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Palabras de Su Majestad el Rey en la entrega de Despachos a la LXVIII Promoción de la Carrera Judicial

Madrid, 1.8.2019

Queridos integrantes de la 68 promoción de la carrera judicial: lo primero de todo es daros la enhorabuena, la de todos aquí presentes, la del mundo de la judicatura y la de nuestra sociedad en su conjunto a la que vais a servir; también, por supuesto, la mía personal.

Mención particular a Lidia Prada, que hoy no puede estar con nosotros, con su promoción para recoger su despacho. Le deseamos que se recupere pronto y pueda incorporarse a su puesto, a su destino.

Enhorabuena por haber llegado a este momento después de un largo proceso en el que se ha puesto a prueba vuestra capacidad, vuestros conocimientos, vuestras aptitudes y vuestro esfuerzo. Que estéis hoy aquí recogiendo vuestros despachos significa que habéis alcanzado la meta personal y profesional que os marcasteis en su día y, por ello, debéis sentiros muy satisfechos. Se trata, sin duda, de un mérito propio del que podéis estar muy orgullosos.

Pero al felicitaros, también quiero daros las gracias. Gracias por estar dispuestos a desarrollar y aplicar esos conocimientos y capacidades al interés general y bien común de vuestro país.

La Justicia representa uno de los valores fundamentales de la sociedad por ser condición indispensable para la convivencia y por ser consustancial al propio ser humano. Y el Poder Judicial, es la Institución que nos permite hacer real y efectivo ese valor supremo.

De este modo, la incorporación de hombres y mujeres altamente cualificados y preparados al Poder Judicial debe ser motivo de celebración y alegría, por todo lo que entraña y representa. Representa la ilusión, la vocación de servicio público, la esperanza en el futuro… y la continuidad de la labor desarrollada por quienes han integrado e integran la Judicatura española, proporcionando a nuestro país seguridad jurídica, estabilidad y certeza.

Una sociedad moderna y avanzada como la nuestra, plenamente democrática como es la española, solo puede desarrollarse en paz y concordia si cuenta con un Poder del Estado independiente y neutral para impartir justicia.

Nuestro Poder Judicial cuenta con plena legitimidad y vuestra actuación individual como jueces ha de contribuir a mantenerla y reforzarla. Lo conseguiréis actuando siempre desde la independencia y la imparcialidad, aplicando la ley al caso concreto desde el más estricto rigor técnico, pero también desde la equidad y valorando, de manera concienzuda, las circunstancias específicas de cada asunto sobre el que tengáis que decidir.

La trascendencia de esas decisiones conlleva una exigencia de responsabilidad especialmente intensa, así como una actitud ética que debe impregnar todos los aspectos de vuestra actividad. La independencia es condición indispensable para el ejercicio de vuestra función, pero también lo es la honradez, la integridad, la rectitud,… En definitiva, un comportamiento ético que deriva directamente de la gran responsabilidad que asumís.

Y recordad siempre que, en el origen y en la esencia de vuestros pronunciamientos, se sitúa la Constitución Española como norma fundamental de nuestra convivencia, que inspira el resto del ordenamiento jurídico y que nos asegura un escenario cierto, sólido y fiable de derechos y libertades.

Precisamente, acabamos de conmemorar sus 40 años de vigencia, caracterizados por la convivencia pacífica y el progreso de nuestro país; 40 años de un modelo institucional de Estado Social y Democrático de Derecho plenamente equiparable al de los países más avanzados de nuestro entorno; 40 años, en suma, de libertad y desarrollo de la riqueza cultural y de la diversidad que nos caracterizan como Nación.

"...La Justicia representa uno de los valores fundamentales de la sociedad por ser condición indispensable para la convivencia y por ser consustancial al propio ser humano. Y el Poder Judicial, es la Institución que nos permite hacer real y efectivo ese valor supremo... Una sociedad moderna y avanzada como la nuestra, plenamente democrática como es la española, solo puede desarrollarse en paz y concordia si cuenta con un Poder del Estado independiente y neutral para impartir justicia...."

El valor de nuestra Constitución lo encontramos no solo en el pacto de convivencia intergeneracional que representa, sino también y sobre todo en el hecho de ser la garantía de los valores supremos de una sociedad libre, sin los cuales no resultaría reconocible como tal porque encarna la máxima calidad democrática de una sociedad y ampara, a la vez que limita, el ejercicio del poder político.

Y el Poder Judicial, al que la Constitución dedica su Título VI, es pieza clave en el entramado institucional diseñado por los constituyentes, fruto del consenso y de la voluntad de acuerdo, y refrendado por la sociedad española. La función de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, atribuida en exclusiva a un poder del Estado, independiente y plenamente separado de los demás poderes, así como el respeto a las resoluciones dictadas por los órganos judiciales son condiciones indispensables en cualquier democracia que se precie de serlo.

Soy consciente de que este acto de entrega de despachos está cargado de significado para la Justicia española. Un momento como este, que simboliza la incorporación de hombres y mujeres a la Judicatura, debe servir para reafirmar nuestro compromiso, el de todos, con la institución judicial de la que emana la protección y garantía de los derechos individuales y colectivos. Porque ningún sistema de derechos tiene sentido si no existe una verdadera garantía para que éstos sean reales y efectivos.

No es fácil, ciertamente, el reto que tenéis ante vosotros. Decidir sobre las consecuencias de un delito, resolver conflictos familiares, velar por la protección de los menores, corregir abusos en el uso de la autoridad, solventar conflictos laborales…. Serán muchas las situaciones que os pongan a prueba como profesionales de la Justicia y también como personas, pero el ser conscientes del importante papel institucional que estáis asumiendo os ha de ayudar a decidir en el sentido correcto, siempre en beneficio de los ciudadanos, de la sociedad y de vuestro país.

España merece que todos y cada uno de nosotros, desde el papel que nos corresponde, estemos plena y permanentemente comprometidos con nuestros valores constitucionales: con la libertad y el pluralismo político, con la justicia, la igualdad y el respeto a la dignidad de las personas; valores que definen a una sociedad democrática, elementos esenciales para la convivencia e ideales necesarios para la ética pública.

Así se han forjado las grandes Naciones y así se ha forjado la nuestra. Una Nación valorada y reconocida en el mundo por la calidad de su democracia, por la solidaridad de sus gentes y por la riqueza y la variedad de su cultura.

También por la fortaleza de sus instituciones. Una fortaleza que es el resultado de la excelencia personal puesta al servicio del bien común. En todas las circunstancias, pero especialmente en los momentos de dificultad, el talento, las personas, son más importantes que nunca.

En cualquier contexto, la búsqueda de la excelencia es un proceso permanente y la motivación, una labor diaria. No perdáis nunca la ilusión y las ganas de crecer con las que hoy habéis recogido vuestros despachos como jueces de carrera, pues solo con la aportación de todos y cada uno de los individuos que conforman las instituciones se conseguirá hacerlas más fuertes, se incrementará la confianza que en ellas han de tener los ciudadanos, y se reforzará el factor de legitimidad que debe acompañar a toda actividad pública. Máxime si se trata de impartir justicia.

Y, sin duda, el poder que a partir de ahora vais a tener debe ser ejercido con un especial sentido del deber, desterrando de vuestra actuación cualquier atisbo de impulso o interés personal. Es el interés de la sociedad y el de la institución en la que os integráis el que ha de prevalecer, siempre y bajo cualquier circunstancia. Porque esta es la verdadera grandeza del servicio público, que exige responsabilidad y muchas veces sacrificio, a la vez que proporciona la satisfacción y el honor de contribuir a la mejora de nuestro país.

Por eso y antes de terminar mis palabras no quiero dejar de reconocer y agradecer a todos los profesionales de la Administración de Justicia su tarea diaria a lo largo de estos últimos 40 años de vigencia de nuestra Constitución, que han llevado a cabo en determinadas ocasiones con valor, coraje y determinación; una labor con la que tanto han contribuido y contribuyen al adecuado funcionamiento de nuestro Estado de Derecho y a la consolidación y desarrollo de nuestro sistema democrático.

Y a quienes hoy recibís vuestros despachos os felicito nuevamente por el éxito que habéis alcanzado y extiendo esta felicitación sincera a vuestras familias y a todos los que hoy os acompañan. Estoy seguro de que comparten vuestra alegría, como también habrán compartido tantos momentos de preocupación y tantos desvelos en los que habréis sentido su apoyo y su ánimo.

El Estado de Derecho hoy está de enhorabuena: España incorpora a su Poder Judicial a una nueva promoción de jueces, servidores públicos altamente cualificados, y llamados a desempeñar un papel trascendental al servicio de la nuestra sociedad.

Muchas gracias a todos.

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