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Palabras de Su Majestad la Reina en la apertura de la "Segunda Conferencia Global sobre Salud y Cambio Climático"

París, 7.7.2016

Buenos días. Y muchas gracias a la OMS por invitarme hoy a esta Segunda Conferencia Mundial sobre Salud y Clima. Gracias también al gobierno francés por organizar esta conferencia y por su hospitalidad.

Ustedes, los expertos y los gestores políticos, son quienes van elaborando respuestas a los problemas de salud pública derivados del cambio climático. Yo, como embajadora de la FAO para la Nutrición, me planteo y les planteo algunas preguntas… ¿Hemos llegado al límite del planeta? ¿Deberíamos modificar nuestros sistemas alimentarios? ¿Debemos cambiar nuestros sistemas energéticos? Porque el modelo energético de los próximos años se debería diseñar ahora. Si hablamos de clima y de salud, ¿debemos pensar también en cómo son nuestros sistemas sanitarios? Un dato de la OMS: el 97 por ciento del gasto sanitario mundial es para curar enfermedades y sólo un 3 por ciento se emplea en prevenirlas.

Últimas preguntas: ¿es nuestra mentalidad lo que debemos cambiar, el modo en que nos relacionamos con la naturaleza? ¿Podremos, como se dijo en la última Asamblea General de NNUU, progresar económica, social y tecnológicamente en armonía con la naturaleza?

"...Nadie está a salvo ni es ajeno. Nadie. Y todos, los que vengan detrás también, merecemos gozar de salud. Los más de 800 millones de seres que pasan hambre y los 2.000 millones afectados por sobrepeso y obesidad, y las enfermedades derivadas de ello, por ingerir alimentos en exceso. Todos debemos sentirnos concernidos por un problema que parece que se nos escapa de las manos, pero que está, como nunca antes, en esas mismas manos. En las nuestras..."

Unas palabras para la salud como derecho humano. Somos lo que comemos, lo que bebemos y lo que respiramos. Por tanto, el mayor desafío que tenemos es cómo alimentar a los nueve mil millones de personas que seremos en poco tiempo y conseguir su buen estado nutricional, que no es lo mismo que quitar el hambre (el desarrollo cognitivo y físico depende de la calidad de los nutrientes), teniendo en cuenta que el clima está cambiando y que somos responsables de ese cambio. El reto de la salud pública se manifiesta de forma local pero su escala es planetaria. ¿Es un asunto político o es una cuestión de moral? ¿O es cultural? ¿Cómo afrontamos juntos esta crisis?

España, siempre dentro del marco de la Unión Europea, asume sus compromisos, lógicamente desde antes del reciente acuerdo de París. No daré cifras para no hacer farragosa mi intervención, que pretendo breve, pero la posición española es la de seguir transformando el modelo económico actual hacia uno aún más bajo en emisión de gases de efecto invernadero. En 2020, además, el gobierno español se ha comprometido a duplicar nuestra contribución económica para este fin. Y dos apuntes más: primero, somos impulsores y colaboradores activos de la Red Iberoamericana de Oficinas de Cambio Climático. Segundo, somos firmes promotores del compromiso ciudadano, de la responsabilidad individual. La concienciación, la educación y el hacerse cargo de comportamientos individuales nos parece esencial para contribuir a frenar un problema global.

Termino. Lo que 196 países acordaron el pasado mes de diciembre, aquí, en París fue un compromiso para mejorar la salud de todos. Un compromiso que ha merecido el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2016. La lucha contra el cambio climático podría estar en las respuestas a todas esas preguntas que acabo de lanzar. Y no debemos olvidarnos del sector privado, de las grandes corporaciones e industrias. Debemos lograr un mayor compromiso por su parte e involucrarlos más en el proceso.

Nadie está a salvo ni es ajeno. Nadie. Y todos, los que vengan detrás también, merecemos gozar de salud. Los más de 800 millones de seres que pasan hambre y los 2.000 millones afectados por sobrepeso y obesidad, y las enfermedades derivadas de ello, por ingerir alimentos en exceso. Todos debemos sentirnos concernidos por un problema que parece que se nos escapa de las manos, pero que está, como nunca antes, en esas mismas manos. En las nuestras.

Gracias.

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