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Palabras de Su Majestad el Rey en la inauguración de la V edición del Foro Económico Español "Wake up, Spain!"

Casa América. Madrid, 3.31.2025

Participar en esta sesión de apertura del “Wake up Spain” supone, para mí, una satisfacción doble: en primer lugar, por inaugurar cinco días de diálogo entre personas con prestigio y competencia más que acreditados; y en muchos casos, con una responsabilidad directa sobre el objeto del debate. Y, en segundo lugar, por comprobar que este foro económico, que va ya por su 5ª edición, está plenamente consolidado. El 5º aniversario de “Wake up Spain” coincide con el 10º del periódico “El Español”, que ha logrado, en esta década, ocupar un lugar de referencia entre las cabeceras de nuestro país. Enhorabuena por todo ello.

Esta cita anual ha ido definiéndose -como sucede con los buenos foros de discusión- hacia un estilo y un espíritu que se plasma en el tono de las sesiones. “La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha”, nos decía M. Montaigne. Y aquí se procura dar resonancia a un amplio abanico de palabras, de opiniones, para que cada lector, cada oyente, cada ciudadano, pueda formarse la suya propia en un sanísimo -y siempre necesario- ejercicio de pluralismo y de libertad.

Esta edición del “Wake Up Spain” se titula “Los desafíos de España ante el nuevo orden mundial”: un título tan ambicioso como pertinente en los tiempos que corren y que propone dos interrogantes de importancia crucial: ¿de qué desafíos estamos hablando? Y, sobre todo ¿cuál es ese nuevo orden mundial, al que parecemos estar abocados? Sobre ambas preguntas quisiera hacer una breve reflexión. 

Queridos amigos, el tiempo que vivimos se rige por la inmediatez. A diario sentimos esa sensación de cambio acelerado impuesto por el mundo digital, por las redes, por la constante exposición de cada uno de nosotros a inputs informativos con distintos grados de solvencia y de veracidad. Distinguimos en este ecosistema muchos rasgos de lo que el sociólogo Z. Bauman llamó, hace ya décadas, “la modernidad líquida”. 

La reflexión acerca de la economía y de la geopolítica -y de las relaciones entre ambas disciplinas (geoeconomía)- está también condicionada por este ritmo acelerado. El pulso de los tiempos nos pide reaccionar, anticipar escenarios, ser proactivos, no quedarnos atrás. Pensar juntos en un futuro que es ya presente, y en cómo afrontar sus retos, no es solo un interesante -e incluso valioso- ejercicio académico, sino una necesidad y una responsabilidad con las generaciones venideras.

Para que esa reflexión sea lo más útil y fructífera posible, conviene saber abordarla con algunas certezas básicas respecto de dónde estamos y de dónde venimos. No perdamos nunca esas balizas, pues son nuestro equipaje vital e intelectual para afrontar el futuro con garantías.

En el ámbito de las relaciones internacionales, nuestra gran referencia es el orden basado en normas creado a partir de la II Guerra Mundial. Un orden fundado sobre el derecho que -aun siendo perfectible, como lo es toda obra humana- ha propiciado una larga fase histórica de incremento de intercambios culturales, disminución de las barreras al comercio, avances científicos y tecnológicos, incorporación de nuevos actores y nuevos temas a la agenda global; y que nos ha permitido construir esa gran arquitectura de acuerdos e instituciones a la que llamamos “multilateralismo”.

El multilateralismo es diálogo y es cooperación. Es el respeto a las voces de todos los miembros de la comunidad internacional. Es la razón por encima de la fuerza. Con sus fallas y sus contradicciones -que también las ha habido y que no vamos ni a esconder ni a ignorar- ha logrado preservar a la comunidad internacional del “flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles”, según decía el preámbulo a la Carta de Naciones Unidas; en referencia, como es obvio, a las dos guerras mundiales.

La Unión Europea es hija de ese espíritu donde el derecho prevalece. La alta idea de Europa que tuvieron sus padres fundadores (Schumann, Monnet, de Gasperi y tantos otros) no hubiera germinado en un terreno distinto. Si hemos sido capaces, los europeos, de alcanzar el actual estadio de integración (el mercado único, las libertades, la unión económica y monetaria y los desarrollos en materia de justicia, de interior, de política exterior y seguridad) es precisamente porque hemos podido avanzar en un contexto adecuado: un contexto basado en el respeto a las normas.

"...España tiene realmente una oportunidad histórica de contribuir, junto a nuestros socios y desde posiciones de liderazgo, a afrontar este nuevo momento crucial para Europa y el Mundo..."

La democracia española -fundada en la constitución de 1978, nuestro marco compartido de principios y valores, y en el espíritu y ánimo que la alumbró- se ha beneficiado enormemente de su participación, decidida y entusiasta, en el proceso de construcción europea, que tanto ha tenido que ver, a su vez, con nuestra seguridad, estabilidad, prosperidad y bienestar.

En estos días inciertos, presididos por un lenguaje que pone a prueba la vigencia y universalidad de tantos marcos de referencia, no podemos permitir que cunda la impresión de que el mundo del derecho, reflejo de nuestros principios y valores, sea -parafraseando el célebre el título de Stephan Zweig- el mundo de ayer. El mundo de los valores y principios básicos, de los derechos humanos, del multilateralismo, de los cauces de cooperación, nos resulta más necesario que nunca: es el mundo de hoy; ha de ser el mundo de hoy. No parece razonable desandar ese camino que tanto ha costado, y volver a las zonas de influencia, al mundo de las relaciones de poder y a un puro mercantilismo sin reglas.

Queridos amigos,

Este mundo es preciso defenderlo y por eso el actual debate sobre la seguridad y la defensa en Europa es inaplazable. Debate que nos ha de ayudar en la toma de importantes decisiones que muy posiblemente marcarán nuestro futuro para los próximos años. Hace apenas tres años, en nuestro continente, presenciamos, atónitos, el comienzo de una guerra de agresión a la que subyace –no lo olvidemos- un peligroso concepto de las relaciones internacionales basado en el imperio de la fuerza y la violación de la integridad territorial de un estado; un concepto incompatible con los principios que deben regir el rumbo de la comunidad internacional.

No es de extrañar, por ello, que los europeos veamos llegada la hora de que la Unión fortalezca sus capacidades en el ámbito de la seguridad y la defensa. No sólo es un esfuerzo que solo podremos acometer a partir de un análisis integral (honesto, responsable y solidario) de los riesgos y amenazas, de la conciencia plena de nuestra posición, nuestro potencial y nuestras alianzas -en particular, del vínculo transatlántico (a pesar de lo que se escucha)- y de una firme determinación de afrontar, juntos, los desafíos comunes. 

En un contexto de pulsiones proteccionistas, los aspectos económicos tendrán –no podría ser de otro modo– un gran protagonismo. Por eso esta edición del “Wake up Spain” es tan pertinente: porque se inserta, por su título y su programa, en una serie de debates geopolíticos que está teniendo lugar en muchos países de nuestro entorno, promovidos por instituciones públicas y privadas, y donde los actores económicos y empresariales también tienen la palabra. A la economía española –cuyo crecimiento está liderando el de los países de la zona euro- le corresponde un lógico peso específico en esta reflexión compartida. 

Estos días hablaréis, entre otros muchos temas, de innovación, de seguridad económica, de partenariados público-privados; de cómo fortalecer aún más la integración en el mercado interior europeo y cómo reducir la dependencia energética; de cómo afrontar los desafíos tecnológicos, en particular la IA, incorporando su enorme potencial a los procesos productivos y minimizando sus riesgos; y de cómo preservar el empleo, los derechos sociales y el bienestar de nuestras sociedades en un clima de volatilidad e incertidumbre.

Lo deseable y que todos –creo- esperamos, es que el acervo de conclusiones de este y otros foros similares alimente escuelas de opinión cada vez más informadas; y que sean capaces de integrar distintas sensibilidades para dar con las verdaderas claves de un debate complejo, y que ello nos permita salir -en ello confío- mucho mejor pertrechados de cara al futuro.

España tiene realmente una oportunidad histórica de contribuir a frontar junto a nuestros socios y desde posiciones de liderazgo. Este nuevo momento crucial para Europa y el Mundo. Asumir esa tarea de contribuir a reforzar Europa, su cohesión, su bienestar y su influencia constructiva en el orden mundial pasa por ser capaces de lograr también amplios consensos, como los que nos permitieron estos 48 años de democracia que hemos vivido.

Con ese espíritu y esa confianza os deseo, queridos amigos, unos días provechosos de reflexión. 

Muchas gracias.
 

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