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Palabras de S.M. el Rey en el 25 aniversario de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Barcelona 1992

Barcelona, 7.25.2017

Y un saludo a todos los que fuisteis responsables y representáis al conjunto de aquella gran obra, al “Dream Team” de la organización y ejecución de Barcelona 92, que siempre quedará como ejemplo y orgullo de todos y para todos.

Again this afternoon, allow me to welcome and thank dearly the presence and Company of Presidents Thomas Back and Philips Craven on such a special and emotional day for all of us.

Aquest matí, a Sant Cugat, en celebrar 30 anys del Centre d'Alt Rendiment, he tingut la oportunitat de recordar la seva enorme contribució, precisament, als magnífics resultats dels nostres esportistes en els Jocs Olímpics i Paralímpics de Barcelona dels que enguany es compleixen 25 anys. Va ser pioner al nostre país i un exemple que va marcar el rumb per a altres iniciatives posteriors a tot Espanya.

També m’he referit allà aquest matí –i vull insistir sobre això—a l’èxit rotund que van suposar aquells Jocs per a Barcelona, per a Catalunya i per tot Espanya; entre altres coses pel fet que van ser possibles gràcies a l’esforç conjunt i el treball compromès, generós i solidari per part de tots.

Ara en aquest acte en què també celebrem aquells Jocs Olímpics i Paralímpics de Barcelona com un dels esdeveniments més representatius del progrés i de la projecció del nostre país en la nostra història més recent – i a pocs metres de l’estadi olímpic –,  vull referir-me breument a dues qüestions que ens permeten tenir una visió més completa de Barcelona 92: per una banda, l'aportació singular d'aquesta ciutat als Jocs; i de l'altra, la perspectiva dels que vàrem participar en ells com a esportistes.

A l'estiu de 1992, tot Espanya mirava a Barcelona amb confiança. D’alguna manera ens revalidàvem davant el món. I conclosos els Jocs va ser aclaparador el sentiment  d’orgull puc dir que tot Espanya va sentir orgullosa vers aquesta ciutat. És potser el millor resum – el més simple però el més clar – que pot fer-se.

"...como abanderado de nuestro equipo nacional entonces, no puedo dejar de recordar la emoción profunda que sentí al representar a España en aquella cita histórica: el inmenso orgullo de encabezar un grupo de deportistas que representaban todo lo que somos y lo que podemos hacer y conseguir juntos. Debo confesar que segundos antes de salir al Estadio de Montjüic se agolpaban muchos sentimientos y unas tremendas ganas de compartirlos con miles y miles de personas que al vernos nos arroparon con un estallido de entusiasmo inolvidable..."

Aquesta Barcelona que tenim darrera meu, sota el lideratge de l'alcalde Pasqual Maragall, va prendre el pols dels Jocs perquè fins aleshores els Jocs s'havien celebrat en una ciutat; però els de Barcelona ‘92 van ser, per primera vegada, els Jocs d'una ciutat. I per això no només van ser un esdeveniment esportiu inigualable, sinó una demostració cívica, una gran celebració ciutadana que els convertí en irrepetibles. Una gran celebració d'amistat, d'alegria, d'il·lusió i de companyonia. Un esdeveniment que calia gaudir i viure intensament i que, dia rere dia, va omplir d'emoció a tots els espanyols.

Por otra parte, como abanderado de nuestro equipo nacional entonces, no puedo dejar de recordar la emoción profunda que sentí al representar a España en aquella cita histórica: el inmenso orgullo de encabezar un grupo de deportistas que representaban todo lo que somos y lo que podemos hacer y conseguir juntos. Debo confesar que segundos antes de salir al Estadio de Montjüic se agolpaban muchos sentimientos y unas tremendas ganas de compartirlos con miles y miles de personas que al vernos nos arroparon con un estallido de entusiasmo inolvidable.

Era el momento que habíamos esperado tanto y no podíamos fallar. Y no fallamos: llegó el 25 de julio, eran los XXV Juegos de la era moderna; finalmente unos Juegos Olímpicos en casa; años de preparación, de esfuerzo, tensión y mucho trabajo callado..; años de una tremenda ilusión que, por fin, empezó a hacerse realidad en aquella ceremonia de inauguración verdaderamente deslumbrante. Contuvimos la respiración ante la audacia que supuso aquella flecha en llamas para encender el pebetero y todo arrancó, y nos pusimos a competir!

Desde aquí saludo y recuerdo con un caluroso abrazo a mis compañeros olímpicos de entonces: atletas, preparadores, técnicos, directivos, voluntarios, periodistas…; y especialmente —me permitirán recordar— a los compañeros del equipo de vela, que tantos éxitos y medallas cosechó; y a los de la clase Soling, con los que navegué y comparto un preciado diploma olímpico, y sobre todo una experiencia humana, vital —más que solo deportiva— excepcional.

Para todos los deportistas, así lo fue para mí, competir fue la culminación de esa experiencia inolvidable con cientos de deportistas de todas las disciplinas y modalidades olímpicas y paralímpicas, mujeres y hombres de países de todos los rincones del mundo. Algunos van y repiten si pueden varias veces!

La experiencia olímpica nos llenaba a todos de un sentimiento de fraternidad y de universalidad; también nos hacía ser muy conscientes de nuestras raíces, de nuestras respectivas maneras de entender la vida como representantes de países de todo el planeta. Y lo hacía en el mejor sentido, como si la auténtica competición consistiese no tanto en lograr más medallas o marcas, sino en representar mejor los valores olímpicos que alimentaban nuestras energías y nos llenaban de orgullo como deportistas y como personas.

Unos valores que están en la base del deporte y del Olimpismo, y que hoy quiero recordar porque son los principios que, en última instancia, dan sentido a los Juegos Olímpicos: la búsqueda de la excelencia desde la honestidad, la competitividad acompañada siempre del respeto por el competidor, la rivalidad unida al compañerismo e incluso a la amistad, el juego limpio, el respeto a las reglas… Un verdadero código de conducta y de valores, y una auténtica escuela de vida, que ha forjado el comportamiento de miles de deportistas durante las sucesivas Olimpiadas.

En fin, Señoras y Señores, algo realmente emotivo y emocionante a un mismo tiempo; algo que todos los olímpicos hemos querido transmitir siempre a los demás, porque el espíritu olímpico debe trascender los Juegos y el deporte. Todo lo que Barcelona ‘92 mostró al mundo –concordia, respeto, unión− debe inspirar siempre nuestros valores y nuestros comportamientos.

Muchas gracias.

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