Muy buenos días a todos, gracias por vuestra acogida y por invitarme a la clausura de este congreso. La evidencia de lo que ayer y hoy hemos escuchado aquí en Ávila es inapelable. No hay dudas ni caben ambigüedades, nada de medias tintas. Administraciones, agentes sociales, instituciones, la sociedad en su conjunto y cada uno de nosotros, de forma individual y responsable debemos entender -porque los datos están ahí, para corroborarlo- que la discapacidad, cuando afecta a una mujer o a una niña, aumenta sus carencias y su discriminación, y la desigualdad por tanto crece.
Ser conscientes de esta realidad es el primer paso para cambiarla. Por eso agradezco a todas las personas que durante estos días habéis analizado esta realidad vuestro esfuerzo por hacerla visible y vuestro compromiso para seguir trabajando y para lograr transformarla.
Les invito a que lean la observación general número 3, del comité de los derechos de las personas con discapacidad de las Naciones Unidas, contiene propuestas interesantes y recoge buena parte de esa realidad de la que estáis hablando desde ayer.
"...debe ser un compromiso de todos. Una responsabilidad de todos. Ninguna mujer discapacitada más debe ser marginada, acosada, vejada, maltratada o discriminada. Ni una sola mujer más debe ser invisible..."
Debe ser -decía- un compromiso de todos. Una responsabilidad de todos. Ninguna mujer discapacitada más debe ser marginada, acosada, vejada, maltratada o discriminada. Ni una sola mujer más debe ser invisible, espero que ojalá que este pacto de Estado contra violencia de género que hablamos salga adelante. Gracias por acudir hoy a Ávila para poner el foco para que todos estemos con nuestra atención centrada en ello, a esas más de 2 millones de mujeres con discapacidad de nuestro país que merecen, como cualquiera, la oportunidad de elegir la vida que desean.
Gracias.