Por tercera vez nos reunimos en esta Plaza de la Armería del Palacio Real de Madrid para recordar a todas las personas que perdieron la vida por la COVID-19.
Lo hicimos en 2020, en un momento en el que la sociedad había dado, como señalé en su día, “una lección de inmenso valor” y España había demostrado “su mejor espíritu”. Un día del que seguimos recordando las palabras de Hernando Fernández Calleja, que pidió “a todos, compasión”; “un sentimiento que nos hace más humanos, que nos permite comprender el dolor de los demás” dijo. También las palabras de Aroa López Martín, que de corazón también pidió que no olvidásemos “nunca la lección aprendida”.
Lo hicimos un año después -reunirnos también aquí en 2021- cuando nos acompañaba la esperanza que implicaban los adelantos en el área de la medicina. María Díaz Diñeiro reclamó que no dejásemos de tener presentes a los fallecidos, que no olvidásemos su dolor, el dolor de las ausencias que ocupan demasiado. Y vimos también un rostro de esperanza en Araceli Hidalgo, primera vacunada en España contra la COVID-19.
Esta mañana vuelven a nuestra memoria todos los gestos y las emociones de entonces y, con enorme significado, los testimonios de esos años. Con ellos en nuestro recuerdo -junto a los que hemos conocido hoy también- realizamos de nuevo, en este 2022, el homenaje sentido y emocionado de una Nación que nunca olvidará a las víctimas de la pandemia.
Hace algo más de dos años, la incertidumbre más honda e impredecible se cruzó en la vida de todos. El mundo entero detuvo su paso para atender a algo que se expandía muy rápidamente y que, a pesar de todos los esfuerzos, dejaba tras de sí enfermedad, soledad y dolor... tanta pérdida.
El personal sanitario se puso en primera línea sin dudarlo y se enfrentó con coraje y un esfuerzo extraordinario a esta nueva enfermedad que se ha llevado la vida de más de seis millones de personas en todo el mundo. Entonces, sentimos juntos el miedo, la frustración y la tristeza..., aunque también, y desde el primer momento, la solidaridad, admiración y gratitud por todas las personas que atendían las necesidades básicas y urgentes de los demás.
Nada puede reparar el dolor de la ausencia de todas estas personas en sus familias, en sus seres queridos, en sus amigos, en su entorno. Y seremos siempre conscientes de que la pandemia escribió un triste punto y aparte para muchos ciudadanos españoles.
"...Por tercera vez nos reunimos en esta Plaza de la Armería del Palacio Real de Madrid para recordar a todas las personas que perdieron la vida por la COVID-19… Lo hicimos en 2020, en un momento en el que la sociedad había dado, como señalé en su día, “una lección de inmenso valor” y España había demostrado “su mejor espíritu”… Lo hicimos un año después; nos reunimos en 2021, cuando nos acompañaba la esperanza que implicaban los adelantos en el área de la medicina… Esta mañana vuelven a nuestra memoria todos los gestos y las emociones de entonces y, con enorme significado, los testimonios de esos años...."
Han pasado más de dos años desde aquellos tiempos tan difíciles. El 27 de diciembre de 2020, se puso en España la 1ª vacuna contra la enfermedad. Y, desde entonces, y aunque lamentablemente el virus sigue entre nosotros, la mayoría de las personas ha podido continuar con su vida. Los españoles hemos asumido la responsabilidad de la vacunación con solidaridad y por eso hoy más del 90% de la población está vacunada.
Aquella vacuna fue resultado de una eficiente colaboración científica, del constante progreso y de la innovación. Gracias a la investigación y a la ciencia, al estudio y la dedicación de la comunidad científica, las vacunas contra la COVID-19 se han convertido en uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la sanidad universal. En un tiempo extraordinariamente breve, se hizo un excelente trabajo con una incidencia directa en la salvación de millones de vidas en todo el mundo y para la protección de la salud a escala global.
Son muchas las lecciones aprendidas durante todo este tiempo que no olvidaremos y que incorporaremos como un aprendizaje permanente y como una guía para el futuro. Y es en este momento cuando se debe fortalecer todo aquello que la pandemia reveló como relevante e impostergable: La inversión en ciencia, la cooperación internacional, el cuidado de los mayores, la solidaridad ciudadana o la solidez de los sistemas de salud.
Durante más de dos meses, a las ocho de la tarde, España salió a balcones y ventanas para aplaudir a sus sanitarios. Aquel era un momento especial en millones de hogares españoles. Un instante en el que los aplausos rompían el silencio en aquellos días interminables del confinamiento. Ese gesto repetido se convirtió en un mensaje de agradecimiento. La soledad dentro de las casas desaparecía dando lugar a una conexión colectiva que era reconfortante. Porque esos aplausos transmitían un sentimiento colectivo de solidaridad y unidad. Y, replicados desde todas las ventanas, desde todos los balcones y casas, se extendían rápidamente como un eco en el paisaje desierto de nuestros pueblos y ciudades. Aquellos aplausos de gratitud son hoy aplausos para el recuerdo.
Siempre conservaremos como un legado para nuestro país aquellos tiempos difíciles y a quienes hoy no están con nosotros. Honraremos la generosidad y la valentía de los que arriesgaron la vida para salvar las de los demás. Agradeceremos y valoraremos siempre el trabajo de la ciencia y del personal sanitario en la superación de situaciones adversas, pero ofreciendo al mismo tiempo confianza en el futuro.
Igualmente debemos agradecer y valorar siempre la labor de los profesionales de los servicios básicos que se convirtieron en esenciales en nuestro día a día: todas las personas que integran la cadena alimentaria -desde quienes cultivan la tierra hasta el personal de supermercado y los transportistas-, el personal de limpieza de las calles, de reparto, profesores, Fuerzas Armadas y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y tantos otros; muchos más.
Señoras y señores,
España es un país justo y solidario -siempre lo ha demostrado- con esperanza en el futuro. Jamás se borrará la impronta de todos los que ya no están con nosotros. Tienen nuestro reconocimiento y nuestro recuerdo, que permanecerán intactos para siempre.
Muchas gracias.