Comienza un nuevo curso académico en España. Y con ese motivo nos reunimos nuevamente para darle solemnidad y toda la importancia que merece en este acto, que representa la apertura oficial para todos los centros que forman parte de nuestro sistema universitario. Es una ocasión que nos debe alegrar mucho a todos por lo que representa y porque significa que alumnos y profesores, ─con ilusión o expectación y lógicos nervios─ inician o continúan con las tareas, tan valiosas, determinantes y apasionantes de enseñar y aprender; de orientar para el conocimiento y la vida profesional; y de compartir saberes y experiencias.
En el inicio del curso pasado hablamos de recuperar ─entre otras─ la característica de la presencialidad, que definía tradicionalmente el sistema universitario español. Y este curso es precisamente el de la recuperación de la normalidad en la vida universitaria. Después de haber superado los tres anteriores, condicionados seriamente por la pandemia. Sea muy bienvenido el retorno a la convivencia habitual y natural de la comunidad educativa (alumnos, profesores, personal de administración y servicios). Así que, manteniendo siempre las debidas precauciones, puede decirse que la normalidad vuelve, por fin, a los campus.
De ahí que la apertura de este año represente mucho más que el inicio de las clases; adquiere un significado especial. Porque se reanuda una parte importante —imprescindible, de hecho— de la experiencia universitaria, que es la propia vida en los campus: como la necesaria interacción entre estudiantes y profesores, entre los mismos estudiantes en las clases y otras actividades, las prácticas convencionales y un largo etcétera...
Se retoma, en fin, no solo una modalidad de enseñanza, sino una experiencia vital fundamental para los alumnos. No en vano, la etapa universitaria es un punto de inflexión en la vida de cualquier estudiante. Y esta recuperación, contempla tanto las universidades que son básicamente presenciales, como aquellas otras ─como la UNED, en la que nos encontramos─, que combinan la educación a distancia con presencialidad.
Este año la UNED celebra, por cierto, su 50 aniversario (pasado mes de agosto) y me gustaría, por supuesto, unirme a las felicitaciones de una institución cuyo objetivo ha sido siempre hacer accesible la formación para todos los ciudadanos. A través de sus más de 60 Centros Asociados en todas las Comunidades Autónomas y con presencia también en el exterior, la UNED ha tratado de facilitar desde sus comienzos el estudio flexible, adaptado a la situación de cada persona, siendo una plataforma de enseñanza muy activa y en continua modernización, adecuándose al paso del tiempo.
Las Universidades no son ajenas a los entornos de los que forman parte ni a las circunstancias que vive el mundo de hoy: la guerra en Ucrania y sus consecuencias de todo orden, la situación económica, la crisis energética o los grandes retos como los medioambientales, nos afectan a todos.
"...en el inicio del curso pasado hablamos de recuperar ─entre otras─ la característica de la presencialidad, que definía tradicionalmente el sistema universitario español. Y este curso es precisamente el de la recuperación de la normalidad en la vida universitaria. Después de haber superado los tres anteriores, condicionados seriamente por la pandemia. Sea muy bienvenido el retorno a la convivencia habitual y natural de la comunidad educativa (alumnos, profesores, personal de administración y servicios). Así que, manteniendo siempre las debidas precauciones, puede decirse que la normalidad vuelve, por fin, a los campus..."
Por otra parte, la Universidad es ─y debe ser─ permeable a los cambios que se producen en la sociedad, de la que es actor fundamental. Pero en un contexto tan cambiante como el actual, debe ser, aún más, verdadero motor de la denominada sociedad del conocimiento y de su contribución al desarrollo económico, científico, tecnológico, humanístico y social de nuestro país. También cobra mayor relevancia su función como garante de espacios de libertad intelectual, de espíritu crítico, de tolerancia, de debate, de reafirmación de valores éticos y humanistas, de preservación y creación cultural y artística; como agentes abiertos y receptivos a la diversidad de expresiones del espíritu humano.
Las universidades tienen retos propios a los que están tratando de dar respuesta a medida que las circunstancias son cada vez más desafiantes: la progresiva internacionalización, la motivación y el respaldo a la investigación, la captación de profesorado y calidad de los servicios, el intercambio de conocimientos y experiencias y su transferencia a la sociedad son prioridades irrenunciables y, por todo ello, deben contar con recursos humanos y financieros adecuados y suficientes.
Igualmente es un reto la formación permanente, a lo largo de toda la vida, una dimensión esencial no sólo para la función docente universitaria, sino para el alumnado; clave en su necesaria actualización continua, académica y laboral.
Un último aspecto que merece la pena mencionar en este inicio del nuevo curso es la necesidad de incentivar las redes de conocimiento y de formación compartidas con el Espacio Iberoamericano del Conocimiento, en particular y, en general, con otros sistemas universitarios del mundo, a través de la movilidad de estudiantes, profesores y personal de gestión, administración y servicios; facilitando la atracción de talento, el reconocimiento de estudios mediante acuerdos entre las agencias de evaluación de calidad correspondientes, y agilizando los procedimientos de homologación de títulos o de admisión en las universidades, entre otros aspectos.
La universidad ha sido siempre un espacio de conocimiento que trasciende fronteras. Pero hoy, más que nunca, la internacionalización de la universidad española es imprescindible. Por ello debe propiciarse que nuestros centros establezcan vínculos más allá de sus límites tradicionales, favoreciendo intercambios y recibiendo nuevos alumnos y profesores de todo el mundo.
En definitiva, los retos no son solo de carácter normativo, sino también que requieren de una transformación progresiva de las estructuras, funciones y capacidades del sistema, lo que implica, a su vez, un trabajo común de las administraciones competentes en Educación Superior y de la comunidad universitaria. Un proceso que supone un paso más en el avance y en la mejora del servicio a la sociedad que la Universidad presta como institución dinámica, comprometida y abierta al cambio que es.
Si, como señala acertadamente el lema de la UNED, "La sabiduría se mueve más que todas las cosas que se mueven", la Universidad, como espacio de conocimiento, debe continuar avanzando y progresando con igual celeridad.
Con mis mejores deseos y todo el ánimo para esta etapa que hoy comienza, declaro oficialmente inaugurado el curso universitario 2022-2023.