Lo primero, además de celebrar que pueda estar hoy en Sevilla y en su Ayuntamiento (gracias Alcalde por acogernos), es agradecer muy sinceramente a la Fundación que me haya concedido este “Premio contra el Terrorismo Alberto Jiménez-Becerril”. Es para mí un honor muy grande que, además, quiero compartir con todos los españoles porque (permitidme que así lo diga) lo considero esencialmente un reconocimiento para el conjunto de nuestra sociedad; una sociedad que ha sufrido el terror pero que siempre confió en la dignidad de las víctimas, en solidaridad de todos los españoles y en la fortaleza del Estado de Derecho para hacer frente con eficacia al terrorismo.
Y debo decir que me emociona mucho recibirlo en este salón Colón, al que tantas veces acudió Alberto para participar en los plenos; el mismo que, posteriormente, acogería la capilla ardiente de Alberto y de Ascensión, a la que miles de personas acudirían para rendir un sentido y respetuoso último homenaje.
Recoger este premio, con todo lo que significa e implica, hace inevitable que vuelva a nuestra memoria aquel 30 de enero de 1998, cuando la ciudad de Sevilla y, con ella, Andalucía y toda España, expresó su dolor, su rabia y su indignación por el asesinato cobarde y vil del matrimonio a manos de la banda terrorista ETA.
Ese mismo día yo cumplía 30 años; un día que se cubrió de una profunda tristeza, para mí, y especialmente parar Sevilla, su Ayuntamiento y los familiares de Alberto y Ascen, pero también para toda la sociedad española que, al igual que había hecho seis meses antes tras el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, volvió a llenar las calles.
25 años después y, en una ocasión como ésta, quiero expresar, una vez más con todo cariño, mi total reconocimiento y respeto a todos los familiares de las víctimas a las que el terrorismo destruyó la vida y que, a pesar de todo, siguen dándonos cada día una lección magistral de fortaleza y dignidad. Y permitidme que, por ello, os de las gracias. A ellas debe la sociedad española que esas tres valiosas palabras: “Memoria, dignidad y justicia” −que tanto significan para las víctimas del terrorismo−, no hayan perdido nunca su valor. Es, pues, una responsabilidad de todos mantener su legado y defender los derechos de los que fueron privados por querer tan solo algo tan precioso como vivir sus vidas con normalidad, respetando y salvaguardando la convivencia, la libertad, la democracia y el Estado de Derecho.
"...es agradecer muy sinceramente a la Fundación que me haya concedido este “Premio contra el Terrorismo Alberto Jiménez-Becerril”. Es para mí un honor muy grande que, además, quiero compartir con todos los españoles porque (permitidme que así lo diga) lo considero esencialmente un reconocimiento para el conjunto de nuestra sociedad; una sociedad que ha sufrido el terror pero que siempre confió en la dignidad de las víctimas, en solidaridad de todos los españoles y en la fortaleza del Estado de Derecho para hacer frente con eficacia al terrorismo..."
Señoras y señores,
Quiero destacar el esfuerzo que esta Fundación lleva a cabo desde hace tantos años, para que las jóvenes generaciones —y también las próximas— conozcan lo que sucedió, el dolor que la violencia terrorista causó a tantas personas y familias, y al conjunto de la sociedad española. Como destaca, del mismo modo, su trabajo en defensa de las víctimas y de la memoria de Alberto y de Ascensión. Y es a ellos, a este matrimonio que tanto amó Sevilla, a quienes debemos recordar tal y como los hemos visto en el vídeo, riendo y llenos de vida. Es nuestro homenaje más sincero.
Un esfuerzo −decía−, el de la Fundación, que valoramos, reconocemos y agradecemos. Y en el que siempre podréis encontrar el apoyo de la Corona, que estuvo, está y seguirá estando a vuestro lado.
Lo dije −y lo quiero recordar cuando ahora se cumplen 9 años (hace 2 días)− en el primer acto público que la Reina y yo tuvimos tras la proclamación. Quisimos que fuera un encuentro con las víctimas del terrorismo; un compromiso moral y personal que queríamos transmitir desde el principio, y continuando la posición y sentimiento de antes como Príncipes de Asturias. Porque las víctimas, quiero subrayar de nuevo, dignifican nuestra democracia.
No quiero terminar sin decirle a Dña. Teresa que espero que estas palabras sencillas y muy sentidas, le hayan podido reconfortar siquiera un poco, pese a lo sumamente difícil que es convivir con ese dolor y ausencia tan injustos. Han pasado 25 años y sé que sigue siéndolo ¡tan difícil! Como también sé que desde entonces su último pensamiento cada noche es para su hijo Alberto.
A todos nos enorgullece ver hoy a los hijos de Alberto y Ascensión, Alberto, ascensión y Clara, que han crecido rodeados de los principios y valores que sus padres defendieron.
Valores que nos unen, valores que debemos proteger y valores que debemos transmitir de generación en generación. Muchas gracias por este premio que agradezco y que respeto enormemente por todo lo que significa.
Muchas gracias.