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Palabras de Su Majestad el Rey en la XXIV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno

Veracruz (México), 12.8.2014

Muchas gracias, Señor Presidente, por su gentileza y por esta oportunidad tan especial y generosa que me brinda de dirigirme, por primera vez como Rey de España, a los mandatarios de nuestra naciones que desde hace 23 años se reúnen en las Cumbres Iberoamericanas.

Gracias igualmente al Señor Gobernador y a la ciudad de Veracruz por su cálida hospitalidad. Resulta verdaderamente emotivo que celebremos esta Cumbre en la ciudad fundada en 1519 con el nombre de Villa Rica de la Veracruz y que tan bien simboliza el crisol de culturas que es Iberoamérica.

Señora y Señores Presidentes,
España es indisociable de la realidad y de la idea de Iberoamérica. Iberoamérica forma parte de nuestra identidad, de nuestro pasado, de nuestro presente y, también, de nuestro futuro. Todo en España tiene una dimensión o una proyección iberoamericana, y la Corona, como la más alta magistratura del Estado y de la Nación, asume constitucionalmente una especial función de representación ante las naciones de nuestra Comunidad Histórica.

Por ello, durante décadas, mi padre el Rey Juan Carlos ha impulsado con todas sus fuerzas el ejercicio iberoamericano de concertación y de cooperación, y ha asistido a la práctica totalidad de las Cumbres celebradas desde que en 1991 tuvo lugar la primera aquí en México, en la ciudad de Guadalajara. Permítanme que les transmita su recuerdo, lleno de afecto y amistad. Permítanme que les transmita su recuerdo lleno de afecto y amistad. Ahora, en el inicio de mi reinado, tengo el honor, el privilegio y la responsabilidad de tomar el testigo, de representar a mi patria ante todos ustedes y, como Rey de España, de ponerme también al servicio de Iberoamérica.

Saben ustedes que durante lustros he asumido, como Heredero de la Corona, la alta función de representar a mi país en las tomas de posesión de Presidentes iberoamericanos, y que he podido también realizar numerosos viajes y visitas a los Estados de la Región. Pues en todas esas ocasiones he aprendido a apreciar y admirar cada día más a los pueblos hermanos de Iberoamérica. Así llego a sentir hoy tan profundamente mi vinculación y mi cariño por ellos, hasta el punto de comprender cuan entrelazada está nuestra identidad, nuestro sentido de pertenencia y, por tanto, nuestra comprensión mutua de nosotros mismos.

Tradicionalmente y desde todos los ámbitos -la política, la literatura, la academia- se han definido y caracterizado los profundos vínculos que nos unen. En todo momento hemos sabido y sentido que tenemos en común valores, lenguas, historia y culturas, y que, juntos, constituimos uno de los más grandes espacios de civilización que existen en nuestro planeta. Un espacio multinacional diverso que, por su dimensión e idiosincrasia, constituye un mundo en sí mismo en el que conviven multitud de sensibilidades diferentes y distintas maneras de vivir.

Os povos ibero-americanos partilhamos, além disso, duas grandes línguas veiculares, o espanhol e o português, que os proprios Chefes de Estado e de Governo têm definido como "uma base linguística comum". A sua proximidade e afinidade contribuem a multiplicar o extraordinário peso que os nossos idiomas já têm em todo o mundo graças à sua presença internacional em tantos âmbitos.

Pero, sobre todo, los iberoamericanos compartimos un corpus de principios y valores, una vocación humanista y universal cargada de solidaridad, -el acervo iberoamericano-, que nos identifica en lo más hondo de nuestro espíritu y que, por cierto, ha quedado convenientemente reflejado en las Declaraciones iberoamericanas.

Estos son los sólidos y antiguos fundamentos de Iberoamérica que hunden sus raíces en siglos de historia y sobre los que, con tanta frecuencia, nos hemos preguntado. A partir de ellos nuestras sociedades han ido articulando, por muy diversas vías, esa Comunidad de Naciones que, casi instintivamente, considerábamos siempre como natural y preexistente.

"...es tarea de todos mantener nuestra Comunidad activa y pujante. Desde nuestra vocación universal, Iberoamérica unida tiene mucho que ofrecer al mundo y a la Humanidad, aportando su visión y su energía en la construcción de un futuro mejor; contribuyendo a los debates globales con el inmenso capital de su experiencia, talento y de su capacidad para convivir en la diversidad, para conciliar las diferencias y para ir haciendo más justas y participativas nuestras sociedades. En definitiva, para conseguir una región de paz entre las naciones y muy pronto, esperamos, una región con paz en todas sus naciones. En esa gran labor, saben bien que siempre podrán contar con el compromiso de España que nunca ha regateado esfuerzos para proyectar el potencial de Iberoamérica en todo el mundo y, muy en particular, en el ámbito europeo del que formamos parte..."

Por eso, cuando se habla de la institucionalidad y de la cooperación iberoamericanas, debemos tener presente que los primeros organismos iberoamericanos orientados a la cooperación sectorial se crearon hace ya 70 años y que han realizado un largo y fructífero recorrido. Un gran patrimonio que debemos reconocer y que fue sentando las bases para que, hace ya 23 años, se pusieran en marcha las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno.

Efectivamente, con la presente son ya 24 las Cumbres en las que se han tratado, al más alto nivel, todas las cuestiones de interés para nuestros ciudadanos y nuestras sociedades. Durante casi un cuarto de siglo hemos debatido, hemos acordado posiciones comunes sobre múltiples materias, hemos creado un extraordinario tejido de cooperación, y nos hemos conocido mejor. Las Cumbres han potenciado sin duda el sentimiento de pertenencia y lo han extendido al ámbito de la cooperación en numerosos campos. Una cooperación a la que cada país aporta lo mejor de sí mismo, sus capacidades y voluntades, impulsando entre todos otras formas de colaborar más horizontales y más eficaces.

Además, debemos valorar el hecho de que las Cumbres Iberoamericanas fueron pioneras en el encuentro político de los Jefes de Estado y de Gobierno de la Región y que, de este modo, contribuyeron a fomentar la integración y la concertación latinoamericanas. El balance de las Cumbres es muy positivo, más allá de nuestro riguroso espíritu crítico iberoamericano. Las Cumbres impulsan grandes valores y alimentan los lazos de amistad y de familia.

Porque Iberoamérica es una familia. Debemos entender que en esta Comunidad de Naciones aunque nos encontramos países que compartimos rasgos identitarios y culturales, no siempre coincidimos en los mismos objetivos concretos y específicos… por motivos muy diversos! Entre otras razones porque no todos pertenecemos a las mismas áreas geopolíticas y económicas.

Pero esto no es malo. Con visión e inteligencia, y con realismo y pragmatismo, debemos saber sacar el mejor partido a nuestras afinidades, podemos identificar con generosidad los intereses comunes y las metas en cualquier ámbito posible sobre las que podamos trabajar juntos. Me refiero a todos los campos -político, económico, cultural, social, educativo, científico- y, como digo, hasta donde sea posible. Solo así el sistema iberoamericano, la Comunidad Iberoamericana articulada, podrá servir plenamente a cada uno de sus miembros, al conjunto de los países que la integramos, y al resto de la Comunidad Internacional.

En este sentido, Señores Presidentes, me permito subrayar la necesidad de que hagamos especial hincapié en la Educación y la Cultura. La Cultura, como sabemos, porque es la base de lo que somos. La Educación, porque es la llave del progreso de nuestras sociedades, de nuestras economías, de la prosperidad futura de nuestros jóvenes, y del mantenimiento y el crecimiento de esa Cultura que está en la base de todo.

Nuestras relaciones tienen pues entre nosotros una intensidad familiar, cargadas muchas veces de la emoción que genera lo querido y lo cercano. Pero estas relaciones intensas, no por casualidad, se han venido complementando con un auge insólito de nuestras relaciones materiales, que se reflejan en intercambios comerciales, en índices de inversión, en emigración, en turismo y en cientos de miles de intercambios diarios de todo tipo entre nuestras sociedades. Nunca, en los últimos dos siglos había habido tal flujo de personas, de operaciones económicas y de cultura entre nuestros países. Nunca, tal grado de influencia recíproca en los hábitos, en la visión de las cosas.

Señores Presidentes,
Hace ya años que percibimos que debíamos adaptar el edificio iberoamericano a los cambios habidos en el escenario internacional, en América y en la Península Ibérica. Buscamos una institucionalidad más sólida y la capacidad de desarrollar con más eficacia programas y proyectos en beneficio de nuestras sociedades.

Sentimos que es tarea de todos mantener nuestra Comunidad activa y pujante. Desde nuestra vocación universal, Iberoamérica unida tiene mucho que ofrecer al mundo y a la Humanidad, aportando su visión y su energía en la construcción de un futuro mejor; contribuyendo a los debates globales con el inmenso capital de su experiencia, talento y de su capacidad para convivir en la diversidad, para conciliar las diferencias y para ir haciendo más justas y participativas nuestras sociedades. En definitiva, para conseguir una región de paz entre las naciones y muy pronto, esperamos, una región con paz en todas sus naciones.

En esa gran labor, saben bien que siempre podrán contar con el compromiso de España que nunca ha regateado esfuerzos para proyectar el potencial de Iberoamérica en todo el mundo y, muy en particular, en el ámbito europeo del que formamos parte.

Señor Presidente,
Muchas gracias de nuevo por esta oportunidad que me ha ofrecido de dirigirme a los Jefes de Estado y de Gobierno iberoamericanos, y enhorabuena por la espléndida organización de esta Cumbre que quedará en la memoria de todos nosotros y en los anales de nuestra Comunidad.

A todos, muchas gracias. Muito obrigado.

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