Celebramos un acto solemne y sobrio, lleno de símbolos y evocaciones y en un lugar que es nuestro principal “templo” de la excelencia artística y del patrimonio cultural de España. Y lo hacemos con un objetivo que es al mismo tiempo didáctico y de homenaje, ejemplificador y de gratitud. Es lo que pretende todo premio; es lo que el Círculo de Empresarios, el Círculo de Economía y el Círculo de Empresarios Vascos decidieron hacer instituyendo el Premio Reino de España a la Trayectoria Empresarial hace ocho años, simbolizando también la trayectoria de colaboración entre estas entidades ─junto a otras de toda España─ y su voluntad vertebradora de nuestro país desde la sociedad civil, desde el mundo empresarial.
A nadie debe sorprender la conexión con El Prado, si de lo que se trata es de resaltar la excelencia, pero tampoco porque, además, esta casa ─aunque de todos─ la sintió muy suya nuestro protagonista, D. Plácido Arango Arias, puesto que aquí sirvió, también con enorme entusiasmo y altura, al frente de su Real Patronato, como hoy lo hace D. Javier Solana.
La entrega de esta V edición del Premio nos quiebra el sentimiento y la voz por la reciente noticia del fallecimiento de Plácido Arango, una sorpresa muy triste, una gran pérdida. Y lo que iba a ser un acto de reconocimiento, con toda justicia y con él aquí entre nosotros, se transforma en una reflexión “in memoriam” sobre el legado de una vida plena dedicada a generar empleo y riqueza, una vida marcada por un espíritu profundamente emprendedor, generoso y filantrópico.
Verdaderamente, en momentos como este se acrecienta aún más la imagen y la altura de los hombres realmente grandes. Y esto es especialmente cierto en Plácido: su extraordinaria valía y su alto ejemplo nos dejan una huella imborrable al tiempo que nos señalan un camino a seguir y unos valores fundamentales labrados en una excepcional trayectoria: como hombre de empresa, como filántropo ilustrado y como patriota sin fronteras ─de su México (Tampico) natal, a su España vital, orgulloso de su asturianía de ancestros y vocación─, siempre ejerciendo su libertad con visión y valores universales.
Se nos ha ido un gran empresario, sí; pero, sobre todo, para muchos de los que estamos aquí ─especialmente su familia─ y en todo caso para mí, se nos ha ido una gran persona y un gran amigo. Alguien a quien siempre estaremos agradecidos; que siempre estaba en su lugar; con el que siempre podías contar; cuyo consejo siempre debías oír. Le tendremos siempre en nuestro recuerdo.
Con inevitable tristeza, pero sin perder la sonrisa y el ánimo que él siempre supo regalar, quiero reiterar mi pésame más profundo y sentido a su familia, amigos y personas queridas y allegadas. Y permitidme ahora glosar alguno de los aspectos de su vida. Intentaré ser comedido, aunque no sea fácil, ni parece justo, al hablar de Plácido Arango.
Nos reconforta un poco saber que conoció ya en noviembre pasado el fallo del jurado al hacerse público; tan solo aguardaba al día de hoy para recoger el premio. Sé que lo agradeció profundamente y sé que se sintió querido y reconocido, aunque algo le abrumara. Probablemente, desde donde nos observe, sea el único que sienta cierto alivio por no estar aquí y tener que soportar tanto halago y homenaje. Pero bien lo merece Plácido, también su familia y lo merecen los que trabajaron con él… y, en el fondo, lo necesitamos todos.
Comenzaré subrayando su vocación iberoamericana, que no es sino la misma proyección de su identidad mexicana y española; una identidad que le llevó a tender siempre puentes entre nuestras dos naciones favoreciendo la integración y el sentimiento de pertenencia a una Comunidad que baña las dos orillas del Atlántico y que liga a una veintena de países. Personas como Plácido Arango han contribuido a dar forma y a fortalecer con hechos concretos ese sentimiento y esa realidad iberoamericanos.
Hechos que han estrechado el contacto humano entre nuestros pueblos y han puesto en marcha proyectos empresariales impulsando la creación de riqueza en nuestros países y la puesta en valor de nuestra cultura compartida. Su condición de Presidente de Honor del Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica expresa y reconoce claramente esa vocación iberoamericana.
Pero si Plácido Arango hizo honor a México y a España ─y a su patria grande iberoamericana─ también supo reconocer y enaltecer la tierra de sus padres, sus queridas raíces asturianas. Y no de una forma sentimental o retórica, sino implicándose a fondo, en cuerpo y alma. Siempre agradeceremos su compromiso con la Fundación ─entonces─ Príncipe de Asturias, de la que fue presidente, durante unos años fundamentales para su consolidación. Y, personalmente, nunca podré olvidar ni agradecer suficientemente el apoyo, los consejos y la confianza que siempre recibí y supo darme con gran discreción, respeto y sensibilidad.
"...Los hasta ahora ganadores de este galardón, Enrique Sendagorta, tristemente también ya fallecido, José Ferrer, José Antolín, Mariano Puig y, este año, Plácido Arango, son claros ejemplos, desde diferentes lugares de España, de trabajo constante y responsable creando empleo y riqueza de forma sostenible. Además, su aportación en ámbitos como la formación, la cultura y las artes les ha convertido en auténticos referentes sociales, como hemos podido comprobar claramente al glosar la figura de Plácido..."
Un compromiso con el Principado que ha continuado incluso hasta el mismo día de hoy con una reciente e importante donación al museo de Bellas Artes de Asturias. Con verdadera justicia recibió hace algo más de dos años la Medalla de Oro de Asturias.
Y la Cultura, con mayúsculas, fue otro eje de su vida. Como en todo lo que hacía, en este terreno también llevó su aportación hasta lo más alto. Fue Presidente del Real Patronato de este Museo del Prado que nos acoge y que, como pudimos reafirmar en el reciente Bicentenario de su creación, representa un auténtico icono de la cultura española y universal, uno de los mejores museos del mundo. Plácido volcó su trabajo, su esfuerzo y también su patrimonio en este museo irrepetible, incluso donando obras de arte extraordinarias.
En su admirable mecenazgo, pudimos apreciar y reconocer sin duda la generosidad y su altura ética y estética; pero quien ha merecido el Premio Reino de España en esta quinta edición atesoraba también otros muchos valores relacionados con este específico galardón:
Plácido Arango, empresario de éxito, conocido y reconocido por muchas de sus iniciativas empresariales -una de ellos, los “Vips”, muy viva en el imaginario colectivo de tantos españoles-, impulsó la sostenibilidad en sus negocios y emprendimientos, promovió la RSC (responsabilidad social corporativa), se concentró en la innovación, y fomentó asimismo el avance tecnológico y la digitalización. Era el modelo de empresario “humanista” y práctico al mismo tiempo, con un sentido anticipatorio y filantrópico que abarcaba todas las dimensiones de su actividad. Su compromiso social y con los jóvenes también se reflejó en su participación en la Fundación Princesa de Girona, que tanto agradecimos.
Señoras y señores,
El Premio Reino de España a la Trayectoria Empresarial, en esta ocasión, se ha convertido en un homenaje merecido a la persona y figura de Plácido Arango. Porque, ¿quién mejor que él habría destacado en el día de hoy por su espíritu de promoción de la libertad y del progreso en el campo de la economía y de la empresa, con una muy clara vocación de servicio a la sociedad española, valores que son, precisamente, los que fomenta este galardón? El jurado, como en las anteriores ocasiones, ha acertado plenamente.
Sin duda, la convocatoria de este Premio por los tres Círculos empresariales es muy importante para ayudar a difundir la necesidad del espíritu emprendedor y el valor social que aportan los empresarios. Porque, en la base del progreso y la modernización de toda sociedad se encuentra la tarea, muchas veces callada, de pioneros que saben ver oportunidades y asumir riesgos.
Son ellos, y quienes actúan como ellos, los que, con pasión y mucho esfuerzo, sientan las bases del crecimiento económico y de la creación de empleo. Por eso es tan importante que la sociedad sepa reconocerlo y que su actitud pueda servir de ejemplo, especialmente para nuestros jóvenes.
Los hasta ahora ganadores de este galardón, Enrique Sendagorta, tristemente también ya fallecido, José Ferrer, José Antolín, Mariano Puig y, este año, Plácido Arango, son claros ejemplos, desde diferentes lugares de España, de trabajo constante y responsable creando empleo y riqueza de forma sostenible. Además, su aportación en ámbitos como la formación, la cultura y las artes les ha convertido en auténticos referentes sociales, como hemos podido comprobar claramente al glosar la figura de Plácido.
Afortunadamente no son los únicos, pues son hoy muchos los emprendedores que, desde sus pequeñas, medianas y grandes compañías, contribuyen a diario al progreso de la sociedad. Y lo están haciendo con empresas innovadoras, cada vez más digitalizadas y, en muchos casos, internacionalizadas; empresas que llevan el mejor nombre de España por todo el mundo.
Termino ya estas palabras que son de homenaje y agradecimiento a los empresarios imbuidos de los mejores valores, hoy representados por la figura imperecedera de Plácido Arango.
Estoy seguro de que, con su bondad, su elegancia, su optimismo y su fino sentido del humor, Plácido nos habría animado a seguir adelante a todos, pero concretamente al Círculo de Empresarios, al Círculo de Economía y al Círculo de Empresarios Vascos a continuar sin descanso su gran labor; trabajando por las empresas, por generar riqueza y empleo en nuestra economía, por el avance social y cultural de España.
Muchas gracias.