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Palabras de Su Majestad el Rey en la entrega del Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2022

Paraninfo de la Universidad de Alcalá. Alcalá de Henares (Madrid), 4.24.2023

Desde 1976, alrededor de la fecha primaveral y literaria del 23 de abril, reconocemos a través de este Premio, que hace honor al gran novelista, la importancia y grandeza de nuestra lengua común, y del libro como instrumento fundamental del conocimiento.

Estamos hoy bajo el manto de Miguel de Cervantes, fundador de la novela moderna: cinco siglos después seguimos encontrando en las páginas de Don Quijote de la Mancha un espejo casi perfecto de lo que somos, queremos ser o hemos dejado de ser. Ese magnífico legado -que se extiende por múltiples geografías, por montañas y mares, por variados gentilicios, y que agrupa a casi 600 millones de hablantes y potenciales lectores- nos une y nos invita a reconocer que siempre habrá más razones para estar juntos que separados.

Dentro de poco tiempo, el Premio Cervantes cumplirá medio siglo de existencia. Repasar los nombres de quienes lo han obtenido es en sí misma la historia contemporánea de la literatura iberoamericana. Casi todos los países hispanohablantes y sin duda todos los géneros han estado representados. Los mejores jurados, los más importantes especialistas, las universidades iberoamericanas, han formado parte de las deliberaciones y juicios. Sin duda, un esfuerzo colectivo encomiable y apasionante.

En esta edición de 2022 el jurado ha fallado nuevamente con precisión, distinguiendo a un “hombre que trata de respirar por los poros del lenguaje”, a un gran poeta venezolano, sumándose así su país a la historia de nuestro querido Premio Cervantes y ampliándose con él el ámbito geográfico de los galardonados. Rafael Cadenas se incorpora ya a este listado cervantino que reúne a los mejores escritores de la lengua española.

Rafael nació en una ciudad que, hacia 1552, fue bautizada como Nueva Segovia de Bariquisimeto; hoy en día simplemente Barquisimeto, en el centro-oeste del país. Es la 3ª en población de la nación caribeña, y se la reconoce como la ciudad de los crepúsculos, porque al extenderse sobre una larga sabana, el horizonte se hace ilimitado. Allí, dicen, hasta los conductores, a la espera de que el semáforo pase de rojo a verde, se paralizan ante la paleta celestial que los sorprende desde las alturas. Pero el joven Rafael prefería las plazas, donde solía reunirse con su gran amigo Salvador Garmendia, importante narrador venezolano de la segunda mitad del siglo XX.
Ambos leían a Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Pero aquel joven Rafael también iba hacia atrás, ahondando en el Cantar de los Cantares y en los poetas místicos españoles, como San Juan de la Cruz, esenciales en su obra madura. ¿De dónde salían tantos títulos y autores? La respuesta la tiene el hermano mayor de Salvador G., quien tenía entonces la biblioteca literaria más importante de la ciudad. Allí el poeta colmaba sus inquietudes culturales y se hacía una idea, a mediados del siglo XX, de los vastos horizontes de la literatura occidental.

Hacia mediados de los años 50 lo encontramos en Caracas, estudiando Filosofía y Letras en la Universidad Central de Venezuela, que terminaría siendo su alma mater. Una manifestación de estudiantes se traduce en un encarcelamiento de cinco meses y en una posterior expulsión del país que lo lleva a la cercana isla de Trinidad. Allí vive 4 años y, como ha reconocido el propio Rafael, se vuelve “súbdito de la corona británica”, iniciando estudios de lengua y literatura inglesas.

Lo que hubiera podido ser una etapa de adversidad se convierte en edad de provecho, pues de esos años son sus primeros dos libros: La isla, de 1958, y Los cuadernos del destierro, de 1960. Se advierte en ellos la noción de aislamiento, por un lado, y la de extrañamiento, por el otro. La posible pérdida se convierte, sin embargo, en ganancia.

"...La obra de Rafael Cadenas es la de un gran poeta moderno. La de alguien que no quiere “estilo, sino honradez”, una valiosísima ambición; una aspiración que comporta “rectitud de ánimo, integridad en el obrar”, según nuestro Diccionario de la RAE. Un propósito magnífico, admirable. Es un placer, y un honor, haber entregado a Rafael Cadenas el mayor galardón de las letras en lengua castellana, que pertenece ya con todos los honores a la estirpe de Don Miguel de Cervantes y Saavedra. ..."

En un poema llamado A un esbirro, de su primer libro, que hace referencia a sus meses de presidio, Cadenas escribe: “Rostros deben andar por su café, por sus calles de llanto, por el humo de su cigarrillo”. Poetizar sobre una experiencia extrema habla del talante de una poesía que también quisiera entender, si las hay, las razones de la maldad.

A su manera, ya de regreso en su país, seguía innovando, bajo la convicción de que la poesía es, ante todo, despojamiento.
1959 marca la recuperación democrática del país. Cadenas retorna a la Universidad Central de Venezuela y en la Escuela de Letras asume la cátedra de literatura española, una manera de reconciliarse con sus lecturas de juventud. La década de los 60 trae una verdadera ebullición cultural: los museos abren sus puertas, los periódicos compiten con sus suplementos literarios, se fundan agrupaciones como ‘Tabla redonda’, de la que forma parte.

Una amalgama de lecturas y amistades cómplices alargan la salida de su tercer libro, Falsas maniobras, que termina editándose en 1966; viene a ser como una bisagra, y despeja una toda una obra magna que resulta difícil resumir en pocas palabras. Sirvan las menciones de algunos títulos, como Intemperie, Memorial, Amante, Dichos o Gestiones para completar los libros editados durante el siglo pasado y para dar cuenta del creciente reconocimiento que viene experimentando su obra al recibir, entre otros, el Premio Nacional de Literatura, el Premio FIL de Literaturas Romances, el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

Los libros más recientes de Cadenas, como Sobre abierto, de 2012, o En torno a Bashô y otros asuntos, de 2016, sellan su interés por esa poesía del despojamiento donde el yo se apaga y el ser se ilumina. De imágenes, o más bien percepciones, intuiciones, está hecha su poesía; una obra cuya densidad, valor y trascendencia enriquece la lengua, nutre la tradición y renueva nuestra literatura.

En los escritores iberoamericanos de todas las edades, de todos los siglos, debemos reconocer un colectivo admirable, pues en la literatura y en toda la creación cultural siempre admiramos cómo la humanidad crece para bien.

La obra de Rafael Cadenas es la de un gran poeta moderno. La de alguien que no quiere “estilo, sino honradez”, una valiosísima ambición; una aspiración que comporta “rectitud de ánimo, integridad en el obrar”, según nuestro Diccionario de la RAE. Un propósito magnífico, admirable.

Es un placer, y un honor, haber entregado a Rafael Cadenas el mayor galardón de las letras en lengua castellana, que pertenece ya con todos los honores a la estirpe de Don Miguel de Cervantes y Saavedra.

Reciba, D. Rafael, nuestra más sincera enhorabuena, de la Reina y mía; también la de todos los que nos hemos congregado en este Paraninfo de la Universidad de Alcalá y la de tantos, en España y en toda Hispanoamérica, que le aclaman y agradecen su contribución a nuestras letras, a nuestra cultura común y universal.

Muchas gracias.

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