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Palabras de Su Majestad el Rey en la Ofrenda Nacional al Apóstol Santiago

Santiago de Compostela. A Coruña, 7.25.2020

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Con la mirada puesta en la celebración del Año Santo en 2021, cumplimos hoy con una tradición que trae consigo muchos recuerdos de nuestra historia. Con ella viajan a través del tiempo inquietudes y esperanzas que los Reyes o sus delegados pusieron a los pies del Apóstol Santiago.

La ofrenda condensa en unas palabras sentimientos profundos que el oferente tiene la obligación de interpretar, expresar y transmitir. Aunque no sea una tarea fácil, pueblos de épocas muy diferentes siempre han considerado necesario que las preocupaciones y expectativas fueran afluentes que confluyeran en esta ofrenda anual que resuena en el corazón de Galicia, que es a su vez corazón de España y de Europa.

El arraigo de tradiciones como ésta se debe a que han sido forjadas por los pueblos. Son necesarias porque suponen un anclaje en el transcurrir del tiempo, ofrecen perspectiva a nuestros problemas, elevan el espíritu y fortalecen la unidad. La ofrenda nos recuerda, en efecto, que todos somos peregrinos recorriendo un Camino, con etapas, alegrías, contrariedades y, finalmente, metas. La historia ni empieza ni acaba en nuestro tiempo.

Las dificultades que afrontamos tienen formulaciones propias y, sin embargo, no son inéditas. Antes que nosotros, los hombres y mujeres que nos precedieron sufrieron desazón y en ocasiones perdieron la fe en el logro de sus objetivos. La prueba inequívoca de que no se rindieron ante las adversidades la tenemos en el país que nos han legado, compuesto por una sociedad con voluntad, con capacidad y con carácter para dar respuesta a los desafíos.

Cierto es que los de esta hora son enormes y no solo afectan a la salud o la economía, sino también a la confianza de las personas en el futuro que, para muchos, puede dejar de ser un hogar acogedor para convertirse en un horizonte incierto.

La crisis sanitaria provocada por la Covid-19 deja miles de víctimas cuyo recuerdo debe acompañarnos siempre, y también situaciones angustiosas por el confinamiento. Junto a ellas, el impagable sacrificio de ciudadanos en todas las esferas de actividad, que combinaron la entrega sin límites con una profesionalidad extraordinaria.

Ahora, además de mantenernos diligentes y prudentes ante el virus, debemos afrontar las consecuencias sociales y económicas de la pandemia, que requieren una unidad profunda en torno a nuestros valores compartidos y un compromiso firme con la búsqueda del bien común.

El conjunto de los españoles estamos llamados a un esfuerzo común, similar al que se produjo en otras encrucijadas de nuestra historia. Nada mejor que evocar al Apóstol Santiago para entender esa necesidad, dado que su memoria logró que una tierra considerada el fin del mundo se convirtiera en el principio de la unidad de España y de Europa.

La gesta Jacobea nos enseña que son las ideas de fraternidad y unidad las que mejor germinan en el espíritu de los pueblos, moviéndolos hacia grandes logros. Hoy ese logro consiste en ser capaces de aminorar el impacto de la crisis, sin merma de la solidaridad entre personas y territorios que los españoles consagramos en nuestra Constitución.

La última prueba de esa solidaridad se dio precisamente en los tramos más agudos de la pandemia, cuando España actuó al unísono y españoles geográficamente distantes se sintieron unidos en una causa común, en una lucha compartida.

Sentimos entonces que nuestra fuerza residía en la cercanía, la colaboración y la capacidad de situarnos en el lugar de los demás para comprendernos mejor; y es fundamental ahora que ese espíritu se mantenga y amplíe, gracias a la búsqueda incesante de la concordia y el entendimiento para afirmar el sentido más profundo de comunidad.

No estaremos solos en esa misión. El proyecto europeo, que tiene una de sus más antiguas cunas en el Camino de Santiago, cubre hoy una etapa trascendental en la que no cabe la fragmentación. La Unión Europea es sin duda la construcción política, social y económica más importante de la historia no sólo por sus logros materiales, sino sobre todo por la preservación de los valores democráticos consustanciales con la dignidad humana.

Y el principal reto europeo en estos tiempos de incertidumbre consiste en salvaguardar esos valores y consolidar y avanzar en ese proyecto compartido, al tiempo que se responde con prontitud y eficacia a la crisis derivada de la pandemia, algo que solo es posible con medidas solidarias que nos permitan seguir caminando juntos con mayor seguridad y solidez.

Cada un de nós, ten un papel que xogar nese desafío. E hoxe, nesta terra, nesta Comunidade Autónoma que sempre nos recibe con hospitalidade, quero recoñecer o compromiso de Galicia co autogoberno e coa nosa España tan diversa e plural, así como o pleno desenvolvemento da democracia pese ás dificultades dos últimos meses.

Ao redor deste sepulcro prodúcese unha milagre consistente en ir engadindo persoas e vontades. Os primeiros discípulos transfórmanse nunha confraría maior, que máis tarde erixe unha catedral cuxas agullas apuntan ao ceo e cuxas naves acollen a un sinfín de peregrinos.

O culto compostelán convoca a Galicia enteira, espállase por España e supera despois fronteiras para chamar a homes e mulleres de toda orixe e condición. As campás desta catedral resoan en todo o mundo facendo un chamamento que é atendido por persoas que albiscan en Compostela unha promesa de fraternidade.

Santiago é o Apóstolo da unidade que estreita nunha aperta a todo o que sinte a chamada de valores inherentes ao ser humano. Por iso esta tradición, establecida polo meu antepasado el Rei Felipe IV en mil seiscentos corenta e tres (1643), non perdeu vixencia catro séculos despois.

Hacemos esta ofrenda en representación de un pueblo que ha realizado grandes gestas, grandes aportaciones al mundo, y que, al mismo tiempo, ha sabido superar las adversidades que el destino le ha deparado.

La vocación y el deber de la Corona es ser punto de encuentro que permita recorrer unidos y en libertad el Camino por el que discurre nuestra historia.

Así, le pedimos al Santo Patrón de España que siga siempre a nuestro lado inspirándonos y protegiéndonos.

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