Buenos días. Estar hoy en esta sala del Museo del Prado es –probablemente- la mejor expresión de eso tan contradictorio y tan real y que es el vínculo del arte con lo contemporáneo bajo la mirada atenta de lo eterno. Jaume Plensa, nuestro premiado, sería la parte contemporánea y la pintura de siglos aquí custodiada, lo eterno.
Glosar a Jaume Plensa no es mi cometido… del todo, porque no puedo evitar sentir una alegría especial al entregar este premio. Ser elogiosa con un artista que utiliza las ideas como materia prima, que consigue obras potentes con un contenido acogedor, que plasma la esencia de lo humano en la forma al reunir pensamiento y ¬–permítanme el neologismo- fisicalidad, un escultor que tiene la habilidad de ser un artista intelectual sin perder su humanidad, ser elogiosa –digo- es muy fácil.
"...En el tránsito que el artista recorre desde la expresión personal hasta la colectiva, Jaume Plensa propone una visión holística y conciliadora. Una propuesta universal que le sitúa en el centro de la creación artística en su nivel máximo de excelencia y que hoy aquí reconocemos con este premio Velázquez de las Artes..."
Jaume Plensa celebra la vida con cada obra. Es conocido sobre todo por sus intervenciones en espacios públicos. De nuevo, una idea –la de no llenar el espacio de objetos, sino que uno mismo es la pieza de ese espacio- , le llevó a fabricar dos enormes fuentes de ladrillos de vidrio con grandes pantallas de leds donde se proyectan los rostros de ciudadanos de Chicago bañados por el agua. Es uno de sus trabajos más conocidos y más espectaculares. Y podría hablarles de muchos más pero me quedo con las palabras de una ciudadana de un pueblo cercano a Liverpool sobre una obra de Plensa. Me explico. Hace cinco años, Jaume Plensa instaló en las fueras de St. Helens la figura enorme de la cabeza de una niña con los ojos cerrados. Una escultura de 20 metros de alto y 500 toneladas de peso hecha de polvo de mármol blanquísimo. El encargo del pueblo, por no extenderme, tenía que ver con el cierre de las minas de carbón, y lo que eso supuso, en la década de los noventa. Y esta señora dice: “este lugar es más bonito con la escultura de Jaume; él le ha devuelto el alma al pueblo”.
Y aquí cito de nuevo a Jaume cuando dice que el arte debe iluminar al mundo y no el mundo al arte. Desde su taller de Sant Feliú de Llobregat lanza a ese mundo que recorre de forma permanente su mensaje artístico, ese “pensamiento que llena la inmensidad”, recordando a su referente de siempre, William Blake. En el tránsito que el artista recorre desde la expresión personal hasta la colectiva, Jaume Plensa propone una visión holística y conciliadora. Una propuesta universal que le sitúa en el centro de la creación artística en su nivel máximo de excelencia y que hoy aquí reconocemos con este premio Velázquez de las Artes.
Enhorabuena y muchas gracias.