Se cumplen 20 años de la creación de la Fundación Euroamérica. Y hace cinco, en mayo de 2014, tuve ya la satisfacción de poder celebrar su decimoquinto aniversario en uno de los últimos actos a los que asistí como Príncipe de Asturias. Así que permitidme que antes de nada felicite a todos los que hoy y a lo largo de las últimas dos décadas han trabajado para darle vida al noble propósito de la Fundación Euroamérica.
Como bien sabemos, esta Fundación centra su actividad en un ámbito de la escena internacional que es esencial para España: las relaciones entre Europa y América. Desde esta orilla del Atlántico, España siempre ha aspirado a realizar una contribución sustancial a la relación entre ambos continentes, y el impulso de la Comunidad Iberoamericana de Naciones como amplio espacio para la concertación y la cooperación es buena prueba de ello.
Porque ese impulso no está solo basado en nuestra especial conexión histórica, de lengua y cultura, en valores compartidos o en un interés económico privativo de España y Portugal; lo está también y de forma creciente en que lo creemos bueno para Europa ─para la UE─ y bueno para América Latina. Asumimos una responsabilidad actualizada, moderna y constructiva en el contexto de las relaciones internacionales.
Además, esto no se reduce a unas directrices políticas o geoestratégicas de Estado, aunque estas son necesarias, indudablemente; y en nuestro caso, no es porque de alguna manera nos lo indique nuestra propia Constitución, que también. Hay que recordar, que los españoles ─y también los portugueses─ nos sentimos especialmente unidos a nuestros hermanos de Iberoamérica en el terreno de los afectos familiares, de lo emotivo. Nos importa de una manera más íntima lo que allá ocurre; un sentimiento que es ─estoy convencido─ de doble dirección. Y a partir de ahí, impregnados por ese vínculo humano, trabajamos por la construcción en todos los ámbitos posibles de una relación útil, responsable, respetuosa, equilibrada y con visión de futuro.
En última instancia, la lengua o el espacio lingüístico común que compartimos con tantas naciones americanas nos posiciona en un lugar de especial cercanía tanto desde un punto de vista emocional, como desde una perspectiva cultural, económica y política en el mundo globalizado del siglo XXI.
Al mismo tiempo, los Estados Unidos son igualmente un socio capital para España, y un país amigo por muchas razones... Pero una de ellas, naturalmente, es la herencia y presencia hispana tan importante y valiosa que tiene en muchas partes de su territorio, como tantas veces comprobamos en nuestras visitas.
Por eso, cuando hablamos tanto de la importancia de las relaciones trasatlánticas, no debemos olvidar que a las que surgen entre los países de Occidente, esencialmente entre Europa y Norteamérica, tras la II GM y durante la guerra fría, debemos añadir la que representa hoy la gran familia iberoamericana y, por tanto, también la relación de Europa con América en su conjunto.
Sinceramente, ese gran espacio puede y debe representar una contribución cada vez más importante al desarrollo equilibrado y pacífico de las relaciones internacionales, y a la capacidad de enfrentar los grandes desafíos de la agenda global.
"...esta Fundación centra su actividad en un ámbito de la escena internacional que es esencial para España: las relaciones entre Europa y América. Desde esta orilla del Atlántico, España siempre ha aspirado a realizar una contribución sustancial a la relación entre ambos continentes, y el impulso de la Comunidad Iberoamericana de Naciones como amplio espacio para la concertación y la cooperación es buena prueba de ello..."
Desde su creación en 1999, la Fundación ha servido de punto de encuentro para acercar a europeos y americanos entre sí, debatiendo acerca de los principales temas en la agenda de la relación bilateral, particularmente a través de sus foros anuales. Madrid, Bruselas, Lima, Buenos Aires, La Antigua, Lisboa, Bogotá, Santiago de Chile, Miami, México D.F. y un sinfín de ciudades más han sido testigos tanto de este tipo de eventos como de distintos seminarios específicos donde figuras de incuestionable relevancia han aportado su experiencia y su conocimiento.
Es absolutamente clave que organizaciones de esta naturaleza sigan trabajando en una línea que, sin duda, complementa el trabajo de las instituciones públicas.
Para que el trabajo de estas organizaciones sea efectivo hacen falta liderazgos. Por ello, me gustaría referirme a la figura de Benita Ferrero-Waldner, quien deja la Presidencia de la Fundación tras un gran mandato:
Benita es una de las grandes europeístas de nuestro tiempo; una figura de gran magnitud a la que no vamos a descubrir hoy aquí. Retirada ya de sus quehaceres diplomáticos, es ejemplo de generosidad, como ha demostrado a lo largo de los años al frente de la Fundación.
No lo olvidemos, además de su paso por el sector privado, ha dejado su impronta también en Naciones Unidas, ha sido Secretaria de Estado, Ministra de Asuntos Exteriores y candidata a la presidencia de Austria, así como Comisaria Europea de Relaciones Exteriores y Comisaria de Comercio y Política Europea de Vecindad. Se trata de un bagaje profesional de altísima excelencia caracterizado por el servicio público.
Benita, muchas gracias por tu labor al frente de la Fundación y por tu amistad y cariño hacia España, que también consideras en parte tuya. Tu entusiasmo y tu liderazgo a lo largo de este tiempo han sido encomiables. También por tu apoyo a la Corona, que te agradezco profunda y sinceramente.
Ahora la Fundación ha tenido el gran acierto de elegir como sucesor a Ramón Jáuregui. Ramón ha tenido una larga e intensa trayectoria en la política española en todos los niveles. Además, es un magnífico y experimentado conocedor de las relaciones entre Europa y América.
No en vano, en su condición de eurodiputado, formó parte de la Delegación de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana en la 7ª y 8ª legislaturas del Parlamento Europeo, siendo su Presidente durante los últimos cinco años. Estoy seguro de que pondrá todo su empeño, su vocación de servicio, su saber y su acreditada profesionalidad en esta nueva e ilusionante responsabilidad.
Termino ya, pero no sin reiterar antes mi agradecimiento personal a todos aquellos, como los aquí presentes, que ayudan a reforzar nuestros lazos a ambos lados del Atlántico. Sigamos juntos en este empeño, trabajando y aunando esfuerzos para construir espacios donde compartir experiencias y reducir la distancia geográfica, que no afectiva, que nos separa. No me cabe ninguna duda de que nos aguarda un futuro muy prometedor.
Muchas gracias y Feliz XX Aniversario a la Fundación Euroamérica.