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Palabras de Su Majestad el Rey en la Ofrenda Nacional al Apóstol Santiago

Santiago de Compostela, 7.25.2021

¡Señor Santiago!

Los caminos han sido siempre expresión del deseo y la voluntad de formar una comunidad. Allí donde nace un camino late el convencimiento de que salvar las distancias físicas y emocionales entre las personas es el mejor modo de superar las dificultades.

El caminante que recorre esas rutas seguirá sintiendo sus raíces, la pertenencia a su pueblo, pero no de un modo excluyente sino inclusivo, sabiendo que su horizonte vital es tan ilimitado como la misma Humanidad. El camino enseña; cada paso es como un aprendizaje, una experiencia que nos forma. Y el camino descubre al “otro” y diluye el temor a lo desconocido, a lo diferente. En cada caminante, en cada peregrino, siempre hay un amigo que tiende la mano, que escucha, que acompaña, que sabe esperar.

Hoy, en la Catedral donde convergen todos los caminos y donde habita para la eternidad el Apóstol Santiago, renovamos la ofrenda de un pueblo que quiere ser agradecido. Hacia Compostela discurre un Camino que recoge el espíritu de todos los que existen desde el origen de los tiempos. Su fuerza para atraer y reconfortar a gentes de todas las épocas, procedencias y motivaciones reside en que el Camino de Santiago reúne la capacidad de todas las sendas y veredas para crear comunidades más amplias que hagan la convivencia más intensa, más fructífera.

La cultura xacobea nos recuerda, además, la capacidad de los hombres y mujeres anónimos para moldear la historia de forma tan imperceptible como intensa. Junto a peregrinos de renombre que figuran en las numerosas crónicas y libros de viajes, ha existido una multitud de viajeros desconocidos que, poco a poco, contribuyeron con sus huellas a dar forma a una experiencia que diluyó fronteras y propició lugares de encuentro.

De ahí que la peregrinación a Santiago tenga distintos componentes: material y espiritual, tradicional y moderno. La idea de los viejos caminos como arterias por donde circulan los mejores sentimientos humanos se une al protagonismo del caminante desconocido que suma su paso al de otros muchos peregrinos guiados por el Apóstol Santiago.

Siempre existen motivos de gratitud al Patrón de España en esta ofrenda nacional que, como Rey, tengo el honor de realizar. Y en esta ocasión, cuando de manera paulatina y prudente nos esforzamos por retomar el recorrido que la pandemia quiso interrumpir, queremos infundir esperanza en quienes sienten desaliento.

"...hoy, en la Catedral donde convergen todos los caminos y donde habita para la eternidad el Apóstol Santiago, renovamos la ofrenda de un pueblo que quiere ser agradecido. Hacia Compostela discurre un Camino que recoge el espíritu de todos los que existen desde el origen de los tiempos. Su fuerza para atraer y reconfortar a gentes de todas las épocas, procedencias y motivaciones reside en que el Camino de Santiago reúne la capacidad de todas las sendas y veredas para crear comunidades más amplias que hagan la convivencia más intensa, más fructífera...."

La crisis sanitaria provocada por la COVID-19 es, sin duda, una de las experiencias más duras que guardamos en nuestra memoria. En muy poco tiempo nos vimos inmersos en una situación desconocida que ha cambiado hábitos, costumbres y rutinas y, sobre todo, que ha llevado al corazón de muchas personas temores, incertidumbres, preocupaciones y, en muchas ocasiones, tristemente, un profundo dolor por quienes nos dejaron.

En momentos como este son imprescindibles faros que alumbren y que marquen la dirección en la oscuridad. Uno de ellos lo representan, sin duda, los ciudadanos que, con su solidaridad y entrega, con un gran sentido cívico, volcaron todos los esfuerzos ayudando a sus semejantes.

Este lugar sagrado en el que nos encontramos es una verdadera guía a la que españoles de otras épocas dirigieron su mirada y en la que depositaron su confianza en busca de una fuerza interior que les permitiera reponerse del infortunio. Un lugar que guarda como el mayor de sus tesoros las plegarias de nuestros antepasados pidiendo esperanza a su Santo Patrón.

Esta es una Catedral hecha de piedra y también de esperanza; y buena prueba de que la encontraron –la esperanza− es la persistencia de una sólida tradición xacobea que se renueva constantemente. Pues bien; esa luz del “campo de estrellas” compostelano ha vuelto a servirnos de guía.

La misma cultura xacobea que inspira desde Galicia la unidad de España, su cohesión y su progreso —así como el proyecto europeo que nos liga a muchas naciones de nuestro continente— irradia ahora un mensaje que debe ser atendido. Nos dice que los pueblos se construyen sobre su personalidad y también sobre lo que tienen en común con otros pueblos, con ese sentimiento de fraternidad. Ambos pilares son imprescindibles para afrontar retos como el actual que nos exigen entender la complejidad de nuestro tiempo.

Invocamos de novo ao Apóstolo que simboliza a unidade. Ao redor del, como nas apertas que lle dedican os peregrinos, uniuse España e únese Europa. En torno á súa memoria érguese unha catedral maxestosa que representa a busca dun ideal compartido por millóns de persoas; unha catedral que representa tamén unha vitoria da esperanza sobre todas as “negras sombras” das que se laiaba Rosalía de Castro.

A España que compartimos hoxe é unha obra colectiva na que os soños de moitos devanceiros se plasmaron nunha convivencia democrática. Somos unha nación vencellada polo pasado, polo presente e polo futuro, que vive e se expresa en linguas e culturas tan ricas como a galega.

La Corona simboliza su carácter de puente entre pasado, presente y futuro; simboliza la continuidad de nuestra Nación en la historia como comunidad política, cultural y humana. Hoy nos acompañan a la Reina y a mí, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía, que participan por primera vez en esta tradición que es, al mismo tiempo, expresión de modernidad porque sus valores no se agotan en la tradición misma, sino que continúan vigentes proyectándose en nuestro futuro compartido. Una costumbre muy querida por nosotros, que está en el corazón de España y en alma de Europa.

Junto a la gratitud que debemos a la protección del Apóstol, Señor Santiago y con el ruego de que nos ayude a mantener viva la esperanza de recuperar la normalidad, quiero reiterar en esta Ofrenda el orgullo y el respeto que, como español, siento por nuestro pueblo; por su determinación para superar definitivamente esta situación, por su voluntad para seguir construyendo el futuro que merecen nuestros ciudadanos.

La Corona, que estuvo en los inicios de la tradición del Camino en la lejana Edad Media, impulsa los valores de la cultura xacobea con la mirada puesta en ese porvenir. El Camino de Santiago es un diálogo intenso con su tiempo: aporta tolerancia, respeto por la diferencia y el firme deseo de unir pueblos y culturas en una conversación permanente, constructiva y enriquecedora. Y hoy, Día de Santiago, en un nuevo Año Santo Compostelano, le pedimos ayuda al Santo Patrón de Galicia y de España para cultivar sin descanso esos principios, para cimentar los caminos de unidad, solidaridad y concordia que aseguran nuestra convivencia en democracia y libertad.

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