Es un honor muy especial para mi inaugurar hoy aquí en León, y con todos ustedes, esta conferencia con la que conmemoramos el Día Internacional del Parlamentarismo. Y me alegra poder darles también la bienvenida a España y a esta querida ciudad a presidentes y delegaciones representantes de los parlamentos europeos, así como de terceros países asociados.
Reflexionar sobre el funcionamiento de nuestros parlamentos, y sobre cómo fortalecerlos en su papel esencial para el buen funcionamiento de la democracia, es siempre una tarea necesaria, una tarea útil, y una tarea benéfica.
La vitalidad de nuestras instituciones depende, en buena medida, de la adhesión y confianza que concitan entre los ciudadanos. Son las ideas, las creencias compartidas sobre su valor y utilidad, las que contribuyen a su legitimidad. De ahí que debatir sobre la institución parlamentaria, sobre sus retos de presente y futuro, que van a pormenorizar al detalle en esta conferencia, constituya en sí misma una forma de mejorar nuestra gobernanza.
En definitiva, reforzando el parlamentarismo −creo que todos aquí podemos coincidir− ayudaremos a construir sociedades más robustas, más estables, más seguras de sí mismas y más capaces de resolver sus problemas.
Esta reflexión resulta muy necesaria y pertinente en las circunstancias actuales, en las que los presupuestos de nuestra vida democrática se ven erosionados. Los desafíos y amenazas que enfrentan nuestras democracias pueden ser parecidos o en ocasiones son de distinta naturaleza y alcance. Identificarlos y establecer un marco compartido de soluciones e incluso de colaboración, es una labor sobre cuya urgencia, sin lugar a dudas, todos estamos de acuerdo.
Señoras y señores,
Que esta conferencia tenga lugar en León y se celebre precisamente aquí, en la Real Colegiata y Basílica de San Isidoro, tiene, como no se les escapa y han escuchado ya con frecuencia, un hondo significado. Además de ser uno de nuestros grandes tesoros del románico y Panteón de Reyes, en este lugar −como saben− se celebraron en 1188 bajo el recién estrenado reinado del jovencísimo (con 16 años) Alfonso IX de León las primeras Cortes históricamente documentadas. Fue la 1ª vez en la que se integró al estamento popular en una asamblea de este tipo, lo que hace a las Cortes leonesas de aquel año un hito excepcional, no sólo en la historia política y social de España, sino en la de toda Europa.
En aquellas Cortes se otorgaron los conocidos como Decreta o Carta Magna leonesa que garantizaban la protección de las personas y los bienes, de los entonces súbditos, contra todo abuso de poder; y en la que ya se describen derechos individuales. Las ideas nucleares de la institución parlamentaria cobraron expresión en estos mismos muros: comunidad, participación, representación, baluarte de libertades, equilibrios de poder... Se trata de un hecho histórico que se adelanta en una generación a otras manifestaciones tempranas similares de parlamentarismo.
"...Reflexionar sobre el funcionamiento de nuestros parlamentos, y sobre cómo fortalecerlos en su papel esencial para el buen funcionamiento de la democracia, es siempre una tarea necesaria...De ahí que debatir sobre la institución parlamentaria, sobre sus retos de presente y futuro, constituya en sí misma una forma de mejorar nuestra gobernanza.
En definitiva, reforzando el parlamentarismo −creo que todos podemos coincidir− ayudaremos a construir sociedades más robustas, más estables, más seguras de sí mismas y más capaces de resolver sus problemas.
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Ese carácter inaugural o pionero, si me permiten, de las Cortes leonesas y su Carta Magna fueron reconocidos por la UNESCO en 2013 al declarar León como cuna del parlamentarismo: “testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo”.
Desde luego, la idea de parlamento ha evolucionado desde sus orígenes medievales (por no retrotraernos a otros modelos pretéritos y clásicos de la Grecia clásica y la antigua Roma) ha densificado su significado netamente democrático como asamblea que representa la soberanía popular y que, en virtud de esa legitimación democrática directa, ostenta las principales potestades públicas: hacer las leyes, aprobar el presupuesto y la función de control del poder ejecutivo.
La institución parlamentaria, y el sistema democrático, se asienta sobre el derecho de todos los ciudadanos a participar en los asuntos públicos; un derecho que presupone, a su vez, la existencia de una opinión pública libre, es decir, de un discurso abierto a todos en el que se pueda acceder a ideas, puntos de vista, hechos, datos e informaciones con los que cada ciudadano pueda tomar sus propias decisiones.
Democracia es debate, confrontación de ideas y posiciones, pero dentro de un espacio común en el que se comparte la creencia en el valor de la verdad, del respeto y la tolerancia frente al rechazo y la negación del otro; en el que se comparte el valor del bien común frente al egoísmo excluyente.
El pluralismo caracteriza a las sociedades contemporáneas y el papel fundamental de las instituciones representativas es conciliar y mediar las divergencias que puedan existir. El parlamento desempeña, pues, la función básica de articular esa pluralidad y dar un sentido común a la acción colectiva. Reivindicar esa misión de la institución parlamentaria es plenamente actual.
Señoras y señores,
El alma de Europa es hoy la democracia. Los impulsos en la construcción del proyecto europeo han venido de la voluntad de los ciudadanos de reforzar y ampliar la Unión. Los parlamentos han desempeñado un papel determinante en ese proceso porque la idea de Europa es inseparable de lo que representan las asambleas parlamentarias: la pluralidad, el respeto a las diferencias, la voluntad de aproximar para avanzar, el debate y el acuerdo como herramientas de progreso.
Frente al ataque a los valores europeos que ha supuesto la invasión rusa de Ucrania, los parlamentos de la Unión han mostrado no sólo su solidaridad con el pueblo ucraniano sino también la voluntad de unidad en la defensa de los principios que nos hacen europeos.
Ese momento de unidad frente a la amenaza que es la guerra ilegal también debe replicarse frente a las distintas amenazas y riesgos que afrontan en nuestro tiempo las democracias parlamentarias. Se trata de amenazas que trascienden las fronteras y que son comunes a todos, por lo que las respuestas también deben de ser compartidas.
La conferencia que se inaugura hoy aquí es una oportunidad para avanzar en ese camino. La presencia de representaciones de alto nivel de los parlamentos europeos −y no sólo europeos− asegura un debate positivo y fructífero. La historia que albergan estos muros, sin duda, favorecerá la mejor disposición para que esa reflexión sea valiosa y constructiva.
Con estos mimbres estoy convencido de que la jornada será un éxito. Así que, para todos, les deseo un magnífico trabajo.
Muchas gracias.