Cuánto agradezco tener oportunidades, como la de hoy -y felizmente otras también- de volver a la universidad. Digo bien “volver”, porque quien ha vivido la universidad, quien de ella ha bebido para caminar mejor por la vida, tiende a querer retornar a ella con cualquier motivo. Es algo profundo, es tanto un recuerdo, como un estímulo, aunque no sea el alma mater de cada cual.
Y siempre es una alegría volver a esta Universidad de Alcalá, que aun no siendo estrictamente la mía, sí es un poco de todos y, por tanto, así la siento también. Y es un verdadero honor y un placer entregar el Premio de Derechos Humanos Rey de España, ya en su IXª edición. En este caso, y por vez primera, nos reunimos en esta emblemática Capilla de San Ildefonso para celebrar este acto de reconocimiento, reafirmación y de compromiso con los derechos humanos y la democracia.
Más allá de su belleza arquitectónica, la Capilla de San Ildefonso está vinculada con la búsqueda continua del conocimiento y la justicia. Aquí se encuentra el cenotafio del Cardenal Cisneros, figura clave en la fundación de la Universidad de Alcalá y en la promoción del humanismo, reflejando el compromiso de España con la educación y promoción de la dignidad humana a lo largo de los siglos.
Esta dedicación al humanismo y la educación forma parte de los objetivos compartidos por la Comunidad Iberoamericana de Naciones, una alianza que subraya la colaboración y el intercambio cultural y educativo entre sus miembros, fortaleciendo así los lazos y el trabajo colectivo para impulsar los derechos humanos y la justicia en toda la región. La Capilla, con su profundo simbolismo, nos hace reflexionar sobre la importancia de la unidad y la cooperación entre las naciones iberoamericanas para fomentar y salvaguardar estos valores universales.
En un mundo donde los conflictos armados y las violaciones de los derechos humanos continúan desafiando la conciencia global, la relevancia de este Premio se engrandece. Recuerda la urgencia de defender los principios de humanidad y justicia social, especialmente en tiempos donde la indiferencia o el desánimo pueden parecer respuestas fáciles ante la complejidad de los desafíos internacionales.
Este galardón, instaurado por la Universidad y por el Defensor del Pueblo, no sólo reconoce los logros de una organización, sino que también refuerza nuestro propio compromiso con los valores de la justicia y la solidaridad. Es un recordatorio del trabajo que todavía queda por hacer y del papel fundamental de toda la sociedad en la construcción de un futuro donde el respeto a los derechos humanos forme parte de la cotidianidad; donde deje de ser un objetivo, incluso utópico, para ser una realidad vivida con certeza y eficacia.
"...este galardón, instaurado por la Universidad y por el Defensor del Pueblo, no sólo reconoce los logros de una organización, sino que también refuerza nuestro propio compromiso con los valores de la justicia y la solidaridad. Es un recordatorio del trabajo que todavía queda por hacer y del papel fundamental de toda la sociedad en la construcción de un futuro donde el respeto a los derechos humanos forme parte de la cotidianidad; donde deje de ser un objetivo, incluso utópico, para ser una realidad vivida con certeza y eficacia..."
Señoras y señores,
La desaparición de un ser querido genera dolor, incertidumbre, desasosiego, temor y otros muchos sentimientos difíciles de asimilar. El vacío que deja se convierte en un eco persistente de preguntas sin respuesta. Esta es la dura realidad a la que se enfrentan numerosas familias en el Estado de Jalisco, en México, donde el flagelo de las desapariciones forzadas, ha desgarrado el tejido de comunidades enteras.
La desaparición de una sola persona afecta a generaciones, erosiona la confianza en las instituciones y desafía la conciencia colectiva. En este contexto, FUNDEJ emerge como un faro de esperanza y representa el impacto transformador de la acción colectiva.
FUNDEJ, surgida de la solidaridad entre familias que comparten una tragedia común, representa un movimiento por la defensa de la dignidad humana y los valores que sustentan nuestras sociedades. A través de su red de apoyo, ofrecen orientación, asesoramiento y consuelo, más allá de la búsqueda de los desaparecidos. Concediendo a FUNDEJ este Premio, se reconoce su trabajo en un entorno adverso y se pone de relieve que en la unión y en la justicia colectiva reside nuestra mayor fortaleza.
No hay duda, pues, de que merece el reconocimiento y la admiración de todos, de los que este Premio quiere ser símbolo y recuerdo permanente. Vuestra obra, vuestro continuo desvelo por los que tanto necesitan de apoyo y ayuda, es fuente de esperanza también para todos. Gracias por ello, enhorabuena, y todo nuestro ánimo para perseverar en vuestra difícil y tan necesaria labor. Esperamos que este premio ayude a que se difunda y conozca más, y así se valore como merece.
Este acto también queremos extender nuestro agradecimiento a todos los colectivos que han emprendido estas labores de búsqueda y de defensa de la solidaridad y la justicia, no solo en México, sino en otros países que sufren o han sufrido la lacra de las desapariciones forzadas.
Que este reconocimiento sirva como un tributo a la labor de FUNDEJ, pero también como un recordatorio del poder de la acción colectiva en la lucha contra la injusticia y el olvido. En estos tiempos convulsos, este Premio subraya la importancia de la solidaridad y de los valores que definen nuestra humanidad.
Hoy, en esta Capilla de San Ildefonso, renovamos nuestro compromiso con estos ideales, inspirados por la perseverancia y el coraje de aquellos que, como FUNDEJ, no permanecen indiferentes ante la adversidad. Juntos, reafirmamos nuestra determinación para contribuir a un mundo donde prevalezcan la paz, la justicia y el respeto a la dignidad de cada persona.
Muchas gracias.