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Palabras de Su Majestad el Rey al recibir la Medalla de Honor de Andalucía

Palacio de San Telmo. Sevilla, 6.14.2021

Quiero que mis primeras palabras sean de profunda gratitud a Andalucía, a los andaluces, a sus representantes y a su Gobierno, por hacerme destinatario de su afecto de una manera tan solemne y a la vez tan entrañable.

Estar en Andalucía es siempre estar en casa. La cercanía, la generosidad y la calidez que recibo en esta tierra hacen que me sienta como uno más entre vosotros; me hacen sentir un andaluz más entre andaluces.

El vínculo emocional entre esta tierra y la Monarquía, forjado durante siglos, se refuerza aún más en nuestros días al compartir ambas, firmemente, los principios y los valores consagrados en la Constitución, que hacen posible nuestra convivencia democrática en libertad.

Por eso, recibo hoy la Medalla de Andalucía con una satisfacción muy especial y verdadero cariño. Ha dicho el Presidente al final de su intervención que “Ser andaluces es lo mejor que podemos ofrecer”. Querido presidente: yo no puedo recibir esta distinción con mayor orgullo y mayor honor. Gracias de corazón.

También la recibo con responsabilidad y comprometido con el futuro de esta tierra, que es parte existencial y esencial de España.

Andalucía, nuestra Nación y la Humanidad afrontan grandes desafíos en estos tiempos de extraordinaria dificultad que nos ponen a prueba como sociedad. Tiempos en los que se han demostrado más necesarias que nunca la solidaridad, la unidad y una visión de un mañana que a todos nos convoque y comprometa.

Andalucía ha demostrado a lo largo de la historia su capacidad para afrontar y vencer las adversidades. Andalucía es carácter, es ejemplo y es inspiración para toda España.

El espíritu creativo, el genio, la alegría y el entusiasmo, que tan vivamente se manifiestan en todas vuestras expresiones populares y empresas colectivas, identifican vuestra forma de ser y son auténticos indicadores de esa capacidad de superación que os caracteriza. Y constituyen el mejor aval para la necesaria y deseada recuperación y para emprender la construcción del más prometedor de los futuros.

La Andalucía de hoy se cimienta en la riqueza y el esplendor de su historia. Una Historia con mayúsculas:

- De la mítica Tartesos y sus monarcas legendarios al Siglo de Oro español con figuras universales como Velázquez, Murillo o Góngora.

- De la Roma imperial, con la filosofía de Séneca y los principales emperadores oriundos de la Bética -Trajano y Adriano-, al esplendor andalusí del Califato de Córdoba y la riqueza de la cultura sefardí, representados por los grandes Averroes y Maimónides.

- De San Isidoro de Sevilla y la creación de la 1ª unidad política independiente hispana, durante la monarquía visigoda, a la integración en la Corona de los reinos taifas con el impulso de nombres imperecederos de nuestra historia como Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio, del cual conmemoramos este año el 800 Aniversario de su nacimiento.

- Del Descubrimiento del Nuevo Mundo, iniciado desde las costas de Andalucía, a la primera Constitución liberal de 1812, que en Cádiz convocó fraternalmente a los “españoles de ambos Hemisferios”.

- De la Andalucía romántica del siglo XIX, que cautivó con su cultura y tradiciones a todos los creadores e intelectuales de Europa, a la España pujante de los últimos decenios que, en esta extraordinaria Sevilla, organizó la gran Exposición Universal de 1992.

- No caben, sin duda, en estas palabras de agradecimiento, todos los nombres de andaluces memorables que −también como García Lorca o Pablo Picasso en el siglo XX− han contribuido a enriquecer y proyectar en todo el mundo nuestra historia y nuestra cultura universal.

El pasado, el presente y el futuro de Andalucía son, pues, el pasado, el presente y el futuro de España entera.

La magnitud y el peso de esa herencia ayudan a escribir el porvenir de Andalucía. Su tradición traza las líneas de su mejor destino. Pero es en el presente donde se plasman las realidades y se confirman los pronósticos; donde se evidencian los avances de una sociedad y donde se hacen más claras sus necesidades y sus habilidades.

En este presente, encontramos una Andalucía con la ambición de superarse, que busca un futuro mejor. Una Andalucía que, más allá de las diferencias, sabe anteponer lo que une a lo que separa; lo que concilia a lo que enfrenta; lo esencial a lo superfluo.

"...Encontramos una Andalucía con la ambición de la superación, que busca un futuro mejor. Una Andalucía que, más allá de las diferencias, sabe anteponer lo que une a lo que separa; lo que concilia a lo que enfrenta; lo esencial a lo superfluo..."

Una Andalucía sin miedo, segura de sí misma, con sentido de la historia, consciente de su papel en España y en el mundo y de la trascendencia del momento.

Una Andalucía, en fin, integradora, de diálogo, de encuentro y de regeneración. Enriquecida por una personalidad desbordante y por un carácter singular que utiliza como vela, y no como ancla. Estimulada, además, por su diversidad, fruto de siglos como encrucijada de culturas, pensamientos, proyectos y mentalidades.

Andalucía aprendió pronto a desarrollar su vocación de universalidad, irradiando su personalidad y, desde ella -o con ella-, impulsando siempre la imagen de España. Aquí se hacen presentes con orgullo y se proyectan al futuro los lazos fraternales que, entre el Atlántico y el Mediterráneo, ligan a España con el resto del mundo, desde África hasta la América que nos hermana con tantos pueblos.

Hoy, cuando en cualquier lugar de la Tierra se habla de Andalucía, se piensa también en España. Porque desde aquí, la identidad de nuestra Nación, enriquecida por su diversidad, ha sabido entenderse como un espacio donde tender puentes al mundo. Y en esa labor los andaluces sois siempre un ejemplo. Excelentes embajadores allá donde vayáis y generosos anfitriones de todo el que hasta aquí llega. Con estas excepcionales cualidades se construirá el mañana de los andaluces.

Me he referido a los principios y valores que nos definen, orientan y alumbran en la búsqueda del bien común. Andalucía es pródiga en ellos: tolerancia, libertad, solidaridad, pluralismo, respeto a las normas, equidad… No hay mejores recursos para hacer frente a las incertidumbres de la sociedad, para defender nuestro lugar en Europa y en el mundo y para tomar plena conciencia de lo que somos como individuos y como civilización. Además, son valores que contribuyen a encarar las difíciles situaciones que requieren la implicación y el compromiso de todos.

Cualquier temor ante la posibilidad de que el mañana nos traiga un mundo despersonalizado −impersonal− se diluye al contemplar esta tierra y sus gentes. En un contexto como el actual, Andalucía y sus ciudadanos representan siempre un referente. Fueron hombres de estas tierras los que también contribuyeron a unir los distintos rincones del globo en la mayor odisea emprendida por la Humanidad, en el marco de la expedición española que, por primera vez, dio la vuelta al mundo. Hoy, en estas fechas, conmemoramos precisamente su V centenario.

Aquella y otras exploraciones heroicas, en las que España fue pionera, extendieron por toda la faz de la Tierra los nombres de nuestros pueblos y nuestras ciudades; nuestras costumbres y nuestra cultura.

En contrapartida, también nuestra personalidad se nutrió con nuevas formas de ver, de sentir y de interpretar la vida. Con perspectivas diversas que nos han llevado a comprender el valor de la tolerancia, los perjuicios del dogmatismo y la virtud de la unidad.
Descubridora de mundos y trazadora de nuevos caminos, España extendió, en efecto, sus nombres, su huella y su personalidad por todos los confines. Y en todas aquellas gestas Andalucía desempeñó un papel esencial.

Pero también en su propio territorio, sin ir más lejos, caben todos los mundos posibles. Todas las rutas. Todos los paisajes: la montaña y el mar; la nieve y la arena; el humedal y el desierto; el bosque y la marisma; el aceite y la sal. También se hallan aquí todas las distancias que pueden concebirse, en el afán por alcanzarlas: las que van desde las entrañas de las minas de Huelva hasta el firmamento profundo que se escudriña en la sierra de Almería.

Y esta es la poderosa Andalucía del presente. Que nos enorgullece, que defendemos, que merece todos los esfuerzos. La Andalucía generosa que ofrece lo mejor de sí misma, siempre dispuesta a enriquecer nuestra Nación. La que sigue mirando al mundo con asombro creador y la que saldrá adelante por difíciles que sean las circunstancias.

Andalucía tiene un papel relevante en el ámbito de las Comunidades Autónomas, y con la implicación y la coordinación de todas las Administraciones, en la recuperación de toda España tras esta pandemia. Todos los españoles debemos sentirnos unidos ante ese objetivo común.

Queridos andaluces,

Hoy renovamos ese compromiso en la sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía. Este Palacio de San Telmo, protagonista y testigo de la estrecha relación entre la Familia Real y esta tierra, da testimonio abundante de esa crónica de siglos que ha dibujado el carácter andaluz.

En estos muros y jardines se han forjado marineros, se han consagrado artistas, inspirado literatos y aconsejado a gobernantes, mientras desde su pórtico se asoma al Guadalquivir, arteria de civilización y símbolo de la inquietud por descubrir, así como del espíritu emprendedor de un pueblo.

Por todo ello, Andalucía es respetada y admirada.

Y quiero deciros que el afecto que siento por todo lo andaluz es compartido igualmente por la Reina, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía. Y así se manifiesta en tantas ocasiones en que Andalucía se hace presente en nuestras conversaciones y en nuestro pensamiento.

Agradezco muy sinceramente el cariño que los andaluces siempre habéis expresado y demostrado a lo largo de los años, a toda mi familia. Y que responden a un sentimiento espontáneo y sincero, fruto de la lealtad y de la confianza con las que siempre nos habéis distinguido.

Soy consciente de que esta Medalla de Honor de Andalucía condensa todas estas emociones. En ella se materializa cada saludo, cada sonrisa, cada mano tendida, cada recuerdo entrañable que la Familia Real atesora, entre sus mejores vivencias, de nuestra presencia en todas sus provincias.

Por eso, no la recibo como se recibe una condecoración, una insignia o un reconocimiento, sino como se recibe un abrazo, que en esta ocasión tiene el valor inmenso de representar el sentir de los andaluces.

Tomo esta Medalla en prenda de ese cariño. Y con ello me sumo a la llamada de Andalucía a participar en ese futuro de paz y de recuperación, de oportunidades, de entendimiento y de prosperidad por el que todos trabajamos y que todos deseamos para España.

Muchas gracias

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