Como cada año en el mes de septiembre formalizamos en un acto como este el inicio oficial del curso académico universitario en toda España. Cada curso nos reunimos en una universidad diferente de las 83 que existen en nuestro país. Y este año, para abrir el curso 2020-2021, estamos aquí en la Universidad Politécnica de Madrid, que desde 1971, año de su fundación, continúa siendo una institución de referencia en educación superior.
Permitidme, por tanto, que además de agradeceros la acogida y preparación de este acto, os adelante mi sincera felicitación en el próximo ya 50 Aniversario de vuestra fundación.
Normalmente es este un encuentro anual, de comienzo de un curso lectivo, con todos llenos de ilusión y tras un merecido descanso. Este año no es así, no es nada normal y está siendo, sin duda, un año muy difícil. Mucho es el sufrimiento, mucha es la angustia y la incertidumbre que llevamos acumulados y que en estos días vuelven a intensificarse. Serán ya dos cursos los que acusarán, en el normal desarrollo de la vida y actividad académicas de todo orden, el fuerte impacto de la pandemia COVID-19 que nos azota a España y al Mundo entero.
Por eso, quiero ante todo transmitiros un mensaje de profundo y sentido afecto, respeto, gratitud y ánimo a toda la gran familia universitaria española. Deseo sinceramente que, frente a los enormes retos, frente a la pandemia y sus consecuencias, prevalezca entre vosotros ─y entre todos nosotros─ la ilusión y la esperanza que siempre debe infundir la trascendental noble acción humana de enseñar y aprender. Como también, especialmente, las de investigar, emprender y liderar en tantos ámbitos para la recuperación o la reconstrucción de la sociedad tras la pandemia.
Y quiero nuevamente poner de relieve la función primordial que las universidades han desempeñado en el progreso de nuestro país durante las últimas décadas; y lo hago convencido ─junto a todos vosotros de que lo seguirán haciendo incluso aún más en el futuro. Para ello, os recuerdo, tenéis todo el apoyo de la Corona.
Solo así podrá España, seguir fortaleciendo sus capacidades, con un sistema universitario ─y educativo o de formación en general─ moderno, robusto, comprometido e innovador, con capacidad de anticipación y de adaptación a los cambios que constantemente suceden en nuestro entorno; un sistema y un entorno con la capacidad de proporcionar a nuestros jóvenes las herramientas que les sirvan para conducir y ejercer su futuro profesional con mayor libertad, confianza y responsabilidad; y que, en definitiva favorezca el desarrollo del bien común, de una ciudadanía con más conocimiento, espíritu crítico y capacidad para alcanzar cada día mayores niveles de bienestar personal y colectivo.
La sociedad española, además de los grandes cambios ya vividos en el último tercio del S.XX, vive ─como está ocurriendo en muchos países─ en un profundo proceso de transformaciones en casi todos los ámbitos económico, social y cultural; en gran medida debido a una nueva, intensa y veloz revolución tecnológica. Quizás incluso estemos viviendo una Era en la que ese concepto pase de ser excepcional a ser la norma de nuestra realidad, a ser un continuo en el que imperan los cambios y en el que ─en consecuencia─ la incertidumbre se percibe también como un sentimiento prevalente. Nuestras universidades ─tanto las históricas como las de más reciente creación─, que representan la diversidad y riqueza de nuestra sociedad, también se han visto afectadas por esos cambios, tratando siempre de evolucionar con ellos para continuar siendo entidades de referencia en las denominadas sociedades del conocimiento.
"...las universidades, como instituciones al servicio de la sociedad, conforman un espacio fundamental del sistema educativo. Tienen, y por ello merecen, la consideración, el reconocimiento y el apoyo de toda la sociedad española. Una sociedad que trabaja por superar colectivamente las circunstancias adversas y por avanzar hacia el futuro. Un trabajo comprometido para que las jóvenes generaciones puedan aprovechar igualmente la igualdad de oportunidades..."
En efecto, en un entorno cambiante y crecientemente complejo, las universidades están llamadas a desempeñar unas funciones cada vez más importantes y heterogéneas. Entre ellas, la captación de talento, la formación de profesionales en todos los sectores, o la producción de conocimiento científico, tecnológico y humanístico transferible a nuestro sistema productivo, de modo que lo haga más competitivo.
Igualmente debe continuar y potenciar su papel en la generación de nuevas ideas de las que deriven amplios procesos de innovación y que permitan comprender los cambios, gestionar y conducirnos mejor en las incertidumbres que generan, para sortear mejor sus riesgos y lograr más impactos positivos. Eso sí, procurando cuidar y preservar los éxitos materiales ya alcanzados, junto a la estabilidad y cohesión social y política. Porque, además, las universidades, como instituciones sociales, destacan por su contribución al fortalecimiento de los valores democráticos sobre los que se sustenta la sociedad española.
Al mismo tiempo, y para poder cumplir con las funciones a las que me he referido, es preciso que la legislación siempre garantice y refuerce la libertad de cátedra y de pensamiento, principios fundamentales que guían su funcionamiento.
Nuestras universidades tienen, por otra parte, en estos tiempos de incertidumbre ─pero también de oportunidades─, un doble reto:
En primer lugar, la internacionalización. Las universidades pueden aprovechar los rasgos y perfiles del mundo actual, para establecer estrategias efectivas de cooperación y colaboración académica e investigadora con otras universidades, instituciones y Administraciones, no solo con los países de nuestro entorno más inmediato, sino también abriendo espacios de trabajo común con naciones de otros continentes con los que mantenemos estrechas relaciones.
En segundo lugar, es preciso reforzar aún más el papel de la educación superior como instrumento de promoción y progreso individual. Las universidades han permitido a lo largo de su historia que muchas generaciones de jóvenes hayan podido progresar y mejorar en su vida laboral y social. Así, la formación universitaria en España se ha convertido en un importante instrumento para el logro de la igualdad de oportunidades, que entre todos debe defenderse y consolidarse.
Señoras y señores,
Este curso se inicia, como decía al principio, en plena pandemia. Todos estamos siguiendo con preocupación su incidencia en nuestra sociedad. Ahora bien, las universidades españolas en el último trimestre del curso anterior, hicieron un gran esfuerzo para transformar sus métodos de docencia, con vistas a evitar la pérdida del curso universitario. Al mismo tiempo demostraron como, pese a todo, la investigación universitaria siguió avanzando.
Este nuevo curso, con la colaboración de universidades, Administraciones autonómicas y Gobierno, se inicia con la voluntad de garantizar el servicio educativo para todos. Y en este punto quiero agradecer la labor de la comunidad universitaria, profesorado, estudiantes y personal de administración y servicios, para conseguir que el sistema universitario pueda funcionar lo mejor posible en estas circunstancias tan complejas.
En definitiva, las universidades, como instituciones al servicio de la sociedad, conforman un espacio fundamental del sistema educativo. Tienen, y por ello merecen, la consideración, el reconocimiento y el apoyo de toda la sociedad española. Una sociedad que trabaja por superar colectivamente las circunstancias adversas y por avanzar hacia el futuro. Un trabajo comprometido para que las jóvenes generaciones puedan aprovechar igualmente la igualdad de oportunidades.
Con mis mejores deseos y todo mi ánimo para la nueva etapa que iniciamos, declaro inaugurado el curso universitario 2020-2021.