Gracias, Señora Presidenta, por sus palabras.
Y gracias por convocarnos hoy aquí, en el Congreso de los Diputados, con motivo del 40 aniversario de una fecha, el 23 de febrero de 1981, de tanta significación y relevancia para nuestra entonces joven democracia y para la consolidación de nuestra transición política.
Millones de españoles, incluso de mi generación, tienen –tenemos– aquella noche grabada en la memoria; y sobre todo el recuerdo de cómo, desde la angustia y la preocupación sobre lo que podía suceder, sintieron la tranquilidad de ver cómo la libertad y el orden constitucional prevalecían; de comprobar cómo se confirmaba y aseguraba el nuevo periodo de nuestra historia que años antes habían decidido abrir libremente los españoles.
Señora Presidenta,
La soberanía nacional que, como sabemos bien, reside en el pueblo español, del que emanan todos los poderes del Estado, encuentra en las Cortes Generales su legítima y más alta representación. Sin duda, una gran exigencia y responsabilidad para el Parlamento que merece siempre la mayor consideración, dignidad y respeto, por ser el pilar esencial y el corazón de toda democracia.
Hace hoy 40 años España vivió un ataque de extraordinaria gravedad contra su sistema democrático de derechos y libertades, aprobado por la Constitución de 1978. El Congreso de los Diputados permaneció temporalmente cautivo por la actuación de fuerzas contrarias al camino de libertad y progreso emprendido por los españoles con una gran ilusión y esperanza en el futuro.
El rechazo institucional y ciudadano a la ruptura de nuestro marco de convivencia fue decisivo para detener y vencer aquel golpe de Estado. Igualmente, la honda convicción democrática de los parlamentarios y miembros del Gobierno, que durante aquellas largas horas del 23 al 24 de febrero de 1981 fueron retenidos aquí en esta Cámara, confirmó el sentir de los ciudadanos a los que representaban y a los que servían.
Al recordar aquellos momentos quiero, con gran admiración y gratitud, significar en la persona del Presidente del Gobierno Adolfo Suárez González, a una larga lista de hombres y mujeres, civiles y militares, que todos tenemos en mente, que ofrecieron esa noche, también junto a los medios de comunicación, un ejemplo de coraje y de lealtad a las instituciones del Estado y a nuestra Constitución.
Y ante aquella inaceptable fractura del legítimo y legal orden democrático, el Rey Juan Carlos I asumió como Jefe del Estado su responsabilidad y su compromiso con la Constitución para que se tomaran –y cito textualmente– “todas las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente”. Así lo comunicó a todos los españoles en un mensaje televisado que ya forma parte de nuestra memoria colectiva. Su firmeza y autoridad fueron determinantes para la defensa y el triunfo de la democracia.
Esa noche yo fui testigo también –todavía niño– de aquel episodio histórico y aprendí el inmenso, el incalculable valor que tiene la libertad para el pueblo español.
"...hoy como Rey, símbolo de la unidad y permanencia del Estado, mi compromiso con la Constitución es más fuerte y firme que nunca. Como también es inequívoca la voluntad de la Corona de ser una Institución que incluya, integre y cohesione a todos los españoles..."
Señora Presidenta,
El aniversario que hoy recordamos nos obliga a valorar con serenidad y rigor el principio democrático insustituible que fundamenta nuestra convivencia. El respeto al Estado social y democrático de Derecho en el que España se constituye desde 1978 y que hemos construido durante más de cuatro décadas, paso a paso y hombro con hombro, es condición previa y necesaria para esa convivencia y para el progreso de nuestra sociedad.
De ahí que todos –ciudadanos e Instituciones– debamos sentirnos comprometidos y obligados a defender, proteger y preservar nuestra convivencia en democracia y libertad.
Defenderla, porque sabemos lo difícil que fue alcanzarla y que siempre hay riesgos que la pueden amenazar.
Protegerla, porque hemos aprendido que la democracia es un bien delicado que precisa del mayor cuidado y de un respeto y dedicación permanente por parte de todos; porque somos conscientes de que su erosión pone en cuestión y, por tanto, en peligro, los derechos y libertades de los ciudadanos.
Y preservarla, porque también sabemos que, conforme a nuestros valores, constituye una premisa irrenunciable para el pleno desarrollo de nuestro país y para el progreso, el bienestar y la prosperidad de nuestros ciudadanos. La democracia, a través de sus instituciones representativas, debe saber afrontar siempre, con espíritu constructivo y sin perder sus fundamentos, los nuevos retos que la sociedad tiene ante sí.
Señoras y señores diputados y senadores,
La Constitución de 1978 significa, en nuestra larga historia, el reencuentro y el entendimiento entre los españoles, su unidad en los valores democráticos y en nuestros derechos y libertades, y su confianza en una España en la que caben y se reconocen todos los ciudadanos.
Hoy como Rey, símbolo de la unidad y permanencia del Estado, mi compromiso con la Constitución es más fuerte y firme que nunca. Como también es inequívoca la voluntad de la Corona de ser una Institución que incluya, integre y cohesione a todos los españoles.
Los hombres y mujeres de mi generación hemos vivido y disfrutado de la libertad en una democracia consolidada en sus instituciones y asentada en el sentir y vivir de nuestros ciudadanos. Hemos sido al mismo tiempo testigos y partícipes de la profunda transformación de España, de su integración en Europa y de su extraordinario avance colectivo. Ahora tenemos, sin duda, la responsabilidad y la obligación moral de continuar nuestro proyecto común: de fortalecer, acrecentar y enriquecer ese camino de libertad y democracia que, desde hace más de 40 años, es guía y referencia de nuestra comunidad histórica, social y política.
Y hoy, cuando celebramos la victoria de la democracia aquel 23 de febrero del año 1981, es una ocasión muy oportuna para reconocer y ensalzar la plena vigencia y fortaleza de sus valores y principios; y para reafirmar y renovar el compromiso de todas las instituciones del Estado con nuestro sistema democrático de derechos y libertades.
Se lo debemos a quienes lo defendieron entonces; se lo debemos a las nuevas generaciones en cuyas manos estará el futuro de España; se lo debemos, en definitiva, al pueblo español que, días después de aquella noche que hoy recordamos, manifestó de manera ejemplar su defensa de la libertad, la democracia y la Constitución.
Muchas gracias. Eskerrik asko. Moltes gràcies. Moitas grazas.