Majestades, Alteza, presidente del Principado, presidenta de la Fundación, autoridades, premiados, señoras y señores. Saludo especialmente a nuestros premiados de este año y a los premiados de ediciones anteriores que hoy nos acompañan en esta entrega que es especial: hace diez años que soy presidenta de honor de la fundación Princesa de Asturias, tras la proclamación de mi padre como rey de España. Y aunque mi hermana y yo participamos en esta ceremonia desde 2019, en esta década me he sentido muy cerca de los valores que impulsa esta fundación. Mi cariño y agradecimiento a los patronos y a todas las personas del equipo y de los jurados que trabajan tanto para que hoy podamos reunirnos en Oviedo y celebrar la mejor versión de la vida.
Estar es Asturias, venir a Oviedo cada año y vivir junto a todos vosotros el entusiasmo que se respira estos días, hacen que nos sintamos acogidos y queridos en esta tierra a la que me unen, como saben, no sólo un título y todo lo que entraña, sino que es la tierra de mi familia materna. Es una tierra en la que soy muy feliz.
Pels voltants de setembre, abans que arribi el fred, compren el seu bitllet per al tren de l’esperança.
Este verso lo escribió Joan Manuel Serrat hace 60 años. Está en la canción Els veremadors, los vendimiadores, escrita en catalán y un homenaje a aquellos que se veían obligados a dejar su hogar para ir a vendimiar lejos de casa. En castellano dice así:
En torno a septiembre, antes de que llegue el frío, compran su billete para el tren de la esperanza.
Lo cito ahora porque me gusta pensar que las personas extraordinarias que hoy os sentáis en este escenario del teatro Campoamor ofrecéis con vuestra obra que hoy premiamos la emoción contraria al escepticismo o al desánimo: LA EMOCIÓN DE LA ESPERANZA. Es el sentimiento que nos muestra que las cosas pueden mejorar, que siempre hay una grieta por donde entra la luz. Esa es la esperanza que nos contagian nuestros galardonados, mujeres y hombres que conjugan en su vida el esfuerzo, la dedicación y la excelencia.
He leído a Ana Blandiana cuando cuenta lo que sucedía en las cárceles de la dictadura comunista de su país, Rumanía. Los presos se transmitían versos de celda en celda mediante el alfabeto Morse como forma de resistencia al odio y a la locura. Para mí, para mi generación, ese hecho otorga a la poesía un papel que nos cuesta imaginar ahora, pero sí podemos entender ese grito de esperanza. Cuando Ana tenía mi edad no le permitieron entrar en la universidad. Y no ha dejado de plantar cara a los totalitarismos con su poesía limpia, clara, depurada. Y con su activismo en la defensa de los derechos humanos y de la democracia.
"...me gusta pensar que las personas extraordinarias que hoy os sentáis en este escenario del teatro Campoamor ofrecéis con vuestra obra que hoy premiamos la emoción contraria al escepticismo o al desánimo: LA EMOCIÓN DE LA ESPERANZA..."
Es a lo que también dedica su vida la cineasta, historietista y pintora francoiraní Marjane Satrapi. En su obra más conocida, Persépolis, narra una infancia y adolescencia de represión en su Irán natal. Satrapi expone en sus creaciones las condiciones que vivió en aquellos años con su imponente talento para plasmar la búsqueda de un mundo más justo e integrador, y eso nos da esperanza. Y ha reinventado de un modo deslumbrante el lenguaje común al arte y a la comunicación.
Esa conexión, esa forma de sentir que nos une y nos da conciencia de humanidad, es lo que la agencia Magnum proyecta con su labor de casi ocho décadas. En tiempos de ruido, prisas y artificio, Magnum afina la mirada con su fotoperiodismo audaz y veraz, dando independencia a sus fotógrafos y prestando a la historia la huella de los hechos. Ante el tumulto de imágenes, esta agencia fotográfica pionera captura el momento clave y nos entrega evidencias para la compresión del mundo, lo que nos debería dar la esperanza de poder acercarnos a la concordia. Porque a menudo no es fácil entender lo que sucede.
De ahí que la Organización de Estados Iberoamericanos ponga su empeño en dotar a los más vulnerables de las herramientas necesarias para abordar y comprender mejor la vida, para desarrollarse como seres humanos de pleno derecho. Es decir, para lograr el desarrollo social a través de la educación, la ciencia y la cultura. La OEI hace realidad lo que tantas veces escuchamos: que sólo la educación puede transformar sociedades, consolidar la democracia y promover el respeto a los derechos humanos. No sé si hay algo más esperanzador que eso… La cooperación y el multilateralismo son señas de identidad de una organización que busca la cohesión de la comunidad iberoamericana de naciones.
Con Svetlana Mojsov, Daniel Drucker, Jeffrey Friedman, Joel Habener y Jens Holst, premios de investigación científica y técnica, sucede que han encontrado en el campo de la endocrinología su modo de cooperar y han desarrollado una herramienta que puede ser de ayuda a personas con diabetes y obesidad. En un mundo con casi 900 millones de personas que padecen obesidad y 540 millones, diabetes, convendría además pensar en la prevención como estrategia indispensable en salud pública: he aquí una gran esperanza.
Carolina Marín lo ha ganado todo y en todo ha sido ejemplar. Lo más importante no es que sus años de esfuerzo, entrenamiento y gran desempeño le hayan llevado a lo más alto en un deporte, el bádminton, que era muy poco conocido en España. Lo más relevante es que el valor no está sólo en las medallas -incluso de oro-, sino que es la actitud ante la adversidad y ante el triunfo lo que define a una gran deportista. Ella dice eso de que “puedo porque pienso que puedo”. Y les aseguro que, para quienes estamos a punto de abandonar la adolescencia, son palabras muy valiosas.
Si estamos aquí es porque lo que nuestros premiados proyectan es el valor necesario para vencer el desánimo y la desesperanza, tarea en la que también se emplea a fondo Michael Ignatieff. No es fácil, teniendo en cuenta la complejidad de los mecanismos sociales y políticos que hay detrás de la convivencia y del conflicto. He pensado en esta frase suya: “hay quienes utilizan la democracia para destruirla”. Y he visto que lleva cuatro décadas estudiando el estado de derecho, las libertades públicas y los derechos individuales; también las ideologías y los nacionalismos. Para quienes, como yo, estrenamos nuestra mayoría de edad, acercarnos al pensamiento de Ignatieff es todo un reto. Un desafío que nos atrae porque nos habla de valores compartidos y del reto permanente de la convivencia.
Vuelvo en este punto a Joan Manuel Serrat, porque este músico y poeta del Poble Sec es mucho más que un referente artístico para varias generaciones a las que ha hecho felices. También ha mostrado su compromiso con la democracia y la tolerancia. He escuchado estos días muchas canciones suyas. Y he leído con atención sus letras. Serrat se declara partidario de vivir porque, de vez en cuando la vida, afina con el pincel; se nos eriza la piel y faltan palabras para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla.
Ojalá todos, hoy, aquí, desde el teatro Campoamor, encontremos motivos y oportunidades y compremos ese billete para el tren de la esperanza.
Y claro, ya saben, pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día y mañana, también.
¡Gracias!