Muchas gracias, Sra. Presidenta, por sus palabras. Me siento profundamente honrado al recibir este reconocimiento del pueblo canario. Por ello quiero expresar mi gratitud a los más de dos millones de personas que viven en estas islas, representadas por los miembros de este Parlamento.
Se unen a mí, aunque no estén aquí hoy, por supuesto en este sentimiento la Reina, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía.
Sabemos todos que Canarias es, geográficamente, el territorio nacional más alejado de la península. Pero esa distancia, solo física, se vuelve cercanía con los afectos, con la memoria y con propósitos compartidos.
Desde ese punto de vista puedo decir de forma muy sentida y con convicción que estas islas son, también, mi casa: están en tantos de mis buenos recuerdos y vivencias desde muy niño. Siempre que regreso, oficial o privadamente, además de recibir mucho cariño, recobro en ellas una parte esencial de lo que soy.
Permítanme destacar que en 1997, como Príncipe de Asturias, visité la CA −las 8 islas− oficialmente por 1ª vez: Tenerife, Gran Canaria, La Palma, Lanzarote, La Gomera, El Hierro, Fuerteventura y La Graciosa. Aunque ya conocía cada una, como he dicho, de anteriores viajes y por diferentes motivos.
Con aquel viaje, que tanto tuvo de aprendizaje, daba continuidad a una presencia, la de Corona como institución, que se remonta a la 1ª visita de mi bisabuelo, el rey Alfonso XIII, en 1906, y que se ha mantenido constante desde entonces hasta hoy. Con frecuencia fui testigo de ello junto a mi familia, especialmente de las visitas de mis padres los reyes Juan Carlos y Sofía.
Tras mi proclamación, de la que se acaban de cumplir 10 años, he tratado de reforzar y enriquecer esa historia compartida. He estado cerca de estas islas en los buenos y en los malos momentos. He aprendido y admiro como este pueblo se une aún más ante las dificultades y es entonces cuando da lo mejor de sí.
Los canarios y las canarias lo han demostrado cuando el fuego arrasó bosques en Tenerife, Gran Canaria o La Gomera, o cuando el volcán en La Palma, de cuya erupción se cumple precisamente hoy el 3er aniversario, se llevó por delante cultivos, hogares, colegios, iglesias y barrios enteros. O más recientemente, con las imágenes de los voluntarios y profesionales que atienden a quienes nuevamente llegan a las islas desprovistos de todo, en un ejercicio de humanidad, que tanto nos enseña.
"...este pueblo y sus instituciones, en el marco de los valores y principios que nos unen y se encarnan en nuestra Constitución, afrontan con su labor diaria los grandes retos de nuestro tiempo... construir una sociedad mejor es una tarea siempre inacabada, un aprendizaje constante. Requiere conocimiento, audacia, energía, equilibrio, curiosidad, capacidad de innovación. Reconozco todos esos valores en la sociedad canaria. Estoy orgulloso, como español, de verme reflejado en ellos..."
Queridos canarios y canarias,
Este Archipiélago hermana a pueblos y continentes. El Atlántico define su manera de ser. Con su geografía y su carácter, con su cultura, española y europea, Canarias abraza las orillas de América y de África. Es esa la constante de su historia, la marca de su identidad: nos hizo y nos hace, a España y a Europa, más abiertas al mundo y al futuro.
Este pueblo y sus instituciones, en el marco de los valores y principios que nos unen y se encarnan en nuestra Constitución, afrontan con su labor diaria los grandes retos de nuestro tiempo: diversificar la economía, fomentar el emprendimiento y la innovación, prestar servicios públicos de calidad, impulsar la transición energética, proteger el medio ambiente, conservar y dar a conocer el patrimonio natural e histórico a quienes nos visitan, crear un futuro de oportunidades para nuestros jóvenes y un tejido asistencial para nuestros mayores y para quienes más lo necesitan.
Construir una sociedad mejor es una tarea siempre inacabada, un aprendizaje constante. Requiere conocimiento, audacia, energía, equilibrio, curiosidad, capacidad de innovación. Reconozco todos esos valores en la sociedad canaria. Estoy orgulloso, como español, de verme reflejado en ellos.
Esta es también, una tierra de paisajes; paisajes de mar y de luz, cuya esencialidad inspira la obra de sus grandes artistas y escritores. César Manrique, en los actos de cuyo centenario participé en 2019, dijo una vez de su isla natal: “creo que en Lanzarote está mi verdad”. En efecto aquí hay lugares que, una vez vistos, se vuelven parte de uno. Integran el paisaje vital y emotivo de tantas y tantas personas.
Es una tierra única sobre calles de arena en Caleta de Sebo y Pedro Barba. Bajo el Risco de Famara, en la calma de La Graciosa. Esculpida por los volcanes de Timanfaya. A refugio del viento en La Geria, de Haría a Yaiza; de Arrecife hasta Tinajo. Entre las dunas de Jandía y Corralejo, en Puerto del Rosario y Tuineje. Desde Pájara a La Oliva; entre Antigua y Betancuria. Junto al Roque Nublo. En las Palmas de Gran Canaria.
Tan singular de Moya a Mogán; de Telde hasta La Aldea. Tan generosa y viva a los pies del Teide. Tan distinta entre Buenavista, La Orotava, Arona y Santa Cruz de Tenerife. Renacida en el Valle de Aridane. Imponente en La Caldera. Esperanzada entre Garafía, Fuencaliente y Santa Cruz de La Palma. Verde y frondosa entre las brumas de Garajonay; arraigada de San Sebastián de La Gomera a Valle Gran Rey; de Agulo a Alajeró. Una tierra de tradición y de futuro de El Golfo a La Dehesa; de El Julan a Valverde; de La Frontera a El Pinar.
Pero que hablar del mar y la tierra no nos lleve a olvidar sus cielos. Los cielos de Canarias, que nos asombran por su belleza y que, por su profundidad, son también fuente de conocimiento para los investigadores de todo el mundo a través del querido Instituto Astrofísico de Canarias.
Canarias, sus islas y sus pueblos, es, en definitiva, un espejo de nuestra diversidad, de nuestra riqueza. La Medalla de Oro de su Parlamento es para mí un símbolo de su respeto y afecto, pero también un compromiso, que asumo, con su presente y con su futuro: es la sonrisa, el apretón de manos, el abrazo del pueblo canario en mitad de un camino que recorremos juntos, que seguiremos recorriendo juntos.
La tendré siempre cerca del corazón, recuerdo vivo de unas islas que, como dice su himno, son “la sombra de un almendro/son volcán, salitre y lava” y cada día “amanecen navegando la esperanza”.
Muchas gracias.