Siempre es un placer venir a Sevilla, y más aún hacerlo por algo tan extraordinario como este Congreso ligado a nuestro gran tesoro común, la Lengua Española. Pero permítanme comenzar mi intervención con unas palabras de homenaje y sentido pésame en memoria de la Dtra Doña Margarita Salas Falgueras, Marquesa de Canero, que falleció ayer en Madrid.
Margarita Salas fue, como saben, un referente esencial para la ciencia en España y una académica ejemplar. Su invalorable aportación al lenguaje científico y técnico ha sido justa y ampliamente reconocida. Su compromiso con nuestra sociedad, en suma, ha dejado una impronta y un legado extraordinarios por los que siempre estaremos agradecidos. Nos deja una de las grandes.
Señoras y señores,
Al clausurar este 16º Congreso de “nuestras” Academias de la Lengua Española y digo nuestras porque juntas forman una gran familia de cuya relación todos los que hablamos esta lengua somos beneficiarios, no puedo dejar de expresar mi reconocimiento por el formidable esfuerzo realizado en Sevilla, durante cinco días, para debatir sobre la gran cantidad de cuestiones comprendidas en su ambicioso programa. La Reina y yo admiramos el trabajo desarrollado y les felicitamos muy sincera y profundamente por sus resultados tan fecundos.
Ustedes, doctos académicos de todo el mundo hispánico que tienen la alta responsabilidad de cuidar del buen estado y de la unidad de la lengua, han tratado durante sesiones muy intensas sobre lexicografía, gramática, fonética, ortografía y otras ciencias y técnicas del lenguaje.
Todos estos análisis los han acompañado con el trabajo en común para enmendar y mejorar las obras principales que rigen nuestro idioma: el Diccionario de la Lengua Española, que ya se encamina hacia la 24ª edición, la nueva edición del Diccionario panhispánico de dudas y del Diccionario de americanismos, han presentado el Glosario de términos gramaticales, estudiado los progresos del Nuevo diccionario histórico del español, y del Diccionario panhispánico del español jurídico, cuyos avances están siguiendo con interés diversas instituciones iberoamericanas, como la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno, que se celebró en Antigua (Guatemala) hace un año. Y han impulsado, en fin, muchas obras nuevas de interés lingüístico, como el Diccionario fraseológico panhispánico y el Diccionario escolar panhispánico.
También han considerado la situación de las imponentes bases de datos, llamadas Corpus, que guardan millones de fórmulas. Han añadido la novedad importante de convertir el Cordiam ─preparado por la Academia Mexicana y de un valor inestimable por su información histórica─ en un proyecto panhispánico en el que trabajarán en lo sucesivo todas las Academias.
El Congreso ha contado, además, con una amplísima agenda literaria y cultural en la que han participado muchos de los mejores escritores en lengua española, se han celebrado y presentado hasta cincuenta obras institucionales o personales, recordado grandes hitos de la literatura en español, como Conversación en la catedral, de Vargas Llosa, o se ha organizado una lectura pública y colectiva, en la emblemática plaza de San Francisco, de Rayuela de Julio Cortázar. También se han debatido problemas concernientes a la edición, la propiedad intelectual o el lenguaje en Internet.
Toda la enorme riqueza de ideas que ha recorrido las diversas sedes sevillanas del Congreso tendrá consecuencias inmediatas de interés para la defensa y promoción de nuestra lengua.
Glosaré de las conclusiones y enseñanzas de este Congreso solo tres aspectos:
El primero concierne a la cohesión, a los firmes lazos de cooperación, de las Academias que integran ASALE. Durante muchos años la fijación de la normativa del español fue una tarea exclusiva de la Real Academia Española. La Academia publicó en el siglo XVIII las obras que fijaron el canon del idioma: el Diccionario entre 1726 y 1739; la Ortografía, en 1741; y la Gramática, en 1771. Justamente un siglo después, en 1871, empezaron a crearse Academias correspondientes de la Española en América siendo pioneras las de Colombia, Ecuador y México, fundadas entre 1871 y 1875. El proceso siguió a buen ritmo a finales del siglo XVIII y primeros años del XIX, hasta llegar a la Academia norteamericana, establecida en 1973, la ecuatoguineana en 2015 y la del judeo español en 2019.
"...es tan grande el impacto previsible de las aplicaciones de esta tecnología que resulta imposible determinar hoy todas sus consecuencias. Pero es imprescindible crear las estructuras que puedan aprovechar en los mejores términos cuanto está trayendo de beneficioso esta incipiente revolución. Es evidente que está afectando ya a la comunicación humana de la que la lengua es vehículo esencial..."
Pese a la sucesiva creación de academias, hasta mediados del siglo XX el Diccionario y demás obras normativas eran elaborados considerando predominantemente el español de Castilla. Esta situación empezó a cambiar a partir de la creación de la Asociación de Academias de la Lengua, impulsada por el Presidente de México Miguel Alemán. Todas las academias han establecido un ideal y un método de trabajo, que han denominado panhispánico con buenas razones.
Trabajan juntas en la defensa de la unidad y la calidad del español, y tienen en cuenta tanto los elementos comunes a todas las naciones hispanohablantes como las particularidades de cada territorio. Esta manera de respetar la lengua común y de proteger sus peculiaridades es, sin duda, la consagración de las fervientes recomendaciones que don Andrés Bello puso al frente de su Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, publicada en 1847.
Celebro que la Real Academia Española haya editado, con ocasión de este Congreso, una edición facsímil del ejemplar de la Gramática Bello que conservaba en su biblioteca.
La segunda consideración tiene que ver con las obras completas de Cervantes, a cuya presentación, por los directores de la Real Academia y de la edición, acabamos de asistir. En ella han quedado demostrados con claridad los desvelos de la Academia por reivindicar la importancia del más grande de nuestros escritores, construyendo su biografía más certera y editando con la mejor técnica su obra inigualable.
Don Santiago Muñoz Machado ha hecho un recorrido ajustadísimo (interesante y didáctico), sobre la relación de la Academia con Cervantes desde finales del siglo XVIII. Don Francisco Rico nos ha recordado que la Academia, desde su fundación en 1713, asumió en sus estatutos como un deber “divulgar los escritos literarios, especialmente clásicos”, en ediciones “correctas, asequibles y dignamente presentadas”. La Biblioteca Clásica de la Real Academia Española, de la que es una muestra la colección de las obras completas de Cervantes, es la realización final de aquel programa dieciochesco que han venido recordando todos los estatutos de la Academia hasta el vigente.
Es encomiable la perseverancia de la Docta Casa en proteger y conservar las más importantes creaciones literarias escritas en nuestro idioma. Son parte de nuestra historia, y muestran la excelencia de la cultura creada a partir de la lengua española. La “lengua de Cervantes” llamamos a la española para señalar el destacadísimo papel que don Miguel tuvo en su consolidación y perfeccionamiento como herramienta de la mejor literatura nunca escrita.
Por ello, la celebración de la nueva e impecable edición de sus obras completas es un motivo de regocijo para todos nosotros. Felicitaciones a la Academia por culminar su empeño de publicación de la magna colección cervantina, y al director de la edición crítica por su dedicación y por la calidad de los resultados obtenidos que han situado al mayor de nuestros ingenios en cumbres editoriales nunca antes alcanzadas.
La tercera y última consideración sobre los resultados del Congreso, concierne a la apertura de las academias al reto digital y, en particular, al programa LEIA, concerniente a las relaciones de la lengua con la inteligencia artificial. Este mismo acto de clausura ha ofrecido una clara representación de que el trabajo de las Academias tiene que atender simultáneamente al pasado y al futuro.
Al pasado porque el español es una magnífica herencia de nuestros antepasados, que adquirió los caracteres de la bellísima lengua que hoy es mucho antes de que nosotros naciéramos. Basta para ilustrar esta constatación el recuerdo de Cervantes. Y al futuro porque las Academias se acaban de comprometer a velar por nuestra lengua y luchar por su buen uso y unidad en los nuevos entornos dominados por la tecnología digital.
Es tan grande el impacto previsible de las aplicaciones de esta tecnología que resulta imposible determinar hoy todas sus consecuencias. Pero es imprescindible crear las estructuras que puedan aprovechar al máximo y de la mejor manera cuanto está trayendo de beneficioso esta incipiente revolución. Es evidente que está afectando ya a la comunicación humana de la que la lengua es vehículo esencial.
Celebro y felicito la perspicacia de quienes han concebido la alianza entre las grandes empresas tecnológicas globales y la RAE, con la adhesión de todas las Academias que forman ASALE. Y me alegra conocer que es un proyecto abierto a todas las empresas e instituciones que quieran sumarse en los sucesivo. Establecer una regulación global sobre el uso del español por las máquinas, me parece un proyecto apasionante. Como ha dicho el Director de la Española, tiene algo de refundacional.
Días como el de hoy y las actividades de este Congreso refuerzan nuestras ilusiones y seguridades como comunidad lingüística y cultural. O, lo que es lo mismo, la relevancia universal de las naciones hispanohablantes.
Enhorabuena a todos y muchas gracias.