Buenos días, bienvenidos. Nuevamente tenemos la Reina y yo la alegría y el honor de entregar y de acoger aquí, en el Palacio del Pardo, estos Premios Nacionales dedicados a la Investigación.
Hoy es un día para el reconocimiento de nuestros mejores científicos e investigadores. Los premiados han alcanzado la excelencia en los principales ámbitos del conocimiento, han realizado descubrimientos que nos permiten conocer mejor el mundo en que vivimos, y han abierto la puerta a aplicaciones que mejorarán la vida de los ciudadanos de nuestro país y de otros muchos. A ellos, protagonistas de esta ceremonia, dedicamos nuestro homenaje y nuestra felicitación. Os admiramos, os apoyamos y os animamos a continuar con la misma ilusión y pasión por conocer y descubrir.
Porque la ciencia y la investigación tienen esa cualidad excepcional; como son, también, ámbitos muy competitivos que obligan a dar lo mejor de cada uno, que al mismo tiempo se benefician de la cooperación entre personas de todo el mundo, y cuyos resultados no se limitan a los países en los que se generan dichos avances.
Por tanto, hoy celebramos los éxitos de los premiados, así como de la ciencia y la investigación españolas; pero también es sin duda una ocasión inmejorable −como siempre que se premian los logros de la investigación científica− para ensalzar el valor y la utilidad de los resultados científicos para todas las sociedades del mundo.
En consecuencia, no podemos dejar de poner todo el énfasis posible en la necesidad de mantener y apoyar los esfuerzos que nuestra sociedad realiza, tanto en el ámbito público como en el privado, para que nuestro país, nuestros centros de investigación, universidades, empresas y fundaciones estén en vanguardia, contribuyan a esos avances en el conocimiento y a los descubrimientos científicos y tecnológicos, dándoles siempre la mayor visibilidad.
La ciencia supone un espacio para la esperanza. Representa una herramienta verdaderamente poderosa que nos permite acercarnos al conocimiento de la forma más fiel posible a través de un lenguaje universal que no conoce fronteras.
Tradicionalmente la ciencia y la investigación, como antes mencionaba, han alcanzado la excelencia y el conocimiento a partir de una fuerte competencia. Pero negaríamos parte del éxito científico si omitiéramos el aporte e inmenso valor que le dan la cooperación y la colaboración, cuando de lo que se trata es de lograr el mayor bienestar de la Humanidad, de todos los seres humanos sin excepción. Valor en términos de eficacia, pero también en cuanto al valor ético que implica esa búsqueda del bien común. La historia nos ha dado numerosas lecciones sobre ello ─la ultima la estamos viviendo actualmente.
En este sentido, hoy podríamos recordar a nuestro científico más célebre, Santiago Ramón y Cajal, cuando compartió el Premio Nobel de Fisiología de 1906 con Camillo Golgi. Este investigador italiano sostenía la doctrina reticular frente a la neuronal, defendida por Cajal, que es la que finalmente se reveló como correcta. Y años antes, Cajal había vivido una situación similar que demuestra lo exigente que es en ocasiones llegar al auténtico conocimiento pese a la eficacia de la herramienta científica, y que nos recuerda también el talento demostrado por investigadores españoles que no siempre recibieron el reconocimiento que merecían.
"...Debemos aprovechar este momento para dar un nuevo impulso a nuestro sistema de ciencia e innovación, que será, en definitiva, un impulso para construir un país mejor para todos. Todos estamos moralmente implicados –y muchos lo están materialmente−, en lograr que nuestra energía social, educativa y económica esté adecuadamente orientada a poner –y mantener− la ciencia y la investigación en el nivel que merece y necesita nuestro país. Hay años más difíciles que otros para la investigación y quienes la lleváis a cabo, pero la emergencia de la Covid ha puesto de relieve de manera dramática el valor de la ciencia como herramienta esencial para resolver muchos de los grandes retos de la Humanidad...."
Así, en este año en que las vacunas han vuelto a mostrar el valor inmenso que la ciencia y la innovación aportan a la sociedad, podemos recordar igualmente la labor pionera de Cajal y de Jaime Ferrán en este campo.
En 1885 estalló una epidemia de cólera en Valencia, y para combatirla Ferrán impulsó una vacuna experimental −una inyección de pequeñas dosis de la bacteria que ya había probado con él mismo y que inoculó a 30.000 personas−. Por su parte, Cajal propuso como alternativa utilizar cultivos muertos del cólera. Y precisamente este tipo de vacunas es el que se ha utilizado después contra muchas enfermedades, incluyendo la Covid-19.
Los trabajos de Ferrán contribuyeron a frenar aquella epidemia, pero ni estos ni la solución correcta avanzada por Cajal obtuvieron entonces repercusión internacional. En este contexto, fueron finalmente dos investigadores estadounidenses los que sí obtuvieron el reconocimiento... No cabe duda de que debemos ser capaces de extraer lecciones de la historia, y hoy hemos de seguir trabajando para que la ciencia y los científicos españoles, también en el ámbito internacional, ocupen el lugar que les corresponde. El lugar que os corresponde.
Señoras y señores,
El de los investigadores es un trabajo arduo, de frontera, siempre en busca de ampliar los límites de nuestro mundo, de nuestros conocimientos y capacidades. La naturaleza nos obliga a ser ambiciosos y rigurosos al desentrañar sus secretos, pero también pacientes y humildes cuando no lo logramos o tardamos más de lo que esperábamos.
Las labores de investigación con frecuencia ofrecen sus resultados muchos años o incluso décadas después de realizarse. Por eso, el apoyo a la ciencia −en todos los ámbitos del conocimiento− debe plantearse como garantía de progreso y un acto de solidaridad con las generaciones del futuro. En ocasiones, desgraciadamente, el día a día puede postergar esa visión de largo plazo que representan mejor que nadie los hombres y mujeres de ciencia, pero debemos recordar y agradecer siempre a quienes sí tuvieron esa previsión en el pasado.
Las vacunas que ahora permiten mirar al futuro con más optimismo, incluso en este año de tanto dolor, son fruto de un conocimiento acumulado de décadas. Y hoy debemos expresar nuestro apoyo y reconocimiento a quienes, tomando ese testigo de generaciones anteriores de investigadores, continúan volcando todo su esfuerzo en incrementar el legado de sus predecesores en beneficio de todos los ciudadanos.
Debemos aprovechar este momento para dar un nuevo impulso a nuestro sistema de ciencia e innovación, que será, en definitiva, un impulso para construir un país mejor para todos. Todos estamos moralmente implicados –y muchos lo están materialmente−, en lograr que nuestra energía social, educativa y económica esté adecuadamente orientada a poner –y mantener− la ciencia y la investigación en el nivel que merece y necesita nuestro país. Hay años más difíciles que otros para la investigación y quienes la lleváis a cabo, pero la emergencia de la Covid ha puesto de relieve de manera dramática el valor de la ciencia como herramienta esencial para resolver muchos de los grandes retos de la Humanidad.
Hoy nos convoca el reconocimiento a diez personas que, en las diferentes categorías, han recibido los Premios Nacionales de Investigación 2020: Elías Campo Güerri, Francisco Sánchez Madrid, José Capmany Francoy, Xavier Vives Torrens, Susana Narotzky Molleda, Luis Ibáñez Santiago, Nazario Martín León, Laura Lechuga Gómez, Xavier Querol Carceller y Carmen Torras Genís. Muchas felicidades a vosotros y enhorabuena también a los colaboradores y compañeros de equipo con los que trabajáis.
Sois expresión de lo mejor de nuestra sociedad y representáis un ejemplo para todos, especialmente para los más jóvenes. Con vuestro trabajo nos ayudáis a mirar al mundo con menor incertidumbre y mayor esperanza.