Hoy es un día especialmente emotivo para todos nosotros; lo es particularmente para la Reina y para mí. En un día como hoy, 11 de marzo, España sufrió en Madrid, en su capital, el atentado terrorista más grave y sangriento de nuestra historia; que lo fue también para Europa.
Hace 17 años el odio, el fanatismo, el desprecio a la vida y la voluntad de matar, de herir profundamente a una sociedad pacífica, tolerante, democrática y solidaria…, el terror, atacó nuestra convivencia.
Aquel brutal y despiadado crimen provocó una gran tragedia humana y social. Nada puede hacernos olvidar a aquellos hombres y mujeres, jóvenes y mayores, ciudadanos, compatriotas —y también de otros países—, a los heridos y a las familias de todos ellos.
Aquel atentado del 11 de marzo de 2004, además de ser un ataque a la vida y la integridad física de las personas, pretendía socavar los pilares sobre los que se ha edificado y desarrollado nuestra civilización: la libertad, la justicia, los derechos humanos, la democracia.
Por ello, porque los enemigos de la vida y la libertad no lo consiguieron —y no lo conseguirán nunca−, se instauró esta fecha como Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo; en recuerdo y homenaje a todas ellas, que han sufrido en sus vidas –bajo cualquier forma y motivación– la crueldad terrorista.
Desde entonces estamos convocados, en esta ocasión en Madrid como hace un año en París, para manifestar nuestra unión ante la agresión a nuestros ciudadanos, a nuestros principios y a nuestras instituciones. Porque los europeos debemos estar unidos en la solidaridad y en la lucha frente al terror, venga de donde venga y actúe donde actúe.
Todos tenemos presente que las víctimas del terrorismo son una referencia ética en nuestros sistemas democráticos, que simbolizan la defensa de la libertad y el Estado de Derecho, que representan los valores que los terroristas tratan inútilmente de destruir. Valores que emanan de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, de nuestra común pertenencia a la UE, de la Carta de NNUU y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Por ello, en España hemos querido encauzar ese compromiso de la sociedad civil y de las instituciones con las víctimas desde una perspectiva integral que aúna los cuatro principios fundamentales de memoria, dignidad, justicia y verdad, que guían nuestro sistema legal para su protección. Una visión integral que, a partir de la reparación moral, jurídica y política, asume directamente las dimensiones médicas, psicológicas, materiales y económicas, proyectando en el tiempo necesario todas las medidas de apoyo que precisan a lo largo de sus vidas.
La experiencia española nos ha llevado a articular un sistema pionero de apoyo que busca construir, mantener, fortalecer y proyectar su memoria individual y colectiva como medida de esencial justicia; así como evitar la eclosión del fenómeno terrorista, que es resultado de voluntades totalitarias, excluyentes e incapaces de comprender la realidad. Este sistema favorece y demanda siempre la mayor cooperación entre nuestros países, y ya ha merecido el reconocimiento de instituciones de la UE y de NN.UU.
"...las víctimas del terrorismo son una referencia ética en nuestros sistemas democráticos, que simbolizan la defensa de la libertad y el Estado de Derecho ... las víctimas sois quienes mejor representáis la grandeza y la dignidad de la democracia. La lección que nos dais debemos tenerla presente siempre, día a día, en nuestra memoria y en nuestros actos, y se refleja en los valores que nos identifican como sociedad libre, responsable, madura. En todo lo que nos identifica como sociedad avanzada, con sólidos principios éticos y morales que anteponen el valor de la vida como condición esencial y el valor de la tolerancia como bien necesario para el progreso..."
Porque si la cooperación representa en el mundo de hoy una pauta de conducta fundamental en todos los ámbitos para los distintos actores internacionales, con mayor razón lo debe ser en la lucha contra el terrorismo y en nuestro ámbito europeo. Prevenir y evitar la radicalización de sectores de la población y rechazar cualquier legitimación de la violencia como medio para alcanzar objetivos políticos, o de cualquier otra naturaleza, es uno de los principales retos de la Unión y de la Comunidad Internacional ante el desafío del fenómeno terrorista.
Señoras y señores,
Preservar la memoria de las víctimas es, por tanto, un ejercicio de respeto y de justicia —como hemos subrayado tantas veces—; pero también un elemento esencial para que las generaciones venideras sean conscientes de la gravedad y la perversa naturaleza de lo sucedido: de los actos terroristas que tiñeron de luto calles y plazas, y que llenaron de dolor a sociedades enteras. Porque de esta manera serán capaces de adoptar las medidas precisas para evitar que esos hechos puedan volver a producirse.
Y este es el objetivo principal del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo que, fundado en 2015, busca concienciar a toda la sociedad de la necesidad de defender la libertad y los derechos humanos de ese execrable fenómeno. Es un orgullo ostentar su presidencia honorífica y espero pronto poder inaugurar oficialmente su sede en la ciudad de Vitoria-Gasteiz. Estoy seguro de que este Centro, dedicado también a la investigación y la documentación en esta materia, contribuirá a un mayor conocimiento del terrorismo y, en particular, sobre las mejores formas de prevenirlo en todos los campos.
Uno de ellos, verdaderamente esencial, es el de la educación. Necesitamos que en las escuelas y centros educativos nuestros jóvenes puedan conocer mejor la historia reciente y, con ella, una de las mayores amenazas que nuestro país ha vivido durante los últimos decenios de trayectoria democrática.
Y en este cometido, la implicación y ayuda de las víctimas es fundamental, porque compartir su experiencia personal con las nuevas generaciones contribuirá al compromiso de los jóvenes con un futuro de convivencia pacífica, a que rechacen las diferentes formas de radicalización, y a que, en definitiva, se ponga de relieve la dimensión cívica de la educación como vía para fortalecer los mejores valores democráticos. La voz de las víctimas en las aulas facilita que los contenidos didácticos cobren una dimensión más humana y dejen una impronta más duradera en la memoria colectiva.
De este modo, para preservar la memoria de las víctimas es fundamental hacerlo con la aportación insustituible de las asociaciones y fundaciones que trabajáis prestando apoyo de muy diversas maneras, y haciendo ver y entender a toda la sociedad la verdad y las necesidades de los conciudadanos que más han sufrido.
Ustedes son —sois— quienes mejor representáis la grandeza y la dignidad de la democracia. La lección que nos dais debemos tenerla presente siempre, día a día, en nuestra memoria y en nuestros actos, y se refleja en los valores que nos identifican como sociedad libre, responsable, madura. En todo lo que nos identifica como sociedad avanzada, con sólidos principios éticos y morales que anteponen el valor de la vida como condición esencial y el valor de la tolerancia como bien necesario para el progreso.
Termino, autoridades, señoras y señores, reiterando nuestra gratitud a todas las víctimas y nuestro sentimiento común de profunda solidaridad con todas ellas: una solidaridad incondicional, de corazón. Estoy convencido de que el objetivo que nos convoca hoy —en España y en toda Europa— de preservar la memoria de las víctimas del terrorismo merece el más firme compromiso de todos los demócratas, de todas las personas que aman la libertad y defienden la convivencia pacífica de todos los ciudadanos.
El terrorismo nunca vence —ni vencerá— frente a los principios democráticos; frente al Estado de Derecho. El triunfo de la democracia sobre el terrorismo es el triunfo de la libertad y de la razón. Es el triunfo de las víctimas; es el triunfo de todos nosotros.
Muchas gracias.