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Palabras de S.M. el Rey en la XXXIV edición de los “Premios Rei Jaume I”

Lonja de los Mercaderes. Valencia, 11.25.2022

Hi ha persones el llegat de les quals és imperible. Santiago Grisolía García va ser una d'elles. I una part del seu important llegat són els Premis Rei Jaume I, que hui ens tornen a convocar a València, la seua benvolguda terra natal, bressol de genis, innovadors i emprenedors. 

En esta primera edición sin su presencia entre nosotros, comprenderán que quiera comenzar estas palabras de clausura dedicándole también un emocionado recuerdo lleno de afecto, admiración y gratitud. Me uno así, junto a la Reina, al homenaje de reconocimiento que compartimos todos a un valenciano universal que dedicó su vida, su pasión y su talento a mejorar la sociedad a través de la Ciencia; a un visionario que se anticipó al futuro con avances tan determinantes como el conocido “Proyecto Genoma Humano”.

Mi relación con Santiago Grisolía se remonta a más de tres décadas. En octubre de 1990, con 22 años, le entregué el Premio (entonces) Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, cuyo jurado presidió nuestro Nobel Don Severo Ochoa, maestro de tantos, incluido Santiago Grisolía. Pues unas semanas antes, tuve el grato honor de venir aquí a Valencia a presidir por primera vez esta ceremonia de los Premios Rei Jaume I.

Desde aquella −para mi inolvidable− edición hasta el año pasado, he tenido la fortuna de venir y de compartir con él, con las Fundaciones (FPJI y FVEA) y con los valencianos, varias ceremonias de entrega de estos importantísimos premios para España a grandes figuras de nuestra ciencia e investigación y de nuestro talento emprendedor. Recuerdo que vine en 10 ocasiones, algunas solo y otras con la Reina (ella también vino en alguna ocasión sola y también lo hicieron, mis padres, el Rey Juan Carlos y Sofía y otros miembros de la Familia).

Fue siempre un honor y un placer hacerlo, pero hacerlo de la mano de Don Santiago era algo muy especial, emocionante; tanto por la pasión con la que lo vivía −la misma que dedicó en su vida a la propia investigación−, como por su esfuerzo permanente en divulgar cada avance o descubrimiento que se produjera, y en recabar todos los apoyos −públicos y privados− para, en definitiva, elevar en España nuestro nivel científico, fomentar vocaciones tempranas y lograr mayor retención y atracción de talento en nuestro país. Ese era el sueño que más ilusión le hacía y al que tanto se empeñó en hacer realidad.

Sobre este escenario, enfrente, me recibía siempre con esa mirada serena, curiosa y generosa del Profesor Grisolía. Porque así es como le llamábamos: profesor. Maestro incansable no solo en generar conocimiento, sino también en acercarlo a la sociedad para hacerla avanzar; para también emprender y darle más valor económico al progreso científico.

La energía y actividad de Santiago Grisolía hasta sus 99 años fue asombrosa. Cuando le preguntaban sobre el secreto de su vitalidad, contestaba: “Si no pedaleas, te caes”. El profesor nunca dejó de pedalear. Y ese tesón es precisamente una de las virtudes que caracterizan a las personas de Ciencia. Porque los investigadores, las investigadoras, nunca dejan de pedalear; participan en una carrera de fondo, una carrera en equipo, de relevos, donde cada cual comienza donde lo dejó el anterior.

De esa manera, cada hallazgo sienta las bases para seguir descubrimiento hacia la noble meta de comprender el mundo que nos rodea, que es la premisa para poder cambiarlo y encontrar las soluciones que mejoren la vida de las personas.

Pero, para completar este maratón colectivo, se necesita el apoyo firme de todo un país, la confianza plena de la sociedad y una estrecha conexión con las empresas y las mentes más emprendedoras.

Señoras y señores,
Durante sus 34 ediciones, estos galardones han reconocido a cerca de un centenar de investigadores, innovadores, emprendedores, economistas comprometidos con su entorno y su tiempo. Personas ejemplares y esenciales para nuestra sociedad a las que, un año más, les rendimos homenaje como portadores de esperanza y de futuro. Hoy los protagonistas son ellos, sois vosotros y vuestras aportaciones, en los distintos campos de especialización. Siempre es y debe ser así; aunque era inevitable, justo hoy y querido por todos, el darle al Profesor Grisolía un protagonismo quizás mayor del que, seguramente, a él le hubiera gustado… Confío en que nos lo pueda perdonar…

"...la energía y actividad de Santiago Grisolía hasta sus 99 años de vida fue asombrosa. Cuando le preguntaban sobre el secreto de su vitalidad, contestaba: “Si no pedaleas, te caes”. El profesor nunca dejó de pedalear. Y ese tesón es precisamente una de las virtudes que caracteriza a las personas de Ciencia. Porque los investigadores nunca dejan de pedalear; participan en una carrera de fondo, una carrera en equipo y de relevos, donde cada cual comienza donde lo dejó el anterior... de esa manera, cada hallazgo sienta las bases para el siguiente descubrimiento hacia la noble meta de comprender el mundo que nos rodea, que es la premisa para poder cambiarlo y encontrar las soluciones que mejoren la vida de las personas...pero, para completar este maratón colectivo, se necesita el apoyo firme de todo un país, la confianza plena de la sociedad y una estrecha conexión con las empresas y las mentes más emprendedoras..."

Y esas aportaciones de nuestros premiados que ya conocemos y admiramos, van desde la aplicación de algoritmos matemáticos que desarrolla Jesús Sanz, a las contribuciones a la solución de conflictos, de Marta Reynal; desde las técnicas quirúrgicas avanzadas, de Antonio de Lacy, a la detección telemática de las temperaturas de la Tierra impulsada por Emilio Chuvieco; o desde las técnicas de sensores basados en la nanotecnología aplicada a la biología, de Monserrat Calleja, a, finalmente, los servicios avanzados de secuenciación del genoma para la prevención de enfermedades, que proporciona Ángela Pérez. Comprenderéis que mi concisión y brevedad era lógica puesto que ya conocemos ampliamente vuestra trayectoria y vuestro trabajo.

Enhorabuena de todo corazón, de parte de la Reina y mía, de parte de todos aquí presentes y probablemente de parte de todos que no están aquí en esta mañana a vosotros 6 premiados de este 34 edición. Todos merecen el aplauso y el apoyo de nuestro país, que os reconoce hoy, 25 de noviembre, en un día señalado para la Historia de la Ciencia y, por tanto, para la Humanidad.

Hace algo más de un siglo, exactamente un 25 de noviembre, un genio innovador revolucionaba la compresión del universo, del tiempo y del espacio, con la presentación de su obra maestra, la Teoría de la Relatividad, en la que trabajó más de una década. Sin este descubrimiento del físico alemán Albert Einstein, no se habrían podido desarrollar cientos de tecnologías que usamos actualmente, como el GPS, los rayos láser o los paneles solares.

En esta carrera científica por el progreso, Einstein continuaba el camino que, 4 siglos atrás, contribuyó a iniciar precisamente un científico valenciano, Jerónimo Muñoz, cuyas observaciones astronómicas cuestionaron, por primera vez, la naturaleza inmutable del cielo sostenida desde Aristóteles.

Muñoz y Einstein tenían una cosa en común: su espíritu humanista. Einstein reivindicaba la necesidad de verdad y justicia. El amor y la voluntad eran para él las grandes fuerzas motrices del mundo. Y, por encima de su talento, él mismo destacaba la imaginación creativa como su principal destreza.

Esta cualidad caracterizaba también al Premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, nuestro insigne científico que situó a España en la vanguardia de la investigación internacional a través del estudio del cerebro. Cajal era un infatigable explorador de la vida, como investigador y divulgador de la Ciencia, pero también como viajero internacional, escritor, fotógrafo, pintor. De hecho, decía que “a la ciencia no van más que los artistas.”

Esa creatividad y ese pensamiento crítico, tan presente en las Humanidades y en las Ciencias Sociales, hoy son habilidades indispensables para afrontar esta era digital en la que el avance científico y tecnológico acelerado está realmente transformando nuestra vida a una velocidad vertiginosa. Hoy necesitamos, no hay duda, ese puente entre disciplinas, ese verdadero espíritu renacentista. 

Señoras y señores,
En este “Año de Investigación Santiago Ramón y Cajal 2022”, no solo celebramos y reivindicamos la obra y figura de nuestro Premio Nobel; también la relevancia de la Ciencia para dar respuesta a los grandes retos globales contemporáneos.

Hace un siglo, Cajal ya apostaba por cultivar el talento como clave para la modernización del país. Señalaba que, para su incorporación a los “pueblos civilizados”, urgía “cultivar intensamente los yermos de nuestra tierra y de nuestro cerebro, salvando para la prosperidad y enaltecimiento patrios todos los ríos que se pierden en el mar y todos los talentos que se pierden en la ignorancia”, así decía él.

En el contexto de esta efeméride, hoy sigue siendo prioritario atraer y retener talento científico e innovador, pues será esencial para que nuestro país sea más competitivo internacionalmente y con mayor autonomía estratégica.

Y con el recuerdo entrañable de nuevo del profesor Grisolía y de su inolvidable mirada serena, curiosa y generosa termino ya mis palabras, reiterando la enhorabuena a todos los premiados y agradeciendo el esfuerzo de todas aquellas personas, instituciones y empresas que, siguiendo la estela de nuestro admirado profesor, continuáis plenamente comprometidas con estos premios y con la ciencia y la innovación, aquí en Valencia y en toda España.

Muchas gracias a todos. Y ahora también formalmente:

DECLARO ABIERTA LA CONVOCATORIA DE 2023

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