Buenas tardes,
Presidir esta ceremonia y entregar personalmente la Reina y yo las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes es, no sólo un honor y un privilegio, sino una alegría. No es de extrañar que Cádiz aporte lo suyo para que así sea, y agradecemos de corazón la acogida para esta importante cita que atestigua la riqueza, la diversidad y la excelencia de nuestra cultura, de nuestras artes y de los que sois sus protagonistas y las hacéis posible.
Habéis recibido la más alta distinción con la que nuestro país reconoce a sus artistas y creadores en diferentes disciplinas; a quienes, como ya dije alguna vez, “han dedicado su vida a la Cultura”, contribuyendo así a enriquecer las nuestras y siendo, al mismo tiempo, inspiración para las próximas generaciones. Gracias, gracias de corazón por vuestro trabajo, por vuestra dedicación apasionada, y enhorabuena por este reconocimiento que encierra, en fin, la gratitud colectiva de toda nuestra sociedad.
Con la finalidad de promover nuestra cultura y el reconocimiento a nuestros artistas esta cita nos ha ido convocando a lo largo de los años en distintos puntos de nuestra geografía. Este año recalamos en Cádiz, una ciudad que nos trae muy buenos recuerdos y por tantas razones. Una de ellas fue el Congreso Internacional de la Lengua Española de hace un año. Y tan solo el mes pasado, tuve yo la suerte de venir de la mano de la Fundación Princesa de Girona para una de sus etapas del Tour del Talento dedicado a los jóvenes.
Decía la escritora Almudena Grandes, gaditana de adopción, que “existen muchas bahías en el mundo, muchas maneras de mirar al mar, muchos lugares de los que enamorarse, muchos refugios en los que guarecerse del ruido y del frío de los inviernos”. En todos ellos se había sentido turista y ajena, extranjera, hasta que llegó aquí, a una casa de la que todos nos sentimos parte. Una casa sobre el mar, mecida por los vientos, y cuya luz —que lo es también de la Ilustración y de la primera Constitución española—, alumbra hoy el camino de nuestros artistas y creadores. Un recorrido no exento de sacrificios personales y que ofrece con generosidad a la sociedad una mirada única sobre el sentido profundo de aquello que nos rodea. Vuestra mirada excepcional.
Vuestra obra y vuestro trabajo son la viva representación de un país siempre orgulloso de su cultura, y del ingenio y talento de su gente. No hay una España sin sus artistas, sin su cultura. No podría existir. Porque la cultura forma parte de todos y nos representa, ante nosotros mismos y ante el mundo.
Queridos premiados,
En un momento preciso el arte irrumpió en vuestras vidas. Y con él también lo hicieron el esfuerzo, la tenacidad o el tesón. Del mismo modo, los sinsabores, los kilómetros de carretera, las noches sin dormir y el gran reto de orientar con acierto una carrera profesional como la que ahora veis reconocida. Nuestra felicitación más sincera por este reconocimiento, por la valoración de vuestros trabajos y trayectorias. Porque, como sabéis muy bien, no hay arte sin dedicación.
Con seguridad, haciendo un repaso de vuestras experiencias, habéis pensado en ello y en tantas personas y momentos vividos. Quizás en aquella dirección que, tarde o temprano, tuvisteis que tomar en vuestros caminos.
También os habrán surgido muchas preguntas: Cómo no recordar la 1ª obra, el 1º aplauso o la 1ª crítica; cómo no evocar hoy las horas en las que os sentisteis vencidos o pensasteis en desistir… ¡pero no!
Puede que, en realidad, algo más fuerte os haya ido llevando de la mano durante el largo viaje que desemboca en esta ceremonia. Ese —y cito— “poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica”, como escribió Federico García Lorca. El duende. Algo que no se ve ni se comprende plenamente, pero que está ahí, que conecta íntimamente y con un enorme poder transformador.
Hoy estamos en la tierra del duende. En la tierra de Lola Flores (Jerez), Rocío Jurado (Chipiona), Paco de Lucía (Algeciras) y Camarón de la Isla (S.Fernando).
¿Quién podría pensar siquiera en detener sus voces…? ¿Quién puede detener un acorde que brota, el verso o el quejío, el paso de una bailaora, la palabra, una imagen sobre el lienzo, la idea misma del arte...?
La pregunta se puede formular de otro modo: ¿Quién puede poner barreras a la poesía, a la música, al teatro o a la danza, a la belleza en definitiva...?
Y de esa admirable capacidad vuestra para crear, que trasciende el presente y forma ya parte de nuestro patrimonio, nace nuestra admiración y la razón de ser de estas medallas.
Pero además de ese balance de vuestra vocación y profesión, es esta una ocasión para pensar también en quienes os han acompañado y animado. Familia, amistades, compañeros o colegas. Han sido vuestro apoyo en los buenos y en los malos momentos, de la misma forma que todos vosotros habéis cuidado y acrecentado permanentemente nuestra cultura, nuestro valiosísimo patrimonio histórico y artístico. Al igual que lo hicieron, en sus respectivos ámbitos, José Guirao y María Jiménez, cuyo recuerdo nos acompaña en estos momentos.
Termino ya y lo hago insistiendo en las gracias y la enhorabuena que os dedicamos la Reina y yo, y seguro que todos, por el permanente regalo de vuestro trabajo, por dedicar, como decía al principio, vuestra vida a la Cultura.
Muchas gracias.