Gracias, es un placer y un honor participar y, en este caso, clausurar este Congreso Iberoamericano y Empresarial de CEAPI.
Hoy nos convoca aquí una realidad que reivindicamos con convicción y con argumentos como algo extraordinario, nacido de una historia compartida, pero de peso y de gran valor y para el presente y para el futuro. Una realidad política, económica y social que responde justamente al nombre de Iberoamérica.
Desde hace cinco siglos nuestros pueblos han vivido toda clase de experiencias, conflictos y divisiones; pero también grandes aportes, emprendimientos y acuerdos en pos de los sueños e ideales que les animaban. A través de esas vivencias se ha ido forjando el espíritu de las gentes, construyendo una auténtica comunidad de destino que reúne a más de setecientos millones de personas, hablantes de dos lenguas hermanas. Dicha Comunidad recibe también justamente el nombre de Iberoamérica y describe una identidad construida a ambas orillas del Atlántico gracias a la conjunción y el mestizaje de muchas otras.
Durante dos días, notables e importantes empresarios, políticos e intelectuales, habéis intercambiado información, habéis dialogado y debatido sobre los grandes cambios que hoy en día vive la Humanidad. La pandemia contra la que aún luchamos ha puesto de relieve las fragilidades y debilidades del mundo en que habitamos, pero también la solidaridad de las gentes, el empeño y voluntad de millones de personas por afrontar unidas esta amenaza letal contra la vida y la salud, que igualmente pone en jaque la prosperidad económica, la arquitectura social de nuestros pueblos, y la confianza ciudadana en sus instituciones y organizaciones.
Entre estas cabe resaltar el papel de las empresas, grandes y pequeñas, que han tenido que enfrentar situaciones apenas imaginables hace solo un año. Se han visto obligadas a improvisar respuestas que garantizaran la continuidad de sus operaciones, la permanencia de sus trabajadores y empleados, así como la fidelidad de sus proveedores y clientes.
Al mismo tiempo han podido vislumbrar cuán diferente será el mundo después de esta batalla, y la necesidad de innovar, de crear, de imaginar y proponer nuevas realidades que den respuesta a los desafíos venideros y que la Comunidad Internacional ha sabido definir con precisión: lucha contra las desigualdades, discriminaciones y desequilibrios de todo tipo; protección de los más débiles y vulnerables y diseño de un futuro sostenible para la Humanidad. Dos son las preocupaciones más inmediatas que la afectan: el cambio climático asociado al calentamiento global del planeta, y la ordenación y gobernanza de un mundo global, definido y muy condicionado por el uso de las nuevas tecnologías.
Como las amenazas son globales, las respuestas han de serlo también y hay que reconocer hoy los esfuerzos de las NNUU y otros organismos internacionales por coordinar acciones ante problemas hasta ahora desconocidos. No solo la OMS, sino otras instituciones representadas en este encuentro, como el BID, la OCDE o la UE son agentes imprescindibles en la construcción de ese futuro, más inclusivo e igualitario, basado en la innovación y el emprendimiento. Como también lo es la Conferencia Iberoamericana de Jefes de Estado y Gobierno, cuya cumbre se celebró con éxito recientemente en Andorra (y no era fácil en estas circunstancias), y cuya Secretaria General nos acompaña hoy.
"...la solidaridad y un amplio consenso que ayude a superar diferencias y perseguir objetivos comunes constituyen el mejor camino para el progreso compartido. La democracia, y el pensamiento crítico nos ofrecen herramientas adecuadas para ello... ...con profunda esperanza confío en que, entre todos, a pesar de las dificultades y conscientes de la magnitud de los desafíos que nos acechan, afrontaremos la gran oportunidad que significa Iberoamérica, también para el futuro de cada uno de nuestros países..."
En dicho encuentro, como en el que hoy clausuramos, se puso de relieve la necesidad de la cooperación entre los países miembros de nuestra Comunidad de Naciones para hacer frente a los desafíos venideros. Estos requieren grandes inversiones en salud, educación y capacitación, investigación científica avanzada, energías limpias, construcción y renovación de infraestructuras o digitalización. En todos esos sectores resulta esencial el esfuerzo conjunto y la colaboración público-privada.
Hay cientos de empresas iberoamericanas con cualificación, conocimiento y habilidades para contribuir a ese empeño. Los ingentes recursos financieros que los gobiernos de los países desarrollados han puesto en marcha para la reconstrucción deben contemplar también las demandas de los países emergentes y en vías de desarrollo, así como las necesidades financieras de los países de renta media latinoamericanos. La eliminación de las desigualdades de distinta naturaleza que padecen -algunas auténticamente graves- precisa poner en marcha una acción urgente y solidaria.
Como muchos economistas han puesto de relieve, nuestro sistema económico tiene la obligación de prestar atención a las exigencias sociales, medioambientales y de toda índole que establece la Agenda 2030 de las Naciones Unidas; y la responsabilidad social corporativa (RSC) −que ya forma parte intrínseca de la actividad e identidad de muchas empresas− está estrechamente ligada a la innovación tecnológica y a los procesos educativos.
Así, gobiernos y empresas tienen a un tiempo la obligación y la necesidad de cooperar para abordar conjuntamente la consecución de las citadas metas; y será siempre conveniente evaluar su grado de cumplimiento. Los empresarios más exitosos son también los más conscientes del papel que desempeñan en la creación de una sociedad más justa, dinámica y competitiva, en donde la igualdad de oportunidades no sea tan solo una declaración de intenciones.
Nos encontramos ante la necesidad de trabajar unidos en beneficio de todos. En ese sentido, tribunas y organizaciones como la Conferencia Empresarial para Iberoamérica y la propia CEAPI, cuyo congreso clausuramos hoy, contribuyen a ese empeño, por lo que felicito muy sinceramente a su presidenta, Núria Vilanova y a cuantos han colaborado para el éxito de este congreso.
Señoras y señores,
No ha de faltarle apoyo a la energía y vitalidad empresarial de nuestros países. La solidaridad y un amplio consenso que ayude a superar diferencias y perseguir objetivos comunes constituyen el mejor camino para el progreso compartido. La democracia, y el pensamiento crítico nos ofrecen herramientas más que adecuadas para ello.
La construcción de Iberoamérica es también y sobre todo la de una cultura común. Excelentes creadores como García Márquez, Neruda, Hierro, Octavio Paz, Vargas Llosa, Cortázar, Ayala, Pessoa, Saramago y tantos otros forman parte de nuestra experiencia personal y colectiva y nos pertenecen a todos por igual. La encarnación de esta cultura común dio a luz lo que Carlos Fuentes definió como El Territorio de la Mancha, al que siempre añadía el milagro carioca. El brasileño Machado de Assis, gran novelista latinoamericano del siglo XIX, siempre atrapado entre la saudade y la esperança, contestaba así la pregunta de su búsqueda vital: “Procuro / a través da inmensidade, / Ler a doce realidade / Das ilusôes do futuro.” Hagamos realidad esas ilusiones.
Con profunda esperanza confío en que, entre todos, a pesar de las dificultades y conscientes de la magnitud de los desafíos que nos acechan, afrontaremos la gran oportunidad que significa Iberoamérica, también para el futuro de cada uno de nuestros países.
Gracias por vuestra generosidad, por vuestro empuje y visión, y os garantizo el apoyo permanente de la Corona para trabajar por nuestro común destino en ese futuro, al tiempo que os deseo mucho éxito en vuestra comprometida labor.
Muchas gracias a todos. Se levanta la sesión.