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Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey

Madrid(Palacio de La Zarzuela), 12.24.1977

P

ara desearos paz, libertad y prosperidad, en mi nombre y en el de mi familia, me he permitido entrar por unos momentos en vuestros hogares.

Y lo hago desde esta Casa, que es la de todos vosotros, con la seguridad de que, en esa noble correspondencia de hospitalidad que distingue a los españoles, nos acogeréis por unos instantes en las vuestras a la Reina, a mis hijos y a mí, para desearos unas pascuas muy felices.

Hemos estado juntos a lo largo del año por motivos plurales y comunes, y esta noche, solemne y entrañable, queremos estarlo también, de una manera muy especial, a través de las cámaras de televisión española.

Ojalá nuestro saludo pueda llegar hasta los que viven en los últimos confines de la patria y a quienes, aún fuera de ella, tienen en España su pensamiento y su corazón:

- A los españoles de tierra adentro, de la montaña y de la meseta; de la ribera y de las islas.- A los que trabajan en la mar.- A los que sufren en la enfermedad.- A las mujeres, que iluminan y empujan nuestros hogares.- A los obreros y a los empresarios; a los intelectuales y a los artistas; a los hombres del campo y de la ciudad.- A los que velan esta noche en cumplimiento de su deber.- A cuantos integran las Fuerzas que, con su abnegada entrega, salvaguardan nuestra seguridad.- A los jóvenes y a los que ya ven lejana su juventud.- En suma, a todos los españoles que tenemos la ilusión de convivir en la paz y el progreso de España.

En las fiestas de navidad sentimos que se acortan las lejanías y las separaciones, y en la emoción común que se respira a lo largo de estos días quisiera fundir mi saludo con el de todos vosotros.

No pretendo, sin embargo, que los sentimientos de la navidad oculten, sino que iluminen, la propuesta de paz, de libertad y prosperidad, con que he comenzado estas palabras y que es, en el fondo, el compromiso insobornable, permanente y decidido de la Monarquía que encarno.

Para una España más fuerte, más libre, más estable, más hermosa, estamos convocados todos los españoles, cualquiera que sea nuestra condición. Y al ser proclamado Rey, así lo expresé.

Por eso, cuando llegan fechas como éstas, echamos siempre una ojeada al camino y procuramos repasar las cuentas de lo que hemos hecho y de lo que queremos hacer en el futuro.

No cabe duda de que lo andado en estos dos años ha sido mucho, con esfuerzo y sacrificio, pero también con decisión, esperanza y optimismo.

La paz, la democracia y prosperidad de las sociedades industriales desarrolladas, a las que pertenece España, no se construyen fácilmente, sino que son la consecuencia del trabajo y la voluntad de superación de sus miembros.

Ambas cosas, voluntad y trabajo, nos han puesto a prueba a los españoles. Y yo quiero aprovechar este encuentro para agradecer todo el esfuerzo de cada uno de vosotros para una España mejor. El realizado por vuestras familias y el ejercido por las instituciones democráticas.

Un esfuerzo común que proseguimos cada día, sin desfallecer, porque es preciso continuar avanzando hasta coronar la obra de consolidación económica, social y política que nos hemos propuesto.

Para cuantos han entregado en la consecución de estos propósitos lo que tenían de más valioso, sus propias vidas, quiero tener esta noche un recuerdo muy sentido, en el que os pido que me acompañéis.He de recordaros también que aún nos queda mucho camino por andar, y que es preciso que lo recorramos juntos.

La prosperidad, la libertad y la paz, no se consiguen sin estar unidos.

Unidos en la familia, que esta noche navideña hace un cerco de amor en torno nuestro y en nosotros confía. Los hijos en los padres y éstos en los hijos, en un diálogo que, a veces, puede ser áspero, pero que es la razón profunda de la vida y de la historia.

La unión de unas clases con otras en unos objetivos básicos, ajustando, sin violencia, sus intereses.

La unión de los estamentos sociales entre sí y la de los ciudadanos con el Estado, a través de leyes pactadas con generosidad, sin egoísmo, en un clima de entendimiento.

Y, por último, la unión a la que no me cansaré de exhortaros, en esa otra gran familia, enorme, bullente, vigorosa y universal, a la que pertenecemos todos como miembros, que es España.

Una unidad que se aparece más evidente cuando se contempla desde la perspectiva integradora de la monarquía. Porque se ve entonces la fecundidad que nace de la variedad y la pluralidad de las regiones españolas, distintas pero no contrapuestas; dotadas de diferente personalidad, pero esencialmente conjuntadas en el mismo destino patrio.

Es en esta profunda creencia superadora donde se hace posible la evolución hacia una mejor convivencia nacional.

Lo que nos une es más medular y dinámico que lo que nos separa y eso es lo que nos compromete en el futuro, sea cual sea nuestra distancia del pasado.

Nuestra tarea hoy es hacer, precisamente, un futuro que podamos compartir sin miedo, con esperanza y con razón y en el que tengan cabida todos los derechos, por pequeños que nos parezcan. En el que nos entreguemos de verdad a nuestro trabajo, como única forma de superar las dificultades económicas que nos preocupan.

Un futuro de orden, que es requisito esencial de todos los progresos. Un futuro de seguridad en la paz, en la continuidad, en el ejercicio recíprocamente limitado de la libertad.

No olvidemos nunca que nuestros derechos han de estar coordinados con la obligación de respetar los derechos de los demás.

Ninguna ocasión mejor que ésta de la navidad para recordaros que no se posee moralmente nada más que lo que se comparte y que el reto de nuestro tiempo es aprender a convivir en la justicia y en la libertad.

En la medida en que no hayamos alcanzado este fin debemos sentirnos insatisfechos y, por el contrario, victoriosos con los objetivos que ya hayamos conseguido.

Yo creo, sinceramente, que son más los logros que los fracasos y que ello da a esta navidad española una clara dimensión de entendimiento.

Y al decir estas palabras, pienso en las generaciones que forman nuestros hijos y que están junto a nosotros, en esta luz y en este amor de la navidad. Ellos constituyen la España que nos sigue de cerca y se sabe emplazada para los cambios del mundo de hoy. No debemos hurtarles su protagonismo, sino ofrecerles, con el pan y la sal de la paz, un puesto a nuestro lado, aceptando sus discrepancias pero dándoles, en seguridad y estabilidad, ese equipaje que necesitarán para su larga tarea futura.

Nuestra España es la misma que la de nuestros hijos, y ellos y nosotros la deseamos justa, dialogante y ancha.

"Si todos permanecemos unidos, habremos ganado el futuro", dije al asumir las responsabilidades de la Corona como Rey de todos los españoles.

Así lo creo ahora, mientras pido la ayuda de Dios para todos, en la unidad y la paz que son las convicciones profundas de la navidad. Con ellas os reitero mi saludo y el de mi familia.

De todo corazón, felices pascuas y muchas gracias.

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