Es para mí un motivo de gran satisfacción dirigirme a un foro de profesionales altamente cualificados en materias medioambientales, y que este contacto se produzca con motivo de la celebración del II Congreso Nacional del Medio Ambiente, acontecimiento que demuestra la preocupación e interés de la sociedad española por un asunto tan apasionante.
Un simple análisis del programa que va a tratarse en este Congreso nos pone de manifiesto cómo los problemas medioambientales tienen expresión en prácticamente todos los ámbitos de la acción humana. La estrecha y ancestral relación hombre-naturaleza está actualmente modificada por múltiples factores que la hacen más difícil y compleja.
Están ya lejos los tiempos en los que se pensaba que un desarrollo a ultranza, sin límites de ningún tipo, era la solución a los males económicos y sociales que aquejan a nuestro planeta. Hoy, nadie con visión de futuro podría defender la teoría de un desarrollo no sostenible, que no tenga en cuenta la ineludible reposición de los recursos y la prevención de los efectos que de modo inevitable el propio desarrollo genera.
Este incremento de la conciencia ambiental, que se extiende día a día por todas las naciones e impregna sutil y eficazmente el tejido social, es una señal de esperanza cara al futuro.
La inclusión de la educación ambiental en los planes de estudio y la participación escolar de los jóvenes en programas de prevención, son signos que nos indican que las generaciones venideras sabrán afrontar este problema don sensibilidad, generosidad y solidaridad.
Muchos y graves son los problemas que nos afectan. Las amenazas globales, como la reducción de la capa de ozono, el cambio climático por el “efecto invernadero”, la contaminación generalizada, la pérdida de diversidad biológica y la creciente extensión de los desiertos, nos indican que las actividades humanas están acelerando el deterioro, en algunos casos irreversible, del espacio natural y poniendo en peligro el delicado equilibrio de la biosfera.
Pero no son solamente los factores industriales y climáticos los causantes de estos desequilibrios. La creciente desigualdad en la distribución de la riqueza, y el consumo desorbitado y ambientalmente destructivo, hace que los países más pobres, cuya subsistencia diaria depende de su medio ambiente, se debatan en una espiral de pobreza y degradación ecológica que acaba afectando a todo el mundo.
Paradójicamente, nuestro frágil planeta está enfermo, al mismo tiempo, por un exceso de desarrollo y de subdesarrollo. La acción ambiental nos exige especialmente avanzar y profundizar en un modelo de desarrollo sostenible y equilibrado, que implique una asignación correcta y racional de los recursos disponibles, atendiendo a criterios de eficacia, seguridad y solidaridad; entendida ésta tanto en el aspecto territorial como en el generacional, puesto que el medio ambiente no conoce leyes nacionales ni fronteras físicas, y son nuestras acciones de hoy las que definirán el mundo del futuro.
Porque vivimos en una sola Tierra, somos una única Familia, y tenemos un Anhelo común.
Pero esta actitud solidaria de carácter internacional no debe hacernos perder la óptica de los problemas específicos que afectan a nuestro país: incendios, desertificación, contaminación atmosférica y acústica, degradación del litoral, depuración de aguas, y tantos otros sobre los que reflexionará este Congreso, al que todos deseamos el mayor de los éxitos.
El Rey que no ha podido estar en este acto, pese a su deseo, por tener que atender en esta misma fecha otras responsabilidades, me pide les manifieste, que el estímulo y apoyo incondicional de la Corona siempre estará presente en aquellos proyectos de amplio consenso y contenido social, que como el medio ambiente, aporten a nuestros conciudadanos una mejora en sus condiciones de vida.
Muchas gracias.
Declaro inaugurado el II Congreso Nacional del Medio Ambiente.
Se levanta la sesión.