Me alegra mucho estar de nuevo en esta Conferencia de Embajadores; la última vez fue en 2008, con ocasión de la V Conferencia, a la que la Reina y yo asistimos como Príncipes de Asturias.
Este año que ha concluido no ha sido otro más, sino uno especialmente difícil en muchos aspectos, debido principalmente a la pandemia que hace un año comenzó a extenderse por todo el mundo. También, y de manera muy señalada, lo ha sido en el ámbito diplomático, como habéis podido analizar estos días y como nos acaba de informar la ministra González Laya. Muchas gracias, ministra, por tus palabras.
Quiero, antes de nada, transmitiros un mensaje lleno de cercanía y afecto a quienes habéis padecido la enfermedad y, sobre todo, a los que habéis perdido algún ser querido.
La pandemia, en su evolución global alteró abruptamente la vida normal en casi todos los sentidos, reduciendo o frenando en seco la movilidad y obligando a una adaptación drástica del trabajo en todos los sectores económicos, los servicios públicos y la acción del Estado; como lo es la diplomática, la Acción Exterior.
Los embajadores del Reino de España, junto a vuestros equipos en nuestras delegaciones diplomáticas por todo el mundo, habéis debido afrontar todo ello lejos de casa y, en muchas ocasiones, de vuestras familias. Lo habéis hecho siempre con la mejor disposición y la más alta voluntad de servicio a los españoles. Hoy, en nombre de todos ellos, os doy las gracias y la enhorabuena. Podéis sentiros muy orgullosos de la labor realizada desde el Ministerio y la red de Embajadas y Consulados.
El paso de un año a otro es siempre buen momento para hacer balance y para establecer objetivos y plantear nuevas metas en todos los ámbitos. Y, como país, también es el momento de hacerlo pensando en la proyección de España en el mundo. Este es el principal motivo de la celebración de la Conferencia de Embajadores.
La pandemia nos ha vuelto a recordar que los retos del presente y el futuro exigen una atención reforzada a la realidad global. Lejos quedan los tiempos en los que la política, la economía o las medidas sanitarias y medioambientales se abordaban desde una perspectiva geográfica considerando lo que afectaba a los ámbitos exterior o interior.
Hoy todo conforma una realidad interdependiente y cada vez, más incierta. Una situación a la que nos debemos amoldar para obtener las respuestas más adecuadas y eficaces en beneficio de una ciudadanía que demanda certidumbre, esperanza y horizontes de prosperidad. Hoy esos objetivos se identifican y determinan en un ámbito global que, como diplomáticos, conocéis especialmente bien.
La imagen y el peso exterior de España son, por ello, más determinantes que nunca. La posición de nuestro país ante esta nueva etapa merece ser destacada; y el trabajo y los logros conseguidos entre todos durante las últimas cuatro décadas −pese a las dificultades− merecen el mayor reconocimiento.
España es hoy una referencia en distintos ámbitos de la vida internacional: por su alta consideración como Estado social y democrático de Derecho; por el prestigio, la diversidad y la universalidad de su cultura; por el afán y el carácter abierto y emprendedor de sus hombres y mujeres, el dinamismo y proyección de sus empresas; por sus logros científicos y médicos o sus éxitos deportivos. Pero lo es también en ámbitos como la cooperación al desarrollo y la política frente al cambio climático; o en nuestra actitud proactiva en la búsqueda de la paz internacional y en la lucha por la igualdad.
Hace 40 años España volvía al mundo, y hoy es parte activa en su gestión y su diseño. Un gran cambio que habría sido imposible sin la voluntad de servicio, el trabajo bien hecho y el sacrificio personal que han caracterizado a la diplomacia española durante estas décadas determinantes para el progreso de nuestro país. No solo habéis sido testigos de esta transformación: habéis sido protagonistas.
La Covid-19 ha exigido un esfuerzo de colaboración extraordinario entre distintos niveles de gobierno; entre diferentes gobiernos de todos los continentes; entre gobiernos y organismos multilaterales; y de todos ellos con el sector privado, ONGs y, por supuesto, con una ciudadanía que, en su inmensa mayoría, se ha comportado de forma ejemplar. Es justo resaltarlo y agradecerlo.
Una colaboración que será igual de necesaria para la recuperación y para el diseño de una nueva era de inclusión y prosperidad, comenzando por la gestión para que las vacunas lleguen a todos los rincones del mundo.
"...España, por su historia, su diversidad, su carácter y su vocación universal, está en un lugar y un momento clave para convertirse en un actor capaz de facilitar el diálogo y ese esfuerzo conjunto que nos son tan necesarios. Vivimos tiempos de cambios geopolíticos y económicos que sin duda inciden en el progreso de nuestro país. Transformaciones que urge gestionar para que, allí donde ahora prima el miedo y la incertidumbre, entre todos seamos capaces de generar concordia, oportunidades y horizontes compartidos; de generar esperanza...."
La pandemia es nueva, pero en muchos aspectos ha acelerado viejas tendencias y ha agravado retos que ya afrontábamos y que ya habían exigido grandes esfuerzos a nuestra diplomacia.
Es el caso del proyecto europeo, que ha dado en estos meses pasos determinantes para convertir a Europa en un actor global influyente y, al mismo tiempo, en una Unión capaz de afrontar los desafíos con garantías de éxito. Soy consciente de cuánto habéis trabajado para que así fuera. La vuestra ha sido una labor tan paciente como ambiciosa desde que en 1986 nos incorporamos a las entonces Comunidades Europeas. Bien sabéis los embajadores más veteranos cuántos años de desvelos y cuidadosa atención habéis dedicado para que así fuera algún día.
Otro gran desafío relacionado con el proyecto europeo es la lucha contra el cambio climático, su mitigación y la adaptación a sus efectos. Un reto que exige de una acción global determinada y urgente, aunque parezca ahora que la pandemia lo haya relegado a un segundo plano, y que solo a través de una diplomacia eficaz, persuasiva y sostenida se puede afrontar.
Europa, y especialmente España, han dado pasos importantes para liderar la transición verde, pero la magnitud del reto exige seguir trabajando en todos los frentes internacionales con una ambición redoblada. Por nuestra situación geográfica, España es especialmente vulnerable a los efectos del cambio climático. Ello nos obliga a trabajar a fondo, pero también nos da la oportunidad de liderar algunas de las transformaciones que conformarán el mañana.
Para que esa cooperación y ese trabajo conjunto sean exitosos, debemos adaptar y modernizar los organismos internacionales de un sistema multilateral con el que España está firmemente comprometida. Tarea que exige, a su vez, de una diplomacia proactiva que forje acuerdos y consensos en áreas de actuación decisivas para nuestro futuro.
Por esa misma situación geográfica que nos hace vulnerables al cambio climático, somos especialmente sensibles a crisis migratorias como las que hemos experimentado recientemente. La pandemia ha supuesto un enorme golpe para el bienestar y las expectativas de millones de mujeres y hombres que buscan desesperadamente un futuro que no encuentran en sus países.
Solo una diplomacia enfocada en las causas de fondo será capaz de contribuir a gestionar el drama humano cuya última y trágica manifestación se produce tantas veces en nuestras costas. De ahí que sean tan encomiables los esfuerzos desplegados por nuestro país en la cooperación al desarrollo y en los acuerdos que con tanto esfuerzo negociáis en nombre de España con los países de origen y tránsito.
La Covid-19 ha puesto en cuestión muchos logros que dábamos por consolidados. Ha provocado un enorme retroceso económico y muchas veces social en casi todo el mundo. Pero, lejos de desfallecer, debemos asumir el reto de construir de nuevo con cimientos más firmes y sostenibles. Especialmente en nuestra Vecindad Sur y en los países hermanos de América Latina, región a la que estamos tan unidos y que se ha visto especialmente afectada por la pandemia. Y quiero aquí reiterar mi profundo reconocimiento a la labor de nuestros cooperantes.
España, por su historia, su diversidad, su carácter y su vocación universal, está en un lugar y un momento clave para convertirse en un actor capaz de facilitar ese diálogo y ese esfuerzo conjunto que nos son tan necesarios. Vivimos tiempos de cambios geopolíticos y económicos que sin duda inciden en el progreso de nuestro país. Transformaciones que urge gestionar para que, allí donde ahora prima el miedo y la incertidumbre, entre todos seamos capaces de generar concordia, oportunidades y horizontes compartidos; de generar esperanza.
En ese contexto, nuestra gran capacidad de interlocución es un activo para nuestra diplomacia, que vosotros, nuestros representantes en ese mundo en proceso de cambio acelerado, ya empleáis como una herramienta de trabajo y proyección determinante.
Queridos Embajadores y Embajadoras,
Han sido varias las crisis, muchos los cambios que nos han llevado a pensar, utilizando palabras de Salvador de Madariaga, que “el mundo parece tener un sentido, pero no parecemos capaces de descifrarlo completamente”. Como si careciéramos de puntos cardinales de orientación y nuestros viejos instrumentos de navegación hubieran perdido eficacia.
La diplomacia, que vosotros representáis en nombre de España, está llamada a esa tarea clave para favorecer la estabilidad y el progreso del mundo en su conjunto: la de hacer asumible y gestionable esa dinámica de grandes cambios globales en un contexto de profundas transformaciones que deben ser gestionadas al servicio y en beneficio de los ciudadanos.
Tengo la suerte de conocer de cerca vuestra labor y vuestra determinación, así como vuestros afanes y vuestro profundo amor a España. De ahí que hoy quiera manifestaros mi confianza y optimismo en el futuro de nuestro país y en su capacidad para contribuir al mejor porvenir del mundo.
Conozco también el sacrificio personal que en muchos casos hacéis en vuestra misión, no estáis solos en ello. Vuestra voluntad de servicio prima y destaca, como nuevamente hemos comprobado durante los meses más duros de la pandemia: allí donde hubo un español angustiado o necesitado fuera de nuestras fronteras, hubo un Embajador, un Cónsul, un funcionario o empleado español haciéndose cargo de todo aquello que nuestros compatriotas pudieran necesitar. Y poniendo bien alto, al mismo tiempo, el pabellón de España, su imagen y su proyección ante el mundo.
Desde la función que la Constitución me atribuye como Rey en las relaciones internacionales, quiero desearos todos los éxitos y animaros siempre a perseverar con tenacidad, rigor y excelencia en vuestra gran labor al servicio de España y de los españoles.
Muchas gracias y Feliz Año Nuevo.