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Palabras de Su Majestad el Rey en la cena de gala ofrecida por el Presidente de la República Italiana en honor de Sus Majestades los Reyes

Palacio del Quirinal. Roma (Italia), 12.11.2024

Muchas gracias, Señor Presidente; y gracias también a su hija, la Sra. Laura Mattarella, por la hospitalidad y el afecto con el que nos han acogido, así como por esta magnífica Cena de Estado, con la presencia de las más Altas autoridades de la República y de la delegación que nos acompaña.

Sus palabras, carissimo Presidente, surgen de la cercanía y el afecto que siempre nos ha dispensado, a la Reina y a mí, a lo largo de una relación que abarca la práctica totalidad de nuestro reinado, del que este año se cumple una década.

Esperamos haber sabido corresponderle con el mismo afecto; pues sabe bien que es, por nuestra parte, un sentimiento hondo y sincero, construido en cada encuentro, en cada vivencia, en cada conversación, como cuando tuvimos el honor, la Reina y yo, de recibirle en España, en Visita de Estado, en noviembre de 2021.

Celebro que no nos hayan faltado, en estos años, ocasiones para el diálogo, y hago votos porque así siga siendo en el futuro.

Señor Presidente,

El sentimiento que une a nuestros dos pueblos, España e Italia, va también mucho más allá de la comunión de intereses, el parentesco cultural o la vecindad geográfica. Está compuesto por emociones genuinas, muy profundas, derivadas de un reconocimiento mutuo que no necesita explicación, pues como decía otro gran siciliano -como el Presidente- llamado Andrea Camilleri, “le parole che dicono la verità hanno una vibrazione diversa da tutte le altre”.

Cuando llegamos, los españoles, a este país fascinante, cuanto vemos y encontramos -en sus ciudades, en sus calles, en su día a día- se nos revela extrañamente familiar. Esa familiaridad puede solo derivarse del reconocimiento, en esta tierra, de una parte, de lo que ya somos.

Somos Mediterráneo; somos latín y somos lingua franca; somos mundo clásico y Renacimiento; somos humanismo; somos la vibrante vida urbana, el municipalismo, el comercio, las libertades. Y somos la Ilustración, la ciencia, la academia; el afán por viajar y por conocer, la curiosidad por los descubrimientos; el compromiso ético con un mundo más justo y mejor.

Somos, en una palabra, Europa: esa misma Europa que hunde sus raíces en la Roma milenaria, y que volvió a renacer con la firma, en 1957, también en esta ciudad, del Tratado de las Comunidades Europeas. Un proyecto de integración concebido para pasar página de uno de los capítulos más oscuros de la historia, que no para olvidarlo. Una construcción política que confiere a la palabra ciudadanía –a sus derechos, sus libertades, sus responsabilidades- una nueva y más amplia dimensión.

"...Somos Mediterráneo; somos latín y somos lingua franca; somos mundo clásico y Renacimiento; somos humanismo; somos la vibrante vida urbana, el municipalismo, el comercio, las libertades. Y somos la Ilustración, la ciencia, la academia; el afán por viajar y por conocer, la curiosidad por los descubrimientos; el compromiso ético con un mundo más justo y mejor..."

Por ese motivo no puede ser solo amistad, ni sintonía, ni complicidad, lo que alumbre las relaciones entre italianos y españoles: es más bien un sentimiento de hermandad, o, como lo definía otro gran siciliano y gran conocedor de España, Leonardo Sciascia, “una ritrovata fraternitá”.

Cada vez que comerciamos, nos visitamos, nos embarcamos juntos en proyectos de todo tipo; cuando nuestros académicos y estudiantes, nuestros artistas o deportistas, realizan intercambios o experiencias comunes, estamos cultivando y renovando esa fraternidad.

De la intensidad de nuestra relación son buena muestra los casi 400 vuelos que conectan a diario los aeropuertos italianos y españoles; o nuestro comercio bilateral, que se ha incrementado en casi 16.000 M€ en los últimos cinco años. También lo son los 5 millones de italianos que visitan nuestro país cada año, o los 20.000 estudiantes españoles e italianos que realizan estancias de estudio en ambos países, en el marco del programa Erasmus.

Señor Presidente,

Nuestra afinidad, cultural e histórica, se traduce, también, en una percepción similar de los grandes desafíos de nuestro tiempo, en el mundo y en Europa.

Es esencial para ambos garantizar la estabilidad en el Mediterráneo y en el Sahel, así como un desarrollo sostenible para el continente africano. Nos mueve la voluntad de contribuir a una paz justa para Ucrania, donde el invasor no saque réditos de su apuesta contraria a todo derecho. Nos alienta también un deseo ferviente de lograr el silencio de las armas en Oriente Próximo, la restauración de las vías diplomáticas y el cese del sufrimiento de la población civil.

En Europa, ambos países compartimos la prioridad de fomentar que los flujos de inmigración sean, ordenados y seguros, que así podamos garantizar a los inmigrantes la dignidad que se le debe a todo ser humano. Y aspiramos a un protagonismo en la reindustrialización de nuestro continente, en ese salto en innovación tan necesario, con la vista puesta en una transición ecológica que genere de manera efectiva y estable empleo, riqueza, productividad y competitividad. Creemos firmemente que la voz de los países del sur de Europa puede y debe oírse con nitidez en ese proceso.

Compartir prioridades nos invita a buscar siempre un espacio para la coordinación en el seno de la Unión Europea, la OTAN, las Naciones Unidas y sus organismos especializados. La dimensión de los desafíos globales -desde los riesgos climáticos y la transición energética hasta los conflictos, abiertos y latentes, en tantas regiones, o la propia estabilidad y pervivencia de la democracia y del orden internacional basado en reglas- exigen, más que nunca, aunar esfuerzos. Debemos trabajar juntos, aún más si cabe, para que nuestra voz se escuche, alta y clara, en los foros internacionales; seamos la caja de resonancia de los valores que, como a menudo recordaba Rita Levi Montalcini, son el sentido y el sustento de toda vida humana.

Señor Presidente,

Hablaba al principio de esa hermandad que nos une, porque nos reconocemos en el otro como quien se mira en un espejo. Uno de esos españoles que supo reconocerse en Roma fue el poeta Rafael Alberti; uno de los más grandes autores de la generación del 27, la de Lorca, Cernuda, Guillén, Zambrano, Salinas y Aleixandre.

Alberti, llegado a esta ciudad en 1963, supo en poco tiempo convertirse en un poeta romano; vivió feliz, hizo grandes amigos, escribió algunos libros maravillosos y cuando regresó a nuestro país, en 1977, lo hizo para participar, desde un escaño en el Parlamento, en ese gran proceso de reconciliación que ha pasado a los libros de historia como “la Transición española”, de la que es fruto la España de nuestros días. Alberti nunca olvidó este país, ni esta ciudad, pues, como escribió en su “Roma, peligro para caminantes”: “oh Roma deseada, en mi te tienes/ya estoy dentro de ti, en mi te encuentras”.

Así que levantemos nuestras copas y brindemos por España, por Italia, por todo lo que nos queda por hacer juntos en los años venideros y por esta Roma que se halla en cada uno de nosotros, donde siempre regresamos y nunca podremos sentirnos forasteros, pues tiene, en el fondo, mucho que ver con la felicidad.

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Palabras de Su Majestad el Rey en la cena de gala ofrecida por el Presidente de la República Italiana en honor de Sus Majestades los Reyes

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Viaje de Estado de Sus Majestades los Reyes a la República Italiana
Sus Majestades los Reyes junto al Presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella y su hija, Laura Mattarrella, momentos antes de la cena de gala ofrecida en honor de los ReyesRoma y Nápoles (Italia), 10.12.2024/12.12.2024