Me alegra mucho poder unirme a todos vosotros para celebrar el 425 aniversario de la fundación de este querido Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid -en su última denominación desde marzo de este año-, que entonces, en 1596, se fundó como “Congregación de Abogados de la Corte”, cuyas Ordenanzas se aprobaron por Real Cedula del Rey Felipe II.
Sin duda, es una ocasión que merece todo el realce porque además de honrar y admirar la historia de esta Corporación (hoy la más grande de Europa), nos alegra hacerlo siendo testigos de su continuidad: la que bien representa la plena colegiación formal de los nuevos abogados (339).
Pero permitidme compartir el recuerdo personal que también me trae este día y que me honra profundamente: hace 25 años el Decano Luis M. Mingarro me entregó vuestra Medalla de oro y el Diploma de Colegiado de Honor, coincidiendo con el IV Centenario del ICAM. Guardo ambos con mucho cariño y como permanente símbolo de respeto y aprecio por el Colegio de Madrid -mi Colegio- y por la profesión. Y muchas gracias, decano, por el cuadro conmemorativo que hoy me habéis entregado.
Señoras y señores,
A lo largo de los siglos los abogados os habéis convertido en actores principales de la sociedad civil, escribiendo en muchas de las mejores páginas que han ido conformando la historia de España; las más notables en lo que respecta a avances del Estado de Derecho. Vuestro trabajo es, ha sido y será sumamente valioso.
Desde vuestra experiencia en el Derecho aplicado colaboráis con la labor del poder legislativo -y a ella contribuís-, pues de dicha experiencia se obtienen indudables lecciones sobre lo que resulta necesario legislar en función de la realidad social de cada momento. La simbiosis entre el Colegio y las Cortes Generales ha sido una constante en el transcurrir de los tiempos.
La abogacía también ha estado muy presente en el poder ejecutivo a lo largo de la historia, a través de políticos, ministros y presidentes del Gobierno que fueron Colegiados de Madrid, lo que denota la importancia de la formación jurídica en el ejercicio del gobierno.
En cuanto al poder judicial, no puede olvidarse que en la génesis de la jurisprudencia están presentes las alegaciones de los abogados; luego no es banal reconocer que, en el ejercicio de la potestad jurisdiccional, cada Juez o Magistrado -juzgando o haciendo ejecutar lo juzgado- se nutre de la participación de la abogacía.
En vuestras manos se deposita la defensa de los Derechos Fundamentales y de todos aquellos que se concentran en el artículo 24 de la Constitución. Hacerlos valer, hacerlos cumplir y también respetar constituye, sobre todo, un acto de servicio a la propia sociedad, lo que trasciende del caso concreto.
Señoras y señores,
Como bien sabéis, los principios del Derecho se contraen a un núcleo de tres, tal y como formuló Ulpiano: honeste vivere, vivir honestamente; alterum non laedere, no dañar a otro y suum cuique tribuere, dar a cada uno lo que le corresponde. Principios que permanecen inalterables a lo largo del tiempo y reafirman su vigencia día a día.
La abogacía ha contribuido a la realización de estos valores jurídicos universales, con una actividad muchas veces silente y no siempre conocida por la colectividad.
"...Hace unos días tuve ocasión de asistir en Alcalá de Henares a un Foro internacional organizado por un diario económico, cuyo lema era “El mundo cambia”, donde se abordaba la complejidad del escenario actual, con más tensiones, más inestabilidad y más incertidumbre. Este ámbito, el de la abogacía, no está exento de los cambios del entorno, todo lo contrario: se ve totalmente afectado por ellos. La práctica jurídica aborda, sin duda, nuevos retos, tanto en la elaboración normativa, como en la práctica para el tráfico jurídico y económico en la sociedad y con el resto del mundo.
Por tanto, ese escenario supone también un verdadero desafío para la profesión que, como ha hecho a lo largo del tiempo, debe evolucionar continuamente para adaptarse a la realidad de cada momento, procurando ser también garante de estabilidad y previsibilidad que siempre ayude en la lucha permanente contra la inseguridad, la arbitrariedad y el desamparo. Y la sociedad debe saberlo, debe percibirlo así y, al valorarlo, debe así mismo contribuir a la preservación de nuestro orden social basado en normas, bajo un régimen de libertad y democracia...."
Abogar implica compromiso y entrega, siempre con el respaldo del estudio y formación constantes. El hecho de disponer de un sistema de justicia tan avanzado radica en que precisamente nadie queda desprovisto de defensa ante un conflicto jurídico. Esta es la grandeza del Estado de Derecho y de sus protagonistas togados.
Y al hilo de ello, quiero resaltar la dedicación de los abogados del Turno de Oficio, quienes velan por la correcta aplicación del Derecho en defensa de los más desfavorecidos o vulnerables. Estos profesionales hacen que el sistema funcione con niveles de calidad elevados en la prestación de los servicios.
Asimismo, el Colegio de Madrid, encargado de la gestión y organización del servicio de asistencia jurídica gratuita ha logrado unos índices de eficiencia realmente notables. También lo ha hecho en su función ordenadora de la profesión y la defensa del Estado Social y Democrático de Derecho proclamado en la Constitución, promocionando y defendiendo los Derechos Humanos.
La responsabilidad de los letrados se amplía y extiende a otros campos distintos al de la litigación judicial. Resulta clave el cometido de la abogacía preventiva en la evitación del conflicto, como también lo son el arbitraje y la mediación, ésta como materialización de la justicia restaurativa.
Señoras y señores,
Hace unos días tuve ocasión de asistir en Alcalá de Henares a un Foro internacional organizado por un diario económico, cuyo lema era “El mundo cambia”, donde se abordaba la complejidad del escenario actual, con más tensiones, más inestabilidad y más incertidumbre. Este ámbito, el de la abogacía, no está exento de los cambios del entorno, todo lo contrario: se ve totalmente afectado por ellos. La práctica jurídica aborda, sin duda, nuevos retos, tanto en la elaboración normativa, como en la práctica para el tráfico jurídico y económico en la sociedad y con el resto del mundo.
Por tanto, ese escenario supone también un verdadero desafío para la profesión que, como ha hecho a lo largo del tiempo, debe evolucionar continuamente para adaptarse a la realidad de cada momento, procurando ser también garante de estabilidad y previsibilidad que siempre ayude en la lucha permanente contra la inseguridad, la arbitrariedad y el desamparo. Y la sociedad debe saberlo, debe percibirlo así y, al valorarlo, debe así mismo contribuir a la preservación de nuestro orden social basado en normas, bajo un régimen de libertad y democracia.
El Derecho es experiencia de vida, luego lo natural es que sea una consecuencia, que “vaya por detrás” de lo acontecido; pero la clave para esa evolución continua a la que me refería es que existan profesionales que velen por el ordenado y recto desarrollo acorde a los valores de convivencia y justicia, propongan cambios, y contribuyan a la consecución de la mejor jurisprudencia y realización de lo justo. La clave sois vosotros.
Señoras y señores,
El acto que hoy nos convoca, como sabemos, no solo es de celebración de una importantísima efeméride. También tiene un profundo significado para todos los Colegiados, puesto que implica vuestra entrada solemne en la profesión. Acabáis de realizar la promesa o juramento de acatamiento a la Constitución -norma de normas- y al resto del Ordenamiento Jurídico, lo que, sin duda, implica asumir un compromiso vitalicio que marcará vuestro camino profesional -bien sea en el ejercicio individual, colectivo, en la empresa o en cualquier otro ámbito-.
Un camino en el que la libertad e independencia profesionales son irrenunciables, pues en ellas radica la esencia del buen hacer y de la mejor técnica. La vocación de servicio a los demás hará el resto para quienes, desde hoy, defenderéis la justicia como valor supremo de la convivencia y el Derecho como instrumento regulador de la vida social.
No quiero extenderme más. Mi felicitación más sincera a todos los Colegiados y, por supuesto, al Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid en este aniversario, que vivo como propio, con toda mi gratitud y afecto.
Como alguien señaló, no hay futuro sin memoria, luego hemos de congratularnos de forma colectiva en esta efeméride, que certeramente recuerda el fecundo paso por la historia de una profesión tan noble como necesaria; siempre en la búsqueda de la concordia en la sociedad. La ordenada armonía jurídica y la realización de los valores constitucionales que la rige así lo demanda.
Muchas gracias y felicidades a todos. Os deseo una gran semana de actividad en torno al aniversario y, especialmente, os deseo lo mejor para el futuro de este Ilustre Colegio de Madrid y de toda la abogacía española.