactitud, una palabra precisa y —en este sentido— verdadera. Una palabra precisa para las emociones y para el pensamiento, para la memoria y la intimidad, para el encuentro con el mundo. Una palabra trabajada para que tenga peso por sí misma, sin disolverse en la circulación. Y esto hoy, en la ola de la inmediatez virtual, importa más que nunca.
Y ya sabemos que en la poesía, cuando se le dedica la vida entera —como es el caso de Ida Vitale—, toma forma la sabiduría. Nuestra premiada ha querido encabezar su Poesía reunida (1949-2015) con poemas recientes —“Antepenúltimos”—, y titula sus primeras líneas “Recursos”. Ahí escribe:
“Leer y releer una frase, una palabra, un rostro. Los rostros, sobre todo. Repasar, pesar bien lo que callan”.
La sabiduría, el poema —parece decirnos Ida Vitale— nace de la atención, de la escucha. Mirar los rostros, escuchar su expresión, sus palabras, su silencio.
Y en la poesía cobra especial relevancia el papel de la lectura para preservar un espacio personal, para tener un pensamiento propio y despierto, crítico; para ampliar las dimensiones de la persona más allá de las necesidades inmediatas. No solo la poesía puede ofrecer esta posibilidad, cumplir esta función; es cierto. Pero un poema lo hace de una manera especial, por su resistencia a los fenómenos de la omnipresente mercadotecnia, a las fáciles etiquetas que continuamente cambian. En el poema las palabras no solo tienen valor de cambio, significado. También suenan, tienen una realidad física, tantas veces olvidada, que les confiere un peso, una química determinante.
Señoras y señores,
El recorrido de Ida Vitale compendia una clara trayectoria iberoamericana: una larga estancia en México; residencia y labor docente en unos Estados Unidos que, cada día más, acrecientan su dimensión hispánica; vínculos con España —sobre todo en las dos últimas décadas—, y regreso reciente al Uruguay. Esta perspectiva transversal, verdaderamente iberoamericana y no condicionada por límites nacionales, es muy necesaria: todos tenemos que aprender de ella.
Pero estamos aquí para celebrar la excelencia de nuestra literatura en lengua castellana a través del genio creativo y personal de quien ha deslumbrado en ella.
Gracias, Ida Vitale. Brindamos por usted, por su obra y su trayectoria, tan generosas con tantos y tan luminosa para nuestra mayor riqueza, para esa patria común de tantos pueblos y naciones: nuestra lengua, la de Cervantes. Por ella y por su futuro esperanzador brindamos también con usted y con todos.