Antes de nada, quiero felicitaros por el 35 aniversario del inicio de vuestra actividad académica. Y también, por supuesto, por el Día de la Universidad.
Es un verdadero placer estar de nuevo en este Campus de Getafe de la Universidad Carlos III, al que no venía desde el año 2001, siendo yo entonces Príncipe de Asturias y siendo Rector el añorado Gregorio-Peces Barba.
Ha pasado mucho tiempo desde aquella última visita, y esta ocasión ha suscitado muchos recuerdos, emotivos recuerdos, de aquel día y también del profesor Peces-Barba; uno de los padres de nuestra Constitución, una figura inolvidable que consagró su vida a promover los Derechos Fundamentales en nuestro país y que hizo de esta Universidad una expresión más de su valioso legado.
Como ha recordado el Rector Arias, fue Gregorio Peces-Barba quien, como Presidente del Congreso de los Diputados, me tomó el juramento ante las Cortes Generales, tal y como prevé nuestra Constitución para el heredero de la Corona, al cumplir la mayoría de edad; un momento muy especial del que solíamos hablar cuando nos veíamos. También le recordamos en 2023 cuando igualmente tuvo lugar el juramento de mi hija Leonor, la Princesa de Asturias. Pero, sinceramente, pensar en él, en su trayectoria, es sobre todo pensar en un magnífico servidor público.
Desde su fundación, en 1989, esta Universidad se propuso ser —con el impulso decidido de Gregorio— una institución innovadora, con una clara vocación por la investigación, la calidad académica, la movilidad internacional y la conexión con el mundo laboral. A lo largo de su historia ha evolucionado adaptándose a la demanda formativa y laboral —acabamos de inaugurar, de hecho, la Facultad de Ciencias de la Salud— consolidándose como un referente de excelencia académica. Esta evolución no ha sido solo cualitativa, sino también cuantitativa. Las cifras lo demuestran, en número de alumnos, de profesores, de campus, titulaciones y también en alianzas con universidades españolas o europeas, así como con empresas.
Por todo ello, por esta historia de éxito y transformación institucional ejemplar; también por la admiración que, como es sabido, siento por el Rey Carlos III —como conté en Nápoles (donde ya fue rey antes que de España) cuando me invistieron Doctor Honoris Causa por la Universidad Federico II—, agradezco de corazón al Consejo de Gobierno la concesión de esta Medalla de Honor, que asumo como una responsabilidad hacia la comunidad académica y hacia la sociedad. Porque recibir un premio o una distinción siempre conlleva un compromiso: el de seguir trabajando por todo lo que reconoce y representa.
Hoy me sumo a una relación de premiados que han sido y son auténticos referentes de responsabilidad y determinación, de trabajo y dedicación al servicio de los demás y que han hecho suyo, a lo largo de sus vidas, en sus diversas profesiones, vuestro lema: Homo homini sacra res: el hombre es algo sagrado para el hombre, al que se ha referido el Rector.
En estos tiempos convulsos en los que vivimos, esta frase de Séneca, de nuestro gran filósofo hispano romano, adquiere todo su significado. Necesitamos, más que nunca, aferrarnos a ella, a la ética y al humanismo; que sean una guía a nivel individual y colectivo, en el ámbito personal y en el público.
"...por esta historia de éxito y transformación institucional ejemplar; también por la admiración que, como es sabido, siento por el Rey Carlos III —como conté en Nápoles (donde ya fue rey antes que de España) cuando me invistieron Doctor Honoris Causa por la Universidad Federico II—, agradezco de corazón al Consejo de Gobierno la concesión de esta Medalla de Honor, que asumo como una responsabilidad hacia la comunidad académica y hacia la sociedad. Porque recibir un premio o una distinción siempre conlleva un compromiso: el de seguir trabajando por todo lo que reconoce y representa..."
En tiempos de inestabilidad y tensiones, de conflictos armados y de guerras, en los que el lenguaje de la fuerza trata de abrirse camino, Homo homini sacra res, nos recuerda el valor intrínseco de cada ser humano, incluso en escenarios de violencia, especialmente en escenarios de violencia. Es un reclamo constante de que la dignidad humana debe respetarse siempre, ante cualquier circunstancia; una exigencia moral que insta a la promoción y defensa de los DDHH, a rechazar la banalización del dolor y a no trivializar el sufrimiento. Lo digo con el corazón aún encogido por la visita que, por segunda vez, la Reina y yo hicimos ayer a Auschwitz-Bikernau, en el 80 aniversario de su liberación. Un lugar que permanece como un testimonio estremecedor de las consecuencias devastadoras de ignorar y despreciar la dignidad humana, también de ser indiferentes ante ello.
Testimonio al que conviene volver para no olvidar, para aprender con cada generación y por siempre. También ante el trasfondo de nuevos y viejos conflictos, de nuevos y viejos sufrimientos terribles de seres humanos, de personas víctimas del odio, la intransigencia, la deshumanización y la ceguera.
En tiempos de polarización, en los que, la complejidad de los desafíos exige de todos la mayor colaboración, Homo homini sacra res, nos invita a reconocer que, más allá de las desavenencias que pueda haber en una sociedad, cada persona merece ser tratada con respeto, fomentándose así la responsabilidad mutua y el entendimiento para superar cualquier división. Es un llamamiento a la voluntad de cooperación con la que todos salgan “ganando” frente a la alternativa que supone el juego de suma cero.
Y, en tiempos de hiperconectividad de nuestras sociedades, en los que la conexión permanente y simultánea se impone casi como un patrón de comportamiento, Homo homini sacra res nos recuerda que los avances tecnológicos nunca deben hacer que se pierda de vista la importancia de las relaciones humanas, de la solidaridad y del respeto mutuo para construir sociedades verdaderamente humanas. Es una invitación a fortalecer los lazos entre las personas.
Señoras y señores,
Como dije en la apertura de este curso universitario 2024/2025, la Universidad “debe ser el lugar en que aprendamos a buscar la verdad a través de la razón, el diálogo y la contraposición de opiniones; un espacio seguro donde debatir libre y racionalmente sobre los aspectos más acuciantes que preocupan a la sociedad”
Y añado ahora que en ese espacio seguro deben, además, defenderse y promoverse los valores esenciales de respeto, empatía, y solidaridad. Porque de la Universidad no solo deben egresar buenos profesionales, bien formados académica y técnicamente; sino procurar que lo hagan también ciudadanos comprometidos con el bienestar colectivo, con el progreso social y con la construcción de un futuro más humano.
En este sentido, decía el filósofo y pedagogo Giner de los Ríos, en una frase empleada con frecuencia por el Rector fundador de esta Universidad, que ésta debía ser la “conciencia ética de la vida”, convencido plenamente de que una de sus funciones más útiles no era encontrar todas las respuestas, sino formular las preguntas esenciales.
La Universidad ha de generar preguntas —todas cuantas sean necesarias—. Hacia aquellas cuestiones que todavía no tienen respuesta o que, aun teniéndola, permiten un margen de mejora. Sólo se puede formar a los alumnos si se investiga y sólo se puede investigar si se mantiene la curiosidad, si se sigue preguntando. Ese es el inmenso servicio que prestáis a la sociedad. Y solo así, con ese afán inagotable de conocimiento, quizá podamos llegar a tiempo para abordar los desafíos de futuro.
Muchas gracias, de corazón por esta Medalla de Honor. Y enhorabuena por lo que sois, por lo que habéis logrado, y por lo que habéis llegado a ser: una Universidad pública de referencia que crece al compás de la sociedad, escuchándola, respondiéndole y, sobre todo, planteándole preguntas.
Muchas gracias.