De manera extraordinaria celebramos consecutivamente un año Santo Compostelano. Por ello nos alegra -como siempre- volver a Galicia; y también para hacer esta ofrenda al Apóstol Santiago, que tanto arraigo histórico tiene para España y para la Corona.
Quiero que, en esta ocasión, mis primeras palabras sean para transmitir nuestro cariño y apoyo a todas las personas que han sufrido y que todavía sufren los terribles que están asolando tantos lugares de España. Personas que han tenido que ser evacuadas de sus hogares, que han perdido sus casas, sus cosechas, sus ganaderías, su modo de vida, la vida misma... Nuestra condolencia sincera a las familias de los fallecidos en estos momentos de profunda tristeza y consternación.
Esta tierra, Galicia, sabe bien lo que es sufrir el azote de los incendios y también ha padecido de manera intensa esta última oleada de fuego.
La Reina y yo, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía tenemos muy presente esta situación y queremos hacer llegar nuestra solidaridad y respeto a todos los afectados. Asimismo, queremos agradecer el esfuerzo titánico de cuantos participan en las tareas de extinción de estos incendios. Su entrega es admirable porque va mucho más allá de cumplir un cometido profesional. Y no olvidemos que a su alrededor hay un importantísimo trabajo de coordinación y apoyo, de profesionales de todo tipo, también de voluntarios y de vecinos.
Debido a estas circunstancias excepcionales quiero pedir al Apóstol Santiago la protección de quienes luchan día a día contra este drama; de todas esas personas que, ante esta grave situación, no dudan en ayudar a los demás, demostrando su sólido sentido de comunidad…
Hoy volvemos a Santiago, donde convergen todos los caminos. Es un final. Significa el cumplimiento de una promesa, de un objetivo, un anhelo personal o familiar, una meta. Pero es también un comienzo. De nuevas actitudes, propósitos, compromisos, de una nueva vida.
El valor de un camino trasciende, pues, el plano puramente material para adentrarse por completo en el simbólico. Un camino conecta lugares, bien sean cercanos o lejanos, y supera distancias. Y hace lo propio con las personas. Las vincula, las relaciona, las hermana. Y en esta Catedral donde nos encontramos se pone de manifiesto el enorme valor material y simbólico del Camino.
Su carácter vertebrador sustenta la máxima de Goethe de que “Europa nació en la peregrinación”. Como magnífico exponente y ejemplo de fraternidad entre pueblos y personas de todo el mundo -de diferentes culturas, motivaciones y circunstancias-, puede decirse que fue el primer proyecto europeo común, y de ello dimos testimonio cuando le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, hace ya 18 años.
El proyecto europeo conserva intacto su significado porque somos mucho más que países con intereses coincidentes. Somos pueblos unidos por un origen y un destino, por valores y principios comunes, que se manifiestan en un Camino que compartimos a través de distintas etapas.
En esta etapa en la que nos encontramos ahora, cuando el horror de la guerra reaparece en el Viejo Continente, debemos reivindicar unidos -y en este especial Año Santo Xacobeo- los valores, cívicos, culturales y espirituales del Camino de Santiago, trazados por los pasos de los innumerables peregrinos que lo recorrieron a lo largo de los siglos hasta la actualidad.
"...La Corona cumple, en este Día de Santiago, con una tradición muy querida que mantiene desde 1643, en tiempos de Felipe IV, y que se adapta a los tiempos sin dejar de respetar y perfeccionar su esencia. De ahí, nuestro compromiso con esta ofrenda en el día que celebramos el Santo Patrón de Galicia y de España ... //
... Además del agradecimiento al Apóstol por su protección, le pedimos ayuda para que nuestro país dé los pasos correctos en esta etapa del camino no exenta de obstáculos. En cada español hay un peregrino que, en compañía de sus compatriotas, de nuestros hermanos europeos y de tantos otros de muchos lugares del mundo, pondrá ─como de costumbre, como siempre─ toda su voluntad para superar las adversidades que se le presenten; para superar su propio y personal Pórtico de la Gloria.
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Y aunque los conflictos puedan parecer distantes en términos de kilómetros, resultan intensamente propios cuando pensamos en las personas, en las mujeres, hombres y niños, que han visto rota una convivencia que, en esta época, en este Siglo XXI de progreso y de crecimiento, parecía asegurada. La paz debe marcar el norte de nuestra brújula. Ahora y siempre.
Es verdad que la economía, el comercio, la energía… condicionan tanto nuestra Europa moderna y contemporánea -y su devenir. Pero nada de eso tiene un sentido profundo si no ponemos los valores de la democracia y la Cultura en la base para la consolidación de nuestro gran proyecto común.
Esta Plaza del Obradoiro se halla geográficamente en la periferia de Europa, pero emocionalmente está en su corazón. Esta Catedral, a la vez románica, gótica y barroca, ilustra a la perfección que existe una evolución sensata y razonable de las cosas, que se adapta a los tiempos.
Y al llegar a este templo, Santiago el Mayor ayuda siempre a descubrir uno de los propósitos más importantes del Camino: el reencuentro con uno mismo. La Ruta Xacobea aleja ciertas rutinas y facilidades que, a lo largo de los días y de las etapas, pasan de resultar imprescindibles a parecer accesorias. Se revela lo que es realmente importante. Ofrece reflexión e introspección. En medio de la vida sin pausa y de la inmediatez, aporta calma y serenidad.
Por eso, peregrinar hoy conserva su sentido principal; contribuye a que lo material pase a un segundo plano y que el alma recupere todo el protagonismo.
Su relevancia -demostrada a lo largo de la historia-aumenta con especial intensidad cuando atravesamos un compás histórico en el que los miedos, dudas e incógnitas parecen nublar los horizontes de toda la humanidad; en el que el cambio permanente parece ser ya el estado natural de las cosas.
2021, primera parte de este Bienio Xacobeo, continuó marcado por el dolor que nos impuso una pandemia sin precedentes en nuestra historia reciente; “una de las experiencias más duras que guardamos en la memoria”, como expresé en la ofrenda el año pasado. El Camino supuso entonces una reconfortante forma de reafirmar nuestra confianza en los demás.
En este 2022, al contrario de lo que se anhelaba, las incertidumbres permanecen, no solo en el ámbito sanitario, sino también las relacionadas con la paz o con la economía. La complejidad de la situación actual es evidente y supone nuevamente un reto colectivo de gran envergadura.
Hemos pasado momentos muy duros en los últimos años. La pandemia y, junto a ella, los desafíos en otras áreas, nos han impactado y nos impactan como sociedad y como personas. Pero en todo este tiempo no se ha doblegado nuestra capacidad para seguir adelante. Porque España tiene valores; los valores de un pueblo responsable, decidido, fuerte, solidario, que ha recorrido su camino con entereza. Nunca nos ha faltado ni ambición ni coraje. Porque España tiene carácter. Y lo ha demostrado a través de su historia, lo demuestra día a día y lo demostrará siempre.
Coa mente e o corazón consagrados ao futuro de Europa e da nosa sociedade, encomendámonos ao Apóstolo para que nos axude a atopar certezas que sirvan de guía no noso vieiro de aquí en adiante.
A afouteza que o paso dos séculos impregnou en todas as sendas que nos traen ata aquí axúdanos a afrontar con azos renovados as dificultades do presente. Ao igual que a luz da torre Berenguela nos orienta cara ao Apóstolo, os valores inmutables da peregrinación guiarannos de novo na superación das adversidades.
La Corona cumple, en este Día de Santiago, con una tradición muy querida que mantiene desde 1643, en tiempos de Felipe IV, y que se adapta a los tiempos sin dejar de respetar y perfeccionar su esencia. De ahí, nuestro compromiso con esta ofrenda en el día que celebramos el Santo Patrón de Galicia y de España.
Además del agradecimiento al Apóstol por su protección, le pedimos ayuda para que nuestro país dé los pasos correctos en esta etapa del camino no exenta de obstáculos. En cada español hay un peregrino que, en compañía de sus compatriotas, de nuestros hermanos europeos y de tantos otros de muchos lugares del mundo, pondrá -como de costumbre, como siempre- toda su voluntad para superar las adversidades que se le presenten; para superar su propio y personal Pórtico de la Gloria.