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Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey

Madrid(Palacio de La Zarzuela), 12.24.2001

B

uenas noches.

Quisiera iniciar este breve y tradicional mensaje con el sincero deseo, que comparte toda mi Familia, de que la celebración de esta fiesta de la Navidad, tan significativa para nosotros los cristianos, sea para todos vosotros tiempo de felicidad y ocasión de alegría.

En este año que está a punto de finalizar, España ha seguido disfrutando de un alto grado de prosperidad y estabilidad. Entiendo que es bueno y oportuno destacarlo.

A pesar de las circunstancias menos favorables en que se han desenvuelto las economías occidentales, la economía española ha podido seguir creciendo, asegurando así el desarrollo y la expansión del bienestar en nuestro país.

Tan importante es continuar trabajando por el progreso económico como mantener y consolidar un amplio espíritu de consenso sobre los principios y valores democráticos que rigen nuestra convivencia. Para cumplir con nuestros deberes ciudadanos no debemos olvidar la necesidad de procurar la justicia y el progreso social como valores irrenunciables y propios de la sociedad democrática que disfrutamos.

A lo largo de estas últimas décadas, los españoles hemos hecho mucho por nosotros mismos y hemos dado cauce también a los impulsos de solidaridad con los demás que han estado siempre presentes en nosotros. Con limitaciones, pero también con indiscutible voluntad de superarlas, hemos conseguido entre todos hacer de España una sociedad cada vez más libre, más igualitaria y justa, más equilibrada, tolerante y generosa.

Esa es la senda por la que debemos y queremos seguir transitando: la que enaltece los valores universales de defensa y promoción de los derechos fundamentales de la persona; la que procura el bien común desde la convicción de que el bienestar individual debe ir unido al bienestar colectivo; la que fomenta el respeto y el aprecio por los otros y por sus ideas, aunque sean distintas de las nuestras; la que considera la paz indisolublemente unida a la libertad y a la justicia; la que lamenta como propio el sufrimiento ajeno y trabaja generosamente para aliviarlo.

Nuestra sociedad tiene ante sí un desafío reciente, como es el de la inmigración, al que hemos de hacer frente con la fortaleza que nos dan los valores que acabo de mencionar. Somos un pueblo que sabe apreciar el inmenso valor de ser acogido con justicia, respeto y afecto, y que sabe también lo penoso que resulta unir al dolor de la separación de la familia y de la patria el rechazo social o la discriminación laboral. Los poderes públicos tienen sus deberes y obligaciones, pero también debemos asumirlos cada uno de nosotros, incluidos los inmigrantes, así como facilitar las medidas necesarias para resolver los problemas y potenciar los beneficios que entraña la inmigración.

Este año que ahora termina ha abierto una nueva etapa en la historia del mundo. Los espantosos atentados terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos, de una magnitud y condición nunca vistas hasta ahora, han sacudido la conciencia de la humanidad y han trastocado muchos de los presupuestos sobre los que basábamos el modo de vida de nuestras sociedades y el modelo de relaciones internacionales vigente.

La reacción de la comunidad internacional ha mostrado de manera clamorosa su decisión de impedir que, en el futuro, puedan ejercer su tiranía quienes creen que la violencia y el terror son instrumentos válidos para imponer sus propias ideas y para ahogar la libertad de quienes no las comparten.

Estamos seguros de que estos trágicos acontecimientos propiciarán  un entendimiento más cabal del peligro que el terrorismo entraña para la civilización y sus valores y fortalecerán, en consecuencia, los mecanismos de cooperación internacional para combatir a quienes lo practican, lo apoyan o lo encubren y para aislar a quienes lo justifican o lo defienden. De hecho, en el ámbito de la Unión Europea se han dado ya en estos últimos meses pasos muy importantes y concretos en ese sentido.

En España, a lo largo de este año, el terrorismo ha seguido estérilmente sembrando de sangre nuestra geografía y llenando de sufrimiento a muchas familias.

Quiero, una vez más, decir a las víctimas del terrorismo y a sus familias que siempre tendrán, junto a nuestro recuerdo emocionado, nuestro especial afecto y el de toda la sociedad española, deudora de su sacrificio.

Sepan los terroristas que la sociedad vasca, con el total apoyo del resto de la sociedad española, nunca permitirá que su libertad y sus instituciones democráticas sean sustituidas por el totalitarismo excluyente y reaccionario de unos fanáticos asesinos.

España está participando desde hace más de una década, de manera plena y activa, en la construcción de la unidad política y económica europea. Hemos efectuado cambios y llevado a cabo importantes adaptaciones para ir convergiendo con Europa y, al igual que otros países europeos, hemos armonizado muchas de nuestras políticas para este ambicioso proyecto. El próximo 1 de enero entrará en vigor el euro, la moneda común, por el momento, a doce países europeos, en un paso decisivo e histórico en esta Unión Europea que deseamos se amplíe pronto a otros países del continente. España asumirá la Presidencia de la Unión durante el primer semestre del año y, con esa responsabilidad, haremos todos los esfuerzos necesarios para hacer avanzar los intereses comunes europeos.

En este año pasado, he querido unir a numerosos españoles a la conmemoración del 25 aniversario de mi reinado. Mi familia y yo hemos recibido muchas muestras de afecto de nuestros compatriotas, de los medios de comunicación y de amplios sectores sociales. A todos ellos, a todos vosotros, deseo agradeceros vuestro aliento y vuestro respaldo que tanto me anima a seguir prestando con ilusión mi servicio a España y a los españoles. Mi familia y yo os damos las gracias.

Que el nuevo año que está a punto de comenzar haga realidad vuestros proyectos y colme lo mejor de vuestras esperanzas.

Felices Pascuas.

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