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Palabras de S. M. el Rey en el acto de conmemoración del “Día Europeo en recuerdo a las Víctimas del Terrorismo”

Galería de las Colecciones Reales. Madrid, 3.11.2024

Desde el año 2004, el 11 de marzo se conmemora el “Día Europeo de las víctimas del terrorismo”, una fecha para rendirles, a todas ellas, un tributo sincero; para transmitirles nuestra solidaridad, así como el pleno apoyo del conjunto de las instituciones y la ciudadanía de la UE. Una fecha que, desde entonces, nos une en un recuerdo íntimo y público que el paso del tiempo nunca podrá desvanecer.

Hace 20 años, en un día como hoy, se perpetró en Madrid el que fue el atentado terrorista más grave en nuestro país y también en la UE, una tragedia que golpeó brutalmente a la sociedad, sumiéndola —a todos nosotros— en una gran conmoción.

Agradecemos la presencia de la Comisión Europea, que la Unión conmemore este 20º aniversario aquí en Madrid, y que podamos compartir el merecido recuerdo de las víctimas del 11M y de todas las víctimas del terrorismo, “venga de donde venga y actúe donde actúe”, como manifesté en este mismo acto en el año 2021.

Gracias, de verdad, de corazón, Ana Cristina López, Rudolf Kaniski y Eliana Pavoncello por vuestro testimonio rotundo y valiente. También, a quienes nos acompañáis, a las víctimas que estáis hoy con nosotros. Del mismo modo, quiero agradecer a los representantes de las asociaciones y fundaciones de víctimas del terrorismo su trabajo imprescindible en defensa de los derechos de las víctimas; un trabajo que está permitiendo construir un sólido —y necesario— legado para las futuras generaciones.

La historia del terrorismo en Europa es la historia de un sufrimiento compartido, pero también de solidaridad entre todos los europeos. Y, por ello, en este día de recuerdo quiero ponerla especialmente en valor. Porque allí donde ha habido un ataque terrorista, siempre ha habido una respuesta social extraordinaria; una actuación inmediata, un gesto amable, una actitud alentadora. Así sucedió en Madrid, que se movilizó por completo ante la tragedia y el horror.

Aquel jueves 11 de marzo Madrid fue un verdadero ejemplo de solidaridad que continuamos admirando 20 años después. Los profesionales de los servicios públicos de emergencia, sanitarios, bomberos, de las FCS, de la ciudad, la Comunidad y nacionales…, y también tantos ciudadanos, todos dieron lo mejor de sí mismos para ayudar y atender a los heridos y a los familiares de las víctimas —la mayoría trabajadores y estudiantes, de múltiples nacionalidades. En la peor situación tras el más horrible acto, también el ser humano, la sociedad demostró que fue capaz de lo mejor.

La mayoría de los que estamos aquí recordamos perfectamente, como si fuera ayer, dónde estábamos, qué estábamos haciendo ─e incluso qué sentimientos tuvimos─, aquella mañana fatídica, cuando pasadas las 07:30 y con la vida del nuevo día ya en marcha, conocimos la terrible noticia de las explosiones en la red de Cercanías de Madrid. En segundos o minutos todos tuvimos clara la naturaleza dolosa y asesina de aquel horror que nos causó al instante un nudo en el estómago; nudo y desasosiego que tardaría mucho tiempo en desaparecer y que, de hecho, pervive al recordarlo.

Aquella misma tarde, la Reina y yo (entonces a poco de nuestro matrimonio), junto con la Reina Sofía, acudimos al hospital Gregorio Marañón, al Doce de Octubre y al Clínico para acompañar a las víctimas, a sus familiares y a sus seres queridos en aquellas terribles circunstancias. Recordamos mucho las concentraciones emocionadas y silenciosas que surgieron de manera espontánea por toda nuestra geografía aquel jueves. También la multitudinaria manifestación del día siguiente en Madrid, en la que más de 2 millones de personas mostramos nuestra condena más rotunda a los atentados y nuestro absoluto apoyo a las víctimas.

Más de 11 millones de personas salieron a las calles en las principales ciudades de nuestro país para transmitir un mensaje contundente contra el terrorismo. Entonces, no estuvimos solos. Y así lo sentimos. La solidaridad traspasó fronteras. Los sentimientos y emociones se expresaron en un mismo idioma. Europa y toda la comunidad internacional nos trasladó su apoyo, tanto institucional, como social. Como también lo hemos hecho los españoles con todas las víctimas de atentados terroristas allá donde se produjeran, cerca o lejos, en Europa o en cualquier continente,

"...la historia del terrorismo en Europa es la historia de un sufrimiento compartido, pero también de solidaridad entre todos los europeos. Y, por ello, en este día de recuerdo quiero ponerla especialmente en valor. Porque allí donde ha habido un ataque terrorista, siempre ha habido una respuesta social extraordinaria; una actuación inmediata, un gesto amable, una actitud alentadora. Así sucedió en Madrid, que se movilizó por completo ante la tragedia y el horror..."

Señoras y señores,
Las víctimas del terrorismo ─como he destacado en otras ocasiones y creo importante reiterar siempre, especialmente en ocasiones como esta─ son una referencia ética en nuestros sistemas democráticos y de valores humanos, simbolizan la permanente necesidad y compromiso de defensa de la libertad y del Estado de Derecho. Nos recuerdan la exigencia colectiva de esa lucha, así como la vileza y el odio sin escrúpulos al que nos enfrentamos. Con su entereza y dignidad son quienes mejor representan tanto la grandeza de la democracia, su fortaleza; como la determinación por avanzar en la convivencia pacífica.

Por ello, entre las prioridades de todos los países debe de estar siempre la de mejorar su situación profundizando, tanto en la protección que cada Estado miembro les proporciona, como en la coordinación para atender a las víctimas transfronterizas. La diversidad de nacionalidades en los atentados de París, Bruselas, Londres o Madrid y otros lugares, Barcelona, Niza, requiere que se refuercen las estructuras europeas de cooperación para atender eficazmente a todas las víctimas, también a las que lo sufren lejos de sus casas. En definitiva, debe garantizarse el ejercicio efectivo de sus derechos, haciendo también lo más eficaz posible esa solidaridad tan generosa entre europeos que cada golpe de terror ha generado.

Con la mirada puesta en avanzar en la consecución de este objetivo, durante la reciente Presidencia española del Consejo de la UE, se lograron aprobar —por unanimidad— las “Conclusiones sobre la mejora del apoyo y el reconocimiento a las víctimas del terrorismo” que refuerzan los mecanismos de coordinación existentes en la Unión para su protección, reconociendo el extraordinario valor de sus testimonios en la deslegitimación de la violencia.

Dichas conclusiones hacen un llamamiento a todos los Estados miembros para impulsar las políticas de reconocimiento y de memoria de las víctimas del terrorismo.

La memoria, junto con la justicia y la verdad, es un compromiso que las sociedades justas contraen con las víctimas del terrorismo para reponer y proteger su dignidad. Como europeos debemos sentirnos orgullosos de lo que hemos conseguido en este sentido. La conmemoración de este Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo es solo una muestra de ello.

Y permítanme mencionar también la magnífica labor que en España —con 6 décadas de sufrimiento a causa de esta lacra, especialmente la de ETA— está desarrollando el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, un centro pionero en preservar y difundir los valores democráticos y éticos que personifican las víctimas, construir la memoria colectiva de las mismas y concienciar al conjunto de la población en la defensa de la libertad y de los derechos humanos y contra el terrorismo.

El de Vitoria, junto a otros memoriales europeos como el de Oslo y el que se está poniendo en marcha en París, realizan una actividad indispensable en la salvaguarda del recuerdo de las víctimas.

Este tipo de iniciativas son también un pilar fundamental en la lucha contra el terrorismo. Su prevención requiere políticas ambiciosas que eviten la radicalización de nuestras sociedades. Impulsar el estudio de la historia del terrorismo en las aulas, y trasladar los testimonios de las víctimas al espacio público es la mejor pedagogía contra dicha radicalización.

Todos en nuestras sociedades debemos agradecer la generosidad y el enorme esfuerzo de las víctimas, que tratan de concienciar y sensibilizar —algunas de ellas nos acompañan hoy—, que acuden a colegios y universidades para compartir sus dolorosísimas experiencias personales, con el objetivo de hacer llegar a los más jóvenes el necesario mensaje de que la violencia nunca —jamás— es la solución.

Pero darles visibilidad es una tarea de todos, de las instituciones, de los académicos, de la comunidad educativa…, de cada ciudadano que se interesa por cada historia, por cada vida, por cada lección de vida.

Termino mis palabras insistiendo y resaltando que nuestro sentimiento común es de solidaridad con las víctimas…, incondicional…, de corazón. Todas ellas cuentan con nuestro máximo respeto, el de España y el de la UE, y sus instituciones. Y cuentan, también, con nuestro compromiso de seguir haciendo todo lo necesario para que se sientan reconocidas, atendidas y protegidas. Es nuestra responsabilidad, nuestra respuesta colectiva a su fortaleza y dignidad, en defensa de la Democracia y la Libertad.

Muchas gracias.

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